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Teléfonos inteligentes para mentes que dejaron de serlo

Mónica Molner Andrés
Mónica Molner Andréshttp://www.monicamolner.com/
Médica, divulgadora y escritora encantada de compartir lo que pasa por su cabeza y por su vida con quien quiera leerla. Apuesta por la educación sexual y por el empoderamiento de sus pacientes.
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análisis

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No deja de sorprenderme cada día que a mi pregunta sobre la fecha de la última regla, la usuaria necesite coger el móvil para decírmelo ¿de verdad? Me resulta más curioso todavía que ante una pareja que acuden por un problema de esterilidad, acaben recurriendo a la aplicación que les dice el día propicio para la fecundación. Entonces es cuando yo les planteo que, si el móvil les dice que ese día la fertilidad es máxima y resulta que él está con ciática ¿Te arriesgas a romperlo del todo? También es posible que la aplicación te diga que ese día no habrá suerte y os habéis ido de cenita romántica ¿Os vais a quedar sin el postre porque tu móvil lo diga?

Yo dejé de usar reloj hace 12 años, claro, hay trampa, puedo recurrir a los que en la calle nos dicen de paso la temperatura, o mirar en el móvil por si mi percepción falla. Con los teléfonos fijos podías comunicarte hasta con el enemigo, como el Gran Gila nos demostró. Tenías la intimidad del sofá de tu casa hasta que, entraba alguien en el salón y tenías que bajar tu volumen o cortar la conversación, ya que no molaba que tus hermanos empezaran a hacer la mona delante de ti. Otra opción de intimidad expuesta al resto del mundo, la teníamos con las cabinas que repartidas por la calle tragaban tus monedas al trote de tus palabras y a las que muchos cogimos respeto tras ver la peli con el Gran José Luis López Vázquez en su ataúd de cristal (“La cabina”).

Y llegó aquel cuyo nombre debió ser para diferenciarlo claramente de su antecesor. Podías salir de casa y moverte allá por donde quisieras con tu móvil (siempre que hubiera cobertura). Además de llamar a los contactos de los que ya ni te esforzabas en aprender los números, podía enviar mensajes de texto que fueron poco a poco siendo animados por tantos emoticonos y GIFs que, sólo para elegir el adecuado, tardabas mucho más en escribirlo que en haber llevado a su casa una postal, las pobres que a duras penas persisten a pesar del whastapp. A veces, me dejo llevar y al recoger las hojas secas de mi terraza, rememoro aquellas montañas de postales de los concursos de la tele, aunque al lanzarlas, la perdedora en tiempo sea yo.

Es muy triste que un “aparatito” sea capaz de anular conversaciones entre grupos de amigos sentados en el mismo banco, o de originar cementerios en salas de espera o en vagones. Después de varios años de observación, por fin tengo una teoría que lo explica: Fueron introducidos como estrategia de marcianos mucho más avanzados para provocar la atrofia cerebral de unos terrícolas que buscan en sus pantallas cosas como sus frecuencias cardíacas (lo fácil que es contar durante 15 segundos los pulsos de la carótida y multiplicar por 4 para obtenerlo y así activamos un poco la mente).

Es desesperante que la pantalla asquerosa de tu coche pueda cambiar de ruta y llevarte a un campo de naranjos diferente de tu destino real. Es como lo de lanzar una llamada por el bluetooth a una máquina medio sorda que en vez de conectarte con “Amparo Vida” te diga “llamando a Víctor”, y acabe en discusión acalorada con un volante mientras imaginas a quien desde el coche de al lado sospecha algo sobre tu salud mental. Así que, o le incorporo un audífono al coche o tendré que vocalizar más a la próxima.

En fin, voy a poner el modo avión en mi móvil después de asegurarme que el despertador está listo a las 7.00 h para arrancar la mañana ¿Qué haría yo sin él?

Cuidado con los marcianos.

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1 COMENTARIO

  1. Una opinión es una expresión tan personal que debe ser simplemente respetada. Algunas veces el mensaje pueda resultar confuso y no ser entendido por quien lo lee. Agradezco comentarios pero me entristece ver insultos y descalificaciones.

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