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Andalucía no es pobre sino desigual

Joaquín Francisco Castillo Eslava
Joaquín Francisco Castillo Eslava
Profesor de secundaria y doctor en Economía asociado a la UCA.
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análisis

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Es un hecho que Andalucía arrastra los peores datos nacionales y europeos en cuestión de competitividad, pobreza (infantil, energética), productividad, renta per cápita, exclusión social, salarios precarios, desempleo (estructural), distribución de la riqueza, migraciones, y un sinfín de variables relacionada con la socioeconomía.

No obstante, existen dos datos que llaman poderosamente la atención y que nos sitúan en un lugar no muy lejos de los países que los ricos llaman “naciones subdesarrollados o en vía de desarrollo”.

El primero que según el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, uno de cada tres personas destinataria de la prestación del Ingreso Mínimo Vital (IMV) reside en Andalucía. Es posible, que lleguemos a la conclusión que Andalucía al ser la región con más población es lógico pensar que sea la más beneficiosa de tal transferencia económica pero no es así ya que hablamos en proporciones. Y en este caso, Andalucía supera a la Comunidad Valenciana, Madrid o Catalunya. Es más, incluso, la provincia de Sevilla tiene más expedientes aprobados que las islas Canarias o Extremadura.

La segunda información trata que una organización sin ánimo de lucro, Ayuda en Acción, impulsa una plataforma para que mediante la colaboración ciudadana (vía recursos económicos –donativos-) genere oportunidades para la juventud andaluza ya que registra los peores datos en tasa de desempleo juvenil y abandono escolar. Asimismo, entre las medidas se encuentran la formación y conocimiento de los alumnos y alumnas; y conectar con empresas para facilitar su empleabilidad.

Pues bien, si España, para corregir los datos sonrojantes que ya mencione al principio, utiliza políticas  como es el IMV; y, además, permite, que una ONG sea la que capitanee el cambio de rumbo de los jóvenes andaluces y andaluzas hacía la búsqueda de un empleo. Entonces, habrá que preguntarse qué diferencia existe entre las herramientas utilizadas por los países en desarrollo, para mitigar los desequilibrios socioeconómicos, y nosotros puesto que apenas existe disparidad entre las políticas asistencialistas con el IMV; y la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) con la actuación de Ayuda en Acción.

Sinceramente, ninguna ya que son medidas que no generan oportunidades laborales sino que satisfacen necesidades básicas mediante una transferencia económica. Es cierto que son imprescindibles pero perpetúa y cronifica la situación de pobreza y dependencia.

En este sentido, en el corto plazo no es conveniente suprimir tales acciones debido que existe un sector importante de la población en situación de extrema vulnerabilidad y no queda otra, desde la inmediatez, que la ayuda económica. Aunque la verdadera solución es ir transitando hacia un sistema socioeconómico más equitativo priorizando cuatros ejes: cambio de modelo productivo destacando el sector de las energías alternativas, bacteriológicas, desarrollo de aplicaciones informáticas y software;  adaptar el mercado laboral hacia una mayor productividad y competitividad (dinamismo empresarial); establecer impuestos más progresivos; y una mayor eficiencia y eficacia de las transferencia económicas a los sectores de la sociedad más vulnerables.

Sin embargo, primeramente, antes de lograr modificar un sistema que genere oportunidades para todos y todas es preciso cambiar el relato de la pobreza y desigualdad.

En esta línea, la pobreza no existe como definición hacia un grupo de personas o población sino que lo que realmente es definible es la desigualdad ya que no hay un mecanismo que convierte a los seres y países en pobres pero si en desiguales; y ese mecanismo se llama el sistema actual (capitalista).

La gente y las naciones no son pobres porque quieran serlo o se lo merezcan, ésta realidad no existe si no que todo se basa en un sistema inequitativo perfectamente orquestado por los países victoriosos en recursos. Ellos diseñaron unas reglas del juego socioeconómicos que, por un lado, hace que se perpetúe sus privilegios; y, por otro lado, los países del Norte expolia los recursos de los países del sur y para justificar sus actos les obsequia con una limosna (más o menos, te robo 10 y te regalo 1).

A partir de esa dinámica de mantenimiento de privilegios y adquisición por la fuerza de recursos, convinieron crear, destacar y visibilizar el concepto de pobreza a toda costa con la intención de esconder la desigualdad. Con ello, se aseguraban salvaguardar sus intereses.

En este contexto, crearon un relato de la pobreza dónde todos le creímos obedeciendo que las personas son pobres porque se lo han originado ellos mismos; y, por ello, como el norte es un buen samaritano le concede unas limosna acumulando así más capital y alimentando su ego de “buena persona”. De esta manera, la élite conseguía silenciar la desigualdad con el fin de mantener sus privilegios mientras la mayoría habita en la miseria. Del mismo modo, también son muy conscientes que para alcanzar que todos y todas tengan las mismas oportunidades (de vivienda, laborales, servicios financieros, educativos, sanitarios y tecnológicos, entre otros) deben repartir la tarta de los recursos; y me parece a mi que eso no lo van a permitir.

Por ello, ni Andalucía ni Latinoamérica ni las personas son pobres sino desiguales y dependiendo del nivel de ésta se puede vislumbrar casos que muchos ciudadanos y ciudadanas no tienen ni para llenar el frigorífico ni saciar así sus barrigas.

También, hubo un momento, que nos creímos el discurso por parte de la cúspide que todo dependía de la “meritocracia”. Es decir, las personas avanzaban en su estatus económico, no basándose en su situación económica, racial, étnica, geográfica, orientación sexual o edad, sino en sus propios logro a golpe de trabajo y esfuerzo acompañado de un sano Estado del Bienestar que te dotaba de una cobertura adecuada en educación, sanidad y servicios sociales.

Pasó el tiempo, y el sueño de la meritocracia cayó de la misma manera, como vemos hoy, que lo hace el Estado del Bienestar. Además,  para paliar la última crisis del 2008 todos los Estados, considerados “desarrollados“ potenció durante lustros políticas de austeridad que lo único que ha servido ha sido, por una parte, que los ricos se hagan más ricos y, por otra parte, polarización social, auge de los totalitarismos, mayores conflictos bélicos, descréditos popular de las democracias y desafección por parte de un sector importante de la política. Es decir, nos ha empujado a una desigualdad atroz junto a un cambio climático sin frenos.

Por tanto, una persona que no tiene trabajo no es pobre sino desigual; una persona que vive en la calle no es pobre sino desigual; una persona que no tiene recursos en sus bolsillos no es pobre sino desigual; una persona que emigra porque su país se encuentra en guerra no es pobre sino desigual; una persona que no tiene luz en su casa no es pobre sino desigual; un barrio marginado no es pobre sino desigual; una pandilla que está en la cola de un banco de alimento no es pobre sino desigual; una persona que es desahuciada no es pobre sino desigual; una mujer con dificultades en encontrar trabajo no es pobre sino desigual; un joven sin futuro no es pobre sino desigual.

Cómo va a ser pobre tanto Andalucía como Latinoamérica o África si cuentan con una gran abundancia y diversidad de recursos naturales de extensos litorales, tierras fértiles y un agradable clima. Pues la respuesta reside que tales recursos han sido explotados de manera inequitativa y los beneficios generados han sido repartidos para unos pocos fomentando así una falta de acceso a oportunidades de empleo y de precariedad laboral que afectan a amplias capas de la sociedad.

Si a lo anterior le sumamos, específicamente en el caso andaluz,  una distribución desigual de las inversiones en infraestructuras y desarrollo económico en Andalucía (mucho a Sevilla y poco para Almería), por parte del centralismo, la desigualdad se perpetúa. Así, las políticas económicas y sociales implementadas, desde la transición, en la región han sido insuficientes para reducir las desigualdades. De esta manera, la convergencia socioeconómica entre las diferentes regiones españolas jamás existió y tampoco creo que fuera un propósito real como queda demostrado después de más de cuarenta años de Constitución: ¿todos somos iguales ante la ley?

En resumen, Andalucía y nuestros hermanos de Latinoamérica  no son pobres, sino que sufren de una profunda desigualdad socioeconómica totalmente planificada para mantener las prebendas de la minoría de siempre. Sin embargo, para superar esta situación, es necesario antes de implementar políticas que promuevan la igualdad de oportunidades combatir el relato de que la pobreza no existe si no lo que realmente habita es la desigualdad.

Por cierto, nadie debería llamar calle su hogar y, en caso, que eso ocurra no es porque eres pobre sino desigual.

X la revolución de los desiguales…

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1 COMENTARIO

  1. Los anduces hace varios años q decidieron cambiar sus votos. Seguro q los ERE tuvieron mucho q ver. La entrada de vox se produjo en esa gran CA. Y m parece bien. Pero en España y varias CC AA, lo d la corrupcion sistemàtica y de gran magnitud dl pp, no pasa factura. El pp partido mas corrupto de la historia de España en dos siglos no se ve afectado x sus actos criminales. Lxs andulucxs tienen buena memoria. El resto de españolxs parece en gran mayoria q no la tiene. Xq?.

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