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“Bergoglio no soñaba con ser Papa, sino con ser Perón”

El escritor y periodista Jorge Fernández Díaz radiografía en el thriller ‘La traición’ la realidad política actual de Argentina, con el peso que aún soporta del omnipresente peronismo

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análisis

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El experimentado periodista y escritor bonaerense Jorge Fernández Díaz vuelve por tercera vez con el agente Remil, en una exitosa saga policiaca iniciada en 2015 con El puñal, también publicada por Destino. En La traición, el también académico de las letras del país andino nos sitúa en la Argentina actual del papa Bergoglio, que también tiene su peso en esta historia, para enhebrar una absorbente trama a tres bandas entre el poder del Vaticano, la corrupción siempre presente de la clase política argentina y el falso progresismo.

¿Cómo es esa Argentina actual que usted refleja en La traición? 

Esta novela camina directamente sobre el filo de la actualidad, con los riesgos que eso conlleva. La acción transcurre, en verdad, hace unos tres años, cuando gobernaba un gobierno no peronista y el kirchnerismo asociado con la izquierda más dura intentaba destituirlo. El kirchnerismo es un caciquismo aldeano que había desarrollado una autocracia en la provincia de Santa Cruz. Cuando los Kirchner, que no tenían ideología, acceden a la Presidencia de la Nación adoptan un discurso presuntamente izquierdista, basado en los “ideales” de la generación revolucionaria de los años 70. Pasaron a glorificar a Montoneros y a adulterar la historia, y a exaltar la lucha de esa generación desde el Estado, los medios públicos, las escuelas y las universidades. Es como si en los colegios de España se glorificara la “épica” de ETA, o en Italia, las andanzas de las Brigadas Rojas. Cuando llegó al Gobierno una fuerza que no era peronista, el kirchnerismo y sus aliados comenzaron a tratar de instalar falacias, como que gobernaba la “dictadura” y que ellos debían encarnar la “resistencia”. En algunos casos, con la anuencia implícita o explícita de la Iglesia de Bergoglio. Este es el contexto en que suceden los acontecimientos de La traición. Que toma ese estado de enajenación y lo convierte en un thriller político.  

“Pocos saben en Europa que el papa Francisco opera día y noche en la política doméstica de su país”

El agente Remil vuelve a la acción por tercera vez en sus novelas. ¿Augura una larga y fructífera convivencia con él? 

Nunca sé qué ocurrirá con Remil. Es él quien toma las riendas, se presenta con un tema y me impone su voluntad.  

¿Cuando la corrupción entra en la clase política desaparecen las izquierdas y las derechas, o también existen distinciones a este nivel?  

En esta novela hay mucho sarcasmo, y del políticamente incorrecto. Porque las “vacas sagradas” del falso progresismo son descritas de manera impiadosa. Digo que ése es un falso progresismo porque no cree en el progreso, porque relativiza la corrupción y porque se asoció con populistas autoritarios. Aún mantiene, sin embargo, un cierto prestigio en ámbitos culturales, siempre dispuestos a encontrarle una alternativa a la democracia por el lado del autoritarismo. El opio de los intelectuales, como lo caracterizaba Aron. 

La realidad más lacerante y cercana suele estar reflejada en sus ficciones. ¿Cualquier ficción siempre es menos inquietante que la realidad? 

Por supuesto. Incluso a menudo la realidad es insufriblemente inverosímil. Pero yo utilizo la ficción para saltar la barrera que me coloca el periodismo. Los periodistas solo podemos publicar lo que podemos probar. Pero sabemos mucho más. Sabemos cómo funciona de verdad la trastienda del poder cuando las luces se apagan, las máscaras se caen y prevalece la ambición, y en la Argentina, un sistema inarticulado de mafias. La ficción a veces cuenta mejor que los periódicos esa realidad indecible. 

“A menudo la realidad es insufriblemente inverosímil”

Su Santidad y paisano Bergoglio ocupa un lugar de excepción en la trama de La traición. ¿Simple provocación literaria o quiere ir más allá? 

Pocos saben en Europa que el papa Francisco opera día y noche en la política doméstica de su país. Y que ha sido el ideólogo de este cuarto gobierno kirchnerista. Tampoco saben que Bergoglio no soñaba con ser Papa, sino con ser Perón, para quien militó durante años. Ese fue el germen de la trama. Bergoglio recibe en el Vaticano personajes poco recomendables y se saca fotos con ellos. De ahí partió la idea inicial de la novela. ¿Qué pasaría si un ex guerrillero, devenido “referente social”, que visita mucho al Papa, se tomara la mentira colectiva como verdad y pensara que es el momento de hacer un acto insurreccional contra ese gobierno democrático al que alucinadamente consideran una “dictadura”?  No crea usted que se esta hipótesis se trata de un delirio. Ya ocurrió en la Argentina de los años 80 un episodio similar, y fue un baño de sangre. Un amigo del Papa, en la novela, se da cuenta de que este ex guerrillero va a cometer una locura y que puede mancharle a Bergoglio la sotana, así que contrata a un servicio secreto paralelo para impedirlo. Es ahí donde Remil entra acción.  

¿Realmente es tan grande e inabarcable el poder de la Iglesia católica a todos los niveles, políticos, sociales y económicos? 

Sí, es muy grande. Y en la Argentina, con Bergoglio convertido en Papa y su nacionalismo católico, juega en la primera línea.  

¿Por qué muchas protagonistas femeninas de los thrillers son “inquietantes” y los masculinos suelen ser directamente “malvados” o víctimas? 

Bueno, en mis thrillers las mujeres se saltan el arquetipo de la femme fatale. Todas ellas son fascinantes y enigmáticas. Algunas son incluso depredadoras, aunque siempre vulnerables; otras son simplemente valientes. Juegan un papel decisivo en las tres novelas, y Remil intenta protegerlas y muchas veces acaba enredado en sus telarañas. Cuido mucho la construcción de construir esos personajes femeninos, y considero que son esenciales en mi literatura. También lo son los múltiples factores emocionales que mueven a los personajes en general, y que a veces son narrados con la técnica de la punta del iceberg (apenas un esbozo que sugiera lo mucho que hay por debajo de la superficie). La fuerte empatía que siente el lector con Remil, que es un criminal de los servicios de Inteligencia y por lo tanto una persona de conducta altamente cuestionable, tiene que ver con que acusa algunas de mis propias emociones: la obsesión amorosa, el hecho de que el propio padre lo dé a uno por perdido, la guerra entre papá y mamá que yo viví en mi propia casa. Remil es humano y es despiadado, y trabaja para el Estado. Es un héroe de la nueva novela policial latinoamericana. Un héroe infame.  

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