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¡Y no saltan «bolliscas»!

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análisis

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Ahora que está tan de moda la palabra libertad, hay que decir que pocas cosas tan hermosas habrá vivido este país como esa maravillosa sensación de libertad  después de las interminables décadas de feroz y sanguinaria represión, a cargo de una dictadura fascista que arrasó con cualquier asomo de libertad. Ahora, los que solo entendieron la libertad como un derecho propio y no como un derecho de todos, tienen a los comunistas como su peor enemigo. Son su peor pesadilla, porque los comunistas del PCE  fueron los únicos que se enfrentaron a la dictadura, la única organización que luchó por la libertad y la democracia, cuando ambas cosas estaban prohibidas bajo pena de muerte o cárcel.

Ahora, a los herederos criados y protegidos por esa dictadura les ha dado por pedir libertad, una palabra que en sus bocas suena a un cruel sarcasmo, a una insufrible burla porque nunca han movido un dedo por ella, ni han creído, ni creen, ni han necesitado nunca semejante cosa. Su idea de libertad siempre ha consistido en la suya propia, nunca la de los demás, ésa ni se les ha pasado por la cabeza. La libertad para ellos es disfrutar sin traba ni impedimento alguno de su privilegiada posición económica, una libertad de la que siempre han gozado plenamente, pero que no ven completa porque esta democracia, a lo que no terminan de hacerse, les obliga a pagar su cuota de impuestos para sostener unos servicios públicos a los que no ven ni han visto nunca como la inversión que es para la mejora del país, sino como un gasto innecesario que perjudica a su economía. Su idea de libertad consiste básicamente en consolidar y aumentar sus privilegios, haciendo de sus vidas un compendio de  insolidaridad,  mezquindad, vileza, hipocresía, codicia y egoísmo, lo peor de nuestra especie.

Lo que ya no es tan comprensible es la actitud de buena parte de la sociedad que necesita de unos buenos servicios públicos, una buena sanidad y educación, unas pensiones dignas… etc, que no pueden pagar de su bolsillo, y sin embargo no dudan en apoyar las políticas destinadas a cargarse, a desmantelar esos servicios públicos, ese Estado del Bienestar que necesitan tanto como el comer. Podemos entender que haya herederos de la dictadura, gente acomodada, mimada y favorecida por el régimen, que quieran implantar el sistema neoliberal que tanto bien les haría a sus intereses, pero nunca entenderemos que haya gente, la inmensa mayoría pequeños y medianos empresarios y trabajadores y trabajadoras que apoyen esa opción cuando eso supone ni más ni menos que ir en contra de sus propios intereses, de su propio pellejo. Sin el sorprendente y desconcertante apoyo de esta gente, el neoliberalismo, es decir el capitalismo sin normativa alguna, ni cortapisas estatales de ninguna clase, donde todo se regula por la ley de la oferta y la demanda, no ganaría una sola votación, por muchos medios de comunicación que compraran y muchos políticos y políticas que tuvieran en nómina, todos ellos sirviendo a sus intereses a cambio de un buen puesto en pago de sus servicios, como sin duda ocurrirá con ese espantajo de la presidenta de la Comunidad de Madrid. Que nadie dude de que cuando termine la misión que le ha sido encomendada, se le abrirá  la correspondiente puerta giratoria como recompensa a sus servicios prestados.

Por desgracia, desde hace ya bastante tiempo, demasiado, hemos dejado de cuidar, de prestar la debida atención a esta democracia y estas libertades que tanto costó recobrar y tanto celebramos en su día, a ese Estado social y democrático de Derecho que aparece en el artículo primero de La Constitución, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político, los pilares que sostienen nuestra democracia. Unos pilares que el conjunto de la izquierda no protege como debería hacerlo, porque anda un poco perdida, ensimismada, que consume sus fuerzas en eternas disputas internas, en sus absurdas peleas por un matiz, por un detalle, una aspereza que en vez de limarla, se agranda y magnifica hasta convertirla en un escollo insalvable. Una izquierda que malgasta y desperdicia todo su potencial en agrias polémicas mientras la carcoma neoliberal sigue royendo sin descanso los pilares de la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político que sostienen el Estado de Derecho. Para ello están usando, con gran éxito, la técnica de la rana hervida, según la cual si a una rana la arrojas a un cacerola de agua hirviendo, ésta saltará y escapará. Si en cambio se introduce a esa rana en agua tibia y poco a poco se le va subiendo la temperatura al agua, el animal se irá acostumbrando y aguantando el calor hasta que llegará un momento que no pueda aguantarlo más y, demasiado agotada y aturdida para escapar, morirá cocida. 

Hace unos años, Alejandro Aguado, un agricultor jubilado de mi pueblo, La Villa de Don Fadrique, una localidad de La Mancha toledana, dijo unas palabras de las que debimos tomar buena nota y sin embargo nos entraron por una oreja y nos salieron por otra. Fue un primero de Mayo, una fecha que allí todavía se celebra con una manifestación, un mitín y después un vaso de zurra y unos modestos aperitivos dispuestos en una larga mesa alrededor de la cual confraternizan los asistentes al acto. En el mitin después de la manifestación, celebrado en el salón de actos de la Casa de la Cultura subieron al escenario varios responsables de IU y CCOO del pueblo y algún forastero con cargo político o sindical en la región. En una de las pausas entre una intervención y otra, Alejandro, un hombre  concienciado y comprometido toda su vida con la causa de los trabajadores y su lucha por sus derechos y libertades, se levantó de su butaca en la primera fila, subió la escalerilla que llevaba al escenario y una vez allí se acercó al micrófono y dijo: “Cinco millones de parados y no saltan “bolliscas”.  Eso fue lo que dijo, solo eso, que no era poco y, acto seguido, bajó del escenario y volvió a su asiento. Con aquellas palabras, Alejandro ponía el grito en el cielo clamando por una reacción, una respuesta a la dramática situación que estaban viviendo millones de trabajadoras y trabajadores de este país.

El acto siguió su curso y se fueron sucediendo las intervenciones, que no estuvieron mal pero ninguna de ellas fue tan directa, tan en corto y por derecho, tan contundente como el mensaje, casi un desesperado grito de náufrago, de Alejandro:  “Cinco millones de parados y no saltan “bolliscas”. No busquen ustedes la palabra “bolliscas” en el diccionario de la RAE porque no existe. La palabra solo existe en el pueblo y se usa para nombrar a las chispas que preceden y anuncian el fuego.

No saltan “bolliscas” en la izquierda a pesar de la que nos está cayendo, ni ésta, fiel a sí misma, es capaz de lograr un triste acuerdo de mínimos, ni un mal pacto o convenio forzado por las circunstancias, a pesar de los gravísimos problemas que nos acucian, el primero y principal es el avance del neoliberalismo que, como decimos, amenaza con acabar del todo con ese tambaleante y precario Estado del Bienestar que está a punto de caer como una fruta madura. Y ni siquiera ante semejante amenaza, la izquierda es capaz de dejar aparcadas sus permanentes discrepancias, discordias, distancias, disputas, desencuentros y enfrentamientos a causa de los egos muy subidos de sus dirigentes, que dan lugar a tremendos e insalvables odios africanos que suelen desembocar en la creación de nuevos partidos desgajados del principal y que solo consiguen debilitar, disminuir más todavía a eso que se ha venido en llamar “bloque progresista”. ¿Alguna vez los líderes antepondrán los intereses de la organización a los suyos propios?. No perdamos la esperanza.

Hace poco, y para que no quedara duda de que nada va a cambiar en la izquierda, volvió a escenificarse este penoso estado de cosas a cuenta de la convocatoria de elecciones  autonómicas en Madrid. Una vez más pudo verse con total claridad el esquema de tres por cuatro calles de la izquierda. Por un lado, Pablo Iglesias dejó su cargo en el gobierno y dijo que se presentaría a esas elecciones. Después de anunciar su candidatura, se puso en contacto con Ángel Gabilondo, candidato del PSOE y Mónica García candidata de Más Madrid para iniciar un diálogo con vistas a la formación de un “bloque progresista” que permita sacar a la nefasta presidenta Ayuso de la presidencia de la CCAA.

A Mónica García, una política de gran valía y una estupenda parlamentaria, no le gustó nada la forma de actuar de Iglesias, como puede verse ya de entrada la cosa empezó mal, y dijo que “me hubiera gustado que nos lo propusiera directamente, no a través de un vídeo, en un ejercicio para los medios de política espectáculo” y remató diciendo “estamos dispuestos a hablar de todo, con el objetivo de echar a la señora Ayuso, a ser posible sin mucha testosterona, sin imposiciones y con un poquito de responsabilidad con la situación que está viviendo la Comunidad de Madrid”. La respuesta de Gabilondo, otro político muy bien preparado, aunque más parado que el agua de un aljibe, fue todavía más sorprendente, dijo que en caso de no obtener la mayoría pactaría con Ciudadanos y Más Madrid, pero nunca con Iglesias, por su “clima de confrontación”. El señor Gabilondo practicó en diez minutos una oposición contra Iglesias  que no había practicado con la Ayuso en dos años. Frente a Iglesias dejó de ser el Moái de la Isla de Pascua a que nos tenía acostumbrados y se convirtió en un político de carácter, un Fidel Castro donostiarra. Con lo fácil que hubiera sido que hubieran tratado estas desavenencias los tres en una reunión a puerta cerrada, pero entonces no sería la izquierda de este país. La derecha puede estar bien descuidada y tranquila, porque no hace falta que se moleste demasiado en atacar a los candidatos de la izquierda, de eso se encargan ellos mismos.  

Da la impresión de que la llegada de la democracia no fue una fiesta completa porque  trajo aparejada una maldición, un castigo bíblico a  la izquierda de este país. El mismo castigo que sufrió la torre de Babel, según el libro del Génesis. El maestro que nos daba el catecismo nos dijo que a Dios, que no se le escapaba una, le molestó mucho que los hombres construyeran una torre para llegar al cielo. Y para castigar semejante atrevimiento y soberbia,  hizo confundir las lenguas, de modo que, decía el maestro con mucho énfasis, muy venido arriba: “cuando un albañil pedía cemento, el ayudante le daba unas rasillas, y cuando pedía rasillas le daba cemento, y así era imposible construir nada”. No nos dijo si saltaron “bolliscas” en las oficinas de la empresa constructora.  

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5 COMENTARIOS

  1. Mientras el comunismo luchaba contra la dictadura en España, en los países donde gobernaban; Rumania, URSS, Bulgaria, Polonia, Albania, Camboya, etc. mantenían dictaduras tan atroces como la franquista. Dictaduras en las que vivían los comunistas españoles del exilio, y eran defendidas y elogiadas por los comunistas que luchaban contra el franquismo.

    Señor Tello, los comunistas españoles, no lucharon ni durante la república ni durante el franquismo por la libertad, como usted afirma, sino para imponer una dictadura de signo opuesto.

    Pregunte a polacos, camboyanos, albaneses, rumanos, rusos, húngaros, y alemanes del este, por las libertades que disfrutaron bajo el comunismo. Pregunten también por el bienestar económico que les proporcionó el comunismo.

  2. Yo también admiro a Chaves Nogales y no estoy de acuerdo con su afirmación de que los comunistas lucharon contra la dictadura fascista para instaurar una dictadura comunista en España. Yo, que no tengo dotes adivinatorias, solo sé lo que dicen los libros de historia, los libros de historiadores fiables: había en este país una República legítima que estaba empezando a culturizar y modernizar el país, a aplicar políticas de justicia social. A los que terratenientes, militares fascistas y a la iglesia no les gustó nada la idea de perder sus seculares privilegios y se confabularon contra la República para acabar con ella. Y solo los comunistas se enfrentaron a esa ofensiva fascista que arrasó al país. Eso fue lo pasó, lo demás son especulaciones y sesiones delante de la bola de cristal. Con todo respeto.

    • No se trata de adivinanzas ni de especulaciones. En tiempos de la República y durante muchos años después, el propósito declarado de todos los partidos comunistas del mundo incluido el español era instaurar la «dictadura del proletariado», lo proclamaban en sus estatutos y lo defendían sus dirigentes.

      Por si alguien tiene alguna dudad de lo que significa instaurar la «dictadura del proletariado» en todos los países que los comunistas llegaron al poder terminaron con la democracia la libertad y encarcelaron a cualquiera que se atreviera a hacer pública su disidencia.

      Tengo bastantes años y en mi juventud fui simpatizante comunista y viajé a los todavía países comunistas Yugoslavia, Hungría y la Rumanía del matrimonio Ceaucescu, para conocer de primera mano el comunismo; lo que vi fue dictaduras miserables como la franquista, corrupción y pobreza.

      Eso lo vi directamente, no en una bola de cristal.

      Con igual respeto.

  3. Si el comunismo no ha triunfado no ha sido porque sus ideas estén equivocadas, sino porque, por desgracia, y es mi opinión, sus dirigentes cedieron a la tentación del poder, se creyeron lo que no eran y se convirtieron en todo aquello que combatieron en su dia. De no ser por esa malsana querencia por el poder, el comunismo habría triunfado y estaría extendido por el mundo porque su ideario dice que todos los hombres y mujeres son iguales, con los mismos derechos y libertades y su fin es acabar con la explotación del hombre por el hombre. El fascismo, sin embargo sí se ha desarrollado según su ideario: el dominio absoluto de una élite sobre el resto de la población. Hay sobrados ejemplos de él en el mundo. Por eso creo que no es justo meter a ambos sistemas en el mismo saco. Por otra parte, me gustaría que su nombre real acompañara a sus palabras, a sus opiniones que son muy respetables. No me parece de buen gusto esconderse tras un seudónimo. Tanto cuesta poner el nombre de uno?. No se lo tome usted a mal, pero es lo que creo.

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