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¿Abandonarán los Estados Unidos a Ucrania?

En Vietnam, Irán, Nicaragua, Panamá y, más recientemente, Afganistán, por citar solamente algunos ejemplos, los Estados Unidos abandonaron a sus aliados y los dejaron solos ante el peligro sin ningún pudor ni decoro diplomático. ¿Harán ahora lo mismo con Ucrania, cada vez más incapaz de ganar una guerra interminable e impopular hasta en su propio país?

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análisis

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El 30 de abril de 1975 es un día que ningún vietnamita olvidará en su vida. Ese día, las fuerzas comunistas de Vietnam del Norte concluyeron su ofensiva final contra el gobierno anticomunista de Vietnam del Sur y conquistaron su capital, Saigon. El final del gobierno del Sur y su capitulación habían sido acordados en los tristemente conocidos como los Acuerdos de París entre los Estados Unidos y los comunistas de Vietnam del Norte, es decir, el Vietcong. 

De facto, dichos acuerdos significaban el final de la guerra y la entrega de un bastión de resistencia anticomunista a los hombres del Vietcong, a las fuerzas de Moscú en esta parte del mundo. Se cerraba, de esta forma, uno de los conflictos de la Guerra Fría y el país se unifica ya bajo férreo control comunista. Saigon pasaba a denominarse a partir de ahora Ciudad Ho Chi Ming, en honor del líder comunista que había comenzado la guerra contra los norteamericanos tras la marcha de los franceses en marzo de 1945. Estados Unidos, siguiendo la realpolitik  que era la brújula de su Secretario de Estado, Henry Kissinger, abandonaba a uno de sus aliados en esta parte del mundo y sacrificaba un alfil en aras de salvar su hegemonía mundial.  Al igual que había ocurrido en la Conferencia de Yalta, en que el Reino Unido y Estados Unidos entregaron a la URSS los territorios de la mitad de Europa, la del Este en esos momentos, ahora Washington entregaba el Vietnam para no seguir desangrándose en una guerra interminable e imposible de ganar.

Casi cuatro años mas tarde, el 16 de enero de 1979, el último sah de Persia, Mohammad Reza Pahlavi, abandonó la nación para no volver nunca más, en dirección a Egipto. La huida del sah durante la Revolución iraní, que ya había llegado a su auge, acercará más velozmente a su victoria a los alzados en armas como la monarquía persa. Estados Unidos, presidido por el peor presidente quizá de su historia, Jimmy Carter, ya había decidido abandonar a Pahlavi hace tiempo y esperaban un cambio de timón tranquilo. Sin embargo, el tiro les salió por la culata y en apenas unos meses se instaló un gobierno liderado por los sectores más radicales del chiismo conducidos por el ayatollah Ruhollah Jomeini, que rompió todos los lazos con Washington y asaltó la embajada norteamericana tomando como rehenes a 66 ciudadanos y diplomáticos norteamericanos durante 444 días.

Nicaragua, Panamá, Afganistán…

Ese mismo año, en julio de 1979, el dictador Anastasio Somoza, tras cometer una serie de graves errores, como el asesinato del famoso periodista Pedro Joaquín Chamorro, en que estaba implicada claramente la dictadura, llevaron a los Estados Unidos a abandonar el régimen nicaragüense y dejar las puertas abiertas para que los guerrilleros del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) se hiciera con el poder. Somoza entendió el mensaje y el 17 de julio, en un momento en que los combates entre sus fuerzas y el FSLN se reproducían por todo el país, abandona Managua y deja en manos de una de sus marionetas el poder. En apenas días, el régimen somocista se derrumba como un castillo de naipes y los sandinistas, apoyados por la URSS y Cuba, entran victoriosos en la capital nicaragüense. Costaría más de diez años echarlos del poder y forzarlos a unas elecciones libres, ya que sus pretensiones totalitarias eran construir una gran ergástula  donde encerrar a todos los  nicaragüenses al estilo de la cubana. Unos años más tarde, con el tiempo, Daniel Ortega la construiría con la ayuda de su pareja, la inefable Rosa Murillo, y ahí siguen esperando a que la eternidad les consuma como a los hermanos Castro.

En Panamá, uno de los esbirros de la CIA y de los intereses norteamericanos en la región, Manuel Noriega, fue derrocado en una invasión rocambolesca y muy violenta ordenada por el presidente norteamericano George Bush. Noriega había sido un auténtico lacayo de los norteamericanos, siempre negociando y moviéndose entre Cuba, los contra nicaragüenses, los narcotraficantes colombianos y los Estados Unidos, en un juego tan arriesgado como peligroso que solamente podía desembocar en un final fatal, como ocurrió en enero de 1989, en que se entregó a los norteamericanos tras ser derrotado militarmente para ser juzgado por una lista de delitos interminable.

De la misma forma que en los anteriores escenarios, en que Washington abandonó de una forma ignominiosa a sus antiguos aliados y amigos,  en agosto del año 2021, los Estados Unidos decidieron sacar todas sus tropas, funcionarios y asistentes de Afganistán en plena ofensiva de los talibanes contra las autoridades afganas elegidas legítimamente en un proceso tutelado por la comunidad internacional y, más concretamente, por las Naciones Unidas. Desde el momento del anuncio y ante la entrada inminente de los talibanes en la capital afgana, Kabul, reina el caos en el país y el resto de los aliados occidentales, ya sin el paraguas de los Estados Unidos, anuncian la retirada de sus tropas, incluyendo a España.

15 de agosto de 2021 en Kabul. Quedan minutos para la caída total de Kabul en manos de los talibanes. En el palacio presidencial, “miles de personas” ya han huido y solo quedan unos seis miembros del círculo más próximo al presidente, Ashraf Ghani, además de algunos agentes del Servicio de Protección Presidencial que han decidido quedarse. En medio del caos, tres helicópteros abarrotados, uno de ellos con el presidente a bordo, huyen con los altos cargos, los agentes y algo más de 500.000 dólares en efectivo. En el aeropuerto de Kabul reina el caos, la gente se pelea por conseguir una plaza en los últimos aviones que salen de la ciudad y cuando se deciden a despegar algunos desesperados se agarran a los mismos en un gesto tan indescriptible como inútil. Diez días después, una bomba  colocada por terroristas en ese mismo aeropuerto siega la vida de 13 soldados norteamericanos y 183 civiles de varias nacionalidades. El caos se abate sobre toda Afganistán.

Ucrania, otro alfil que podría ser abandonado por los norteamericanos

Ahora puede que le llegue el turno a Ucrania, aunque ni los mismos ucranianos se lo creen y el mundo occidental sigue pendiente de las decisiones de Washington para enfrentar con una nueva estrategia política y diplomática un conflicto que ya se percibe como interminable, desgastante , tedioso y, sobre todo, demasiado largo. Las sanciones contra Rusia  no han hecho mella en la economía rusa e incluso, paradójicamente, parecen causar más daño a los europeos que a los rusos.

En estos días, los republicanos, que siempre se mostraron algo distantes con respecto a la causa ucraniana que con tanta pasión apoyó el presidente Joe Biden desde el comienzo de la agresión rusa, han conseguido paralizar nuevas ayudas económicas para Ucrania y las señales de alarma se han encendido en todas las cancillerías europeas, conocedoras de la precipitación de Washington en la toma de decisiones, como cuando abandonó a Afganistán a su suerte. 

Pero lo peor puede estar por llegar el próximo año: si como vaticinan todos los sondeos el ex presidente Donald Trump gana las elecciones a celebrar en noviembre de 2024 y se confirma como nuevo presidente de los Estados Unidos, sustituyendo a Biden, ya ha anunciado que resolverá la guerra de Ucrania en “veinticuatro horas” y dialogará con su “gran amigo” Vladimir Putin. Está claro que Trump está dispuesto a imponer a Ucrania la cesión de algunos de sus territorios -quizá el 20% del territorio ucraniano ocupado ahora por los rusos incluyendo Crimea- y amenazar a Ucrania, si no acepta un acuerdo desfavorable con Moscú, a continuar la guerra sin la ayuda occidental, lo que conduciría al colapso militar de los ucranianos y a una derrota histórica frente a Rusia. La falta de previsión de la OTAN y los occidentales, en el sentido de no prever que una guerra de larga duración y de desgaste solamente la podría ganar Rusia, con un mayor ejército, reservas demográficas, capacidad de disuasión nuclear y mayor actitud para la resiliencia, y perder Ucrania, como ahora está ocurriendo con el fracaso de la estancada contraofensiva ucraniana, ha sido un error falta. No estaba en los cálculos de Occidente y ahora es un escenario cada vez más previsible porque no supieron medir las consecuencias de una Rusia preparada para hacer frente a una nueva Guerra Fría por muchos años.

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