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Anarcohijoputismo

Jesús Ausín
Jesús Ausín
Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.
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análisis

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Los leños de sauce seco arden en la hoguera que hace de fogón en la ruinosa cabaña construida de sacos plásticos y unos armazones también de plástico que algún día fueron parte de palés de carga. Fuera, unas minúsculas gotas, aprendices de copos, levitan sobre el inmenso secarral en el que se ha convertido la estepa castellana. Hace tan solo cinco días el sol picaba en las horas centrales del día y cualquier ropa de abrigo acentuaba la sensación de calor sofocante. El famoso cambio climático que hace una década algunos negaban, hoy ha convertido la vida en un carrusel de sensaciones que marchitan a los seres humanos. Tan pronto hace calor, como de repente, una borrasca inmensa baja la temperatura y nieva. La naturaleza se ha vuelto anarquista e igual conviven largos periodos de sequía extrema que, de pronto, se pone a llover como si no hubiera un mañana inundándolo todo y arrastrando todo lo que el agua pilla a su paso. El Mediterráneo se ha convertido en el nuevo Caribe en el que los huracanes destrozan todo a su paso.

Mientras Sofronio atiza la lumbre y añade en par de estacas de roble que encontró en el camino, la nieve ahora arrecia. La temperatura ha bajado mucho y como se acabe la leña, Sofronio lo pasará mal. Sentado en una vieja silla de plástico que un día fue la crema de la decoración de alguna mansión señorial (hasta tenía nombre, Coquelicot), araña con un palo la lumbre que poco a poco le devuelve a los primeros años del siglo, cuando su mayor preocupación era que modelo de BMV se iba a comprar o si era mejor pasar las vacaciones en Cancún o en la República Dominicana. Todo se torció con los cabrones usureros de los bancos y aquellos negocios que hoy todo el mundo sabe que fueron parte de una estrategia preconcebida para cambiar el modelo social. No podían dejar que los pobres se convirtieran en ricos. No podían consentir que todo el mundo viviera bien, porque la pobreza de unos siempre ha sido el motor principal de la riqueza de otros.

Aún recuerda a sus hijos y a sus amigos. Unos vagos redomados que teniendo todo en la vida desde pequeños, fueron incapaces de aprovechar la oportunidad que se les brindaba. Él se siente culpable. Tal vez si en lugar de matricularlos en aquel colegio de religiosos para pijos, les hubiera llevado a la pública como él, habrían aprendido más y sobre todo se habrían preparado para luchar.

Aún recuerda cuando empezó la polémica del veto a la educación. Comenzó porque los ricos no querían que a sus hijos se les enseñara educación sexual o educación para la ciudadanía y se acabó prohibiendo contar la historia de manera que no fuera conforme a sus creencias. La filosofía desapareció de los colegios y hasta la biología, la química y las matemáticas fueron censuradas dependiendo de qué y cómo lo contaran. Darwin, Boole y Madame Curie desaparecieron de los libros de texto.

Después del veto a la enseñanza, vino la objeción de conciencia ciudadana en la que algunos negaban ser parte de la sociedad y como seres individuales no reconocían el poder del estado ni del gobierno para legislar y dar órdenes. Luego vino el veto a los impuestos. Los ricos, una vez negado el estado, se excluyeron de participar en el sustento del estado y de los servicios públicos, negándose a pagar impuestos. La policía se convirtió en un cuerpo privado que ya no servía al interés general sino a quiénes les pagaban. Los bomberos, la sanidad pública y la escuela universal fueron los siguientes en caer. Más tarde, carreteras y vías ferroviarias, al no tener mantenimiento, se convirtieron en trampas mortales. La vida se había convertido en un infierno en el que la pobreza general acabó derivando en violencia entre los pobres que se quitaban la vida por un trozo de comida. Así perdió Sofronio a sus hijos. Ellos que, en su insensatez pensaron que votar a aquellos que no querían negros, inmigrantes u homosexuales y que decían que el sitio de la mujer era la de estar en casa cuidando de sus hijos, fueron los primeros en caer cuando las calles se volvieron peligrosas. Fueron víctimas de otros que pensaban como ellos.

Diezmada la población, unos pocos pobres como Sofronio, huyeron y viven camuflados en el campo. Lo que comenzaron a llamar la España vaciada se ha convertido en el refugio clandestino de los pocos seres humanos libres. Los que no han podido huir de la ciudad, son esclavos que trabajan para los ricos por un plato de judías y un vaso de agua turbia porque los manantiales fueron privatizados.

Parece que ha dejado de nevar. Sofronio echa otro palo a la hoguera. Mañana tendrá que salir al campo a buscar más leña. Espera no encontrarse con ninguna patrulla. Aunque cada vez es más difícil eludirlas.

 


 

Anarcohijoputismo

 

“El pensamiento puede corromper el lenguaje, y el lenguaje también puede corromper el pensamiento” George Orwell.

 

Decía Nikola Tesla que, la ciencia no es sino una perversión de sí misma, a no ser que tenga como objetivo mejorar la vida de la humanidad. Basado en esa premisa que algunos compartimos, la política, no es sino una perversión de la forma de socializar la vida a no ser que su fin sea mejorar la existencia de los ciudadanos. Y a este humilde plumilla le llama la atención precisamente lo perversa que se ha vuelto no solamente la política, sino la coyuntura y hasta la propia humanidad. Desde principios del siglo XX, el capitalismo tuvo un demonio recurrente al que culparle de magnicidios y atentados. Tanto que, se ha demostrado que cuando los poderosos de turno tenían una situación catastrófica y querían que el pueblo mirase para otro lado, siempre había (y hay) un anarquista o un grupo de ellos al que echarle la culpa. Me viene al recuerdo una bomba en la Catedral de la Almudena en 2013 o en la Basílica del Pilar en el mismo año o el intento de asesinato de Alfonso XIII cometido por Mateo Morral que según el ya fallecido Pérez Abellán únicamente era un sicario a sueldo (“El vicio español del magnicidio”, Editorial Planeta).

Pero no es eso sobre lo que quiero reflexionar. Hace ya algún tiempo que me viene rondando la idea de que este hijoputismo, cuyos practicantes, han venido a llamar liberalismo (otra perversión) es como una especie de virus que se camufla entre las células benignas, para así tener el campo libre. Lo primero que hicieron a partir de la quiebra de Goldman Sachs, fue usar las instituciones democráticas para comportarse como verdaderos sátrapas. Así, en su perfecta democracia, salvaron a los bancos y a los hideputas que provocaron la quiebra social, en nombre de la libertad y del bien general y metieron en la cárcel a quiénes reclamaban que les devolvieran sus bienes. Aprobaron leyes como la ley mordaza contra la protesta o se introdujeron en los poderes judiciales (Brasil, Argentina, Ecuador, España,…) con el fin de convertirlos en una tercera cámara como aquí o como forma de asentar golpes de estado de apariencia legal como en Brasil o Ecuador. Y como colofón de la perversión, ahora salen nuevos gurús de este hijoputismo desilustrado que, con la excusa del veto parental a la educación de sus hijos, y en nombre de una supuesta libertad y, de nuevo, de la democracia, quieren instaurar una anarquía para ricos.

Ya hay rastafaris del hijoputismo liberal, como un tal Juan Ramón Rallo, según su perfil de Twitter doctor en economía y profesor en una cuantas facultades privadas, que dice que vivir en comunidad y tener normas para ello, no es libertad sino servidumbre. Abogan no solo por el veto parental a la educación, sino por la censura a todo aquello que no les convenga como tener un sistema impositivo progresivo, la educación universal o la sanidad pública. Es la Anarquía de los ricos contra el estado, los gobiernos y la propia sociedad. Defienden no pagar impuestos, porque cada cual se pague la sanidad que pueda permitirse y su fin es que la escuela pública desaparezca para dar paso a la escuela privada (además de poner fronteras a los pobres, pueden controlar contenidos). El que pueda pagarlo bien y el que no, haberte esforzado más. Como si tener posibles dependiera del esfuerzo y no de la especulación, la trampa y la explotación de las personas en el tercer mundo. Sin impuestos no hay carreteras, hospitales, sanidad, educación, bomberos,… Es la culminación del individualismo como estilo de vida. La destrucción de la sociedad y la vuelta a una edad media en la que unos pocos viven y los demás vegetan. Es la involución total. El triunfo del fascismo puro: el elegido siempre hace lo que quiere y el débil obedece y sobrevive.

Todo ello, como digo bajo el camuflaje de la democracia e interpretando los derechos como el de la libertad de asociación a conveniencia. Yo no me integro en el grupo de los que pagan porque estoy en mi derecho de no asociarme a los grupos que no considero convenientes. Yo no me integro en la escuela pública y en la libertad de cátedra porque tengo derecho a educar a mis hijos como quiero. Yo no reconozco al gobierno de turno y por tanto estoy en el derecho de derrocarlo atendiendo a la libertad de pensamiento.

El egoísmo y la escasa inteligencia de esta gente no se han parado a pensar que igual que ellos no quieren integrarse en la sociedad para acatar las normas que nos obligan a pagar impuestos, puede haber quién no quiera integrarse en el grupo de los que respetan el derecho a la vida y acabar con todos aquellos que no piensan como ellos. Y eso puede ser bidireccional.

Cuando impera la ley del más fuerte, no siempre lo son los más ricos.

Si me dan a elegir, prefiero la anarquía tradicional a esta de esnobs asociales que lo único que buscan es implantar lo que toda la vida se ha llamado fascismo.

Salud, feminismo, república y más escuelas públicas y laicas.

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2 COMENTARIOS

  1. Mire, sr. Ausín, las cosas no suelen suceder por casualidad. Lo que le molesta del capitalismo y el liberalismo es que pone a cada persona frente a su espejo donde es imposible esconder la mediocridad entre el rebaño.

    Quizá la clase productiva esté harta de pagar impuestos para que una clase parásita creciente viva de su esfuerzo. Y un parásito también es quien consume recursos del estado durante décadas por encima de su aportación. No miro a nadie.

    Sobre su soflama guerracivilista, buena suerte con su ejército de vagos, inútiles y perroflautas. La tunda va a ser legendaria.

  2. Existe una obsesión en identificar la libertad con la decisión.
    Y la libertad es el que NO TENGAS CADENAS y el que NO TENGAS PREJUICIOS.
    Un ave es totalmente LIBRE solo porque no está SOMETIDA o no tiene imposiciones de los demás; y ella «no decide» tanto.
    Además, un esclavo solo dejó de serlo porque decidió LO QUE NO SE PODÍA DECIDIR (por cadenas); es decir, él decidió algo que no era opcional en aquél momento para el mismo decidir o que no estaba dentro de las determinaciones humanas de lo que era decidir: Sí, EL DE DEJAR DE SER ESCLAVO.
    Por eso libertad es solo una cuestión de romper cadenas; sí, es decidir incluso LO QUE NO SE PUEDE DECIDIR (porque LO IMPIDEN). José Repiso Moyano

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