Coloridas y sabrosas son las tapas en Barcelona. Chips de alcachofa, foie con manzana caramelizada, brocheta de langostinos, sabroso arroz, queso provolone, gambas a la plancha, burrata con aceite de oliva y pimienta negra, pescadito frito…
Todo regado con los mejores vermuts, cócteles únicos o delicioso Tío Pepe.
Entro al Ramiro II, en plaça de Catalunya, vestida de chófer, para recoger a Martín Domecq, que viste chándal con la bandera española, está ya contento de tapas y de cava, y dice apoyado a duras penas en la barra:
─Esto no está mal, pero donde se ponga Jerez…
Uno de los lugareños le dice:
─¿Y por qué no te vas a Jerez?
─¡CATALUÑA ES ESPAÑA!
La gente le increpa. El dueño le pide que se vaya. Lo agarro del brazo y salimos.
─¡A la porra el procés! ─dice Martín─. ¡Que venga el ejército!
Lo meto en el Mercedes negro. La gente nos tira vasos, botellas y hasta sillas, que se estrellan en el sufrido culo del Mercedes, mientras salimos disparados.
─¿Adónde vamos? ─pregunto al volante.
─A la plaça Sant Jaume ─balbucea Domecq─. Verás cómo nos vamos a divertir.
Entramos en el Palacio de la Generalitat. Pasamos los controles. El president Tórrido accede a recibirnos en su despacho.
─¡Hombre, Quino! ─le abraza Martín─. ¿Te acuerdas de mí? De los Domecq de Jerez, que os vendíamos toda la vida vino, jamón y queso a vuestra empresa, aquí en Cataluña.
Tórrido hace una sonrisa extraña.
─Vengo a proponerte que dejes toda esta locura ─sigue Domecq, rojo de cava─. Cataluña es España y España es UNA. Te pagaremos lo que quieras. Cien millones.
El president Tórrido dice con disgusto:
─Señor Domecq, no se trata de dinero…
Martín rebobina y sigue, con el rostro lívido por el vino:
─Por supuesto que no, en la vida hay cosas más importantes. Mira qué chica te he traído. Es mi chófer. Se llama Carla. Espectacular, ¿no? Ella está dispuesta a hacerlo contigo ahora mismo. ¿Verdad, Carla?
─Claroooo ─digo.
─A Carla le encantan los tíos maduros como nosotros. Y las gambas a pares. Venga, Quino, vamos a trajinárnosla los dos en tu hermoso sofá.
Tórrido descompone el gesto. Martín Domecq se quita la chaqueta de chándal hispánico y la camiseta. Al bajarse los pantalones, su cara se vuelve pálida.
─Perdonadme, he comido demasiadas tapas. Tengo que vomitar.
Sale disparado al servicio. El president Tórrido y yo le oímos devolver a grandes arcadas durante un buen rato metido en el váter.
Tórrido llama a Seguridad. Martín vuelve del servicio, limpiándose la boca de vómitos. Huele al hedor más nauseabundo que existe.
─¡Venga, vamos a jugar los tres en el sofá! ─dice.
Le pongo mi peor cara de asco. Por suerte llegan los de Seguridad y le sacan a rastras, mientras Domecq grita:
─¡NOOOO! ¡España es UNA! ¡Cataluña es España!
El President Tórrido sonríe divertido. Le pregunto:
─¿Y a mí no me lleva Seguridad?
─No tan deprisa. Podemos charlar…
Me señala el maldito sofá. Llama a sus mayordomos: En seguida traen botellas de Vermut rojo, Freixenet en hielo, salmón con nata y verduras, caviar iraní con vodka.
Sentados en el sofá, me dice:
─¿Caviar o salmón?
─Odio el vodka y el salmón me parece asqueroso.
─Así me gusta, una chica con personalidad ─hace señas a sus mayordomos para que se vayan─. Estás muy guapa con el uniforme. Y seguro que aún más sin él.
─¿No querrá que me lo quite?
─Bebería este Vermut de tus labios. Sorbería el Freixenet entre tus pechos. Seguro que tienes unos pechos tan bonitos como tus labios.
Se me echa encima. Le empujo hacia atrás.
─¡Señor President! ¿Qué pensarán los de Seguridad que nos ven desde sus cámaras? Piense en Catalunya y su misión.
─¡A la porra la misión! Me gustas TÚ.
Me abraza e intenta magrearme las tetas. Le suelto una buena HOSTIA. El señor Tórrido me mira desconcertado. Hace tiempo que nadie le pone en su sitio.
─Yo también he venido para algo ─le digo─. Todo esto forma parte de un plan.
─¿Qué plan? ─se acaricia la mejilla lastimada.
─Traigo instrucciones del Gobierno. Ya sabe, Madrid.
─¿Pero tú…?
─Trabajo para el CNI. El nuevo gobierno está dispuesto a negociar una mejor Financiación. Madrid quiere dialogar de todo, pero con discreción y garantías.
Tórrido se levanta muy contento y dice:
─Prepárate, tía maciza. Te voy a comer entera como a un Panellet.