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Consecuencias geoestratégicas de la derrota de los armenios en Nagorno Karabaj

Armenia pierde quizá para siempre a uno de sus territorios históricos, el enclave de Nagorno Karabaj, un lugar con un gran significado religioso y espiritual para el pueblo armenio. Este enclave está repleto de iglesias y monasterios que constituyen parte de la herencia milenaria de esta nación

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análisis

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El conflicto de Nagorno Karabaj parece haber concluido por la vía militar tras la reciente ofensiva de Azerbaiyán del pasado 19 de septiembre y la rendición de Armenia frente a sus sempiternos enemigos, los azeríes.

Sin embargo, la entrega de Nagorno Karabaj a Azerbaiyán tampoco es la garantía de que vaya a reinar la paz en la región definitivamente y el Cáucaso, en manos turcas y azeríes, puede convertirse en un polvorín en un futuro próximo. El exultante triunfo azerí puede llevarles a nuevas aventuras militares contra Armenia e intentar recuperar el corredor de Zangeur, que une a Azerbaiyán con su enclave de Najicheván, encajonado entre Turquía y territorio armenio.

La Unión Europea (UE) y los Estados Unidos, enfrascados en la guerra de Ucrania y en sus disputas con China, han preferido mirar para otro lado en la reciente crisis y dejar que Ankara se abra paso en esta región, mientras que Rusia le pasa la factura a los armenios por su acercamiento a la UE y la OTAN al tiempo que pierde influencia regional. Estas son las principales consecuencias que se pueden extraer de la última gran derrota de los armenios:

  1. Armenia no ha querido dar la batalla por Nagorno Karabaj y enfrascarse en una nueva guerra, que, como la acontecida en el 2020, estaba perdida de antemano. El reconocimiento de la soberanía de Azerbaiyán sobre el enclave de Nagorno Karabaj por parte del primer ministro de Armenia, Nikol Pashinián, fue el pistoletazo de salida para la exitosa operación militar de los azeríes llevada a cabo el 19 de septiembre y que desembocó en la rendición los armenios de este territorio;

2.Rusia, cuyas fuerzas de pacificación teóricamente velaban por mantener el status quo adoptado por los acuerdos firmados tras la guerra de 2020, no ha movido ni un dedo por sus supuestos aliados armenios ni ha intentado proteger a los más de 120.000 armenios que todavía viven en Nagorno Karabaj y que desde diciembre de 2022 sufren el bloqueo de las comunicaciones con Armenia, a través del corredor de Lachín, por parte de los azeríes, sufriendo lo indecible debido a la falta de alimentos, medicinas y todo tipo de suministros;

3.En términos geopolíticos, si Armenia firma la paz definitiva con Azerbaiyán, aun a costa de sacrificar el territorio de Nagorno Karabaj y abandonar a sus habitantes a su suerte, asistiremos a una nueva recomposición del Cáucaso en donde Rusia pierde su capacidad de influencia y Turquía confirma su liderazgo en la región;

4.Más allá de las protestas contra el ejecutivo armenio en Ereván y la “traición” de su primer ministro, Pashinián, asistimos a un giro radical en la política exterior de Armenia, que orienta cada vez más sus pasos hacia Occidente y se aleja de Rusia. La puerta de Europa para Armenia pasa, paradójicamente, por su enemigo secular, Turquía, y el camino hacia la plena reintegración de este pequeño país en las estructuras occidentales está plagado de riesgos y desafío. El 45% de las exportaciones armenias están destinadas hacia Rusia, que podría hacer valer sus cartas en este “juego” caucásico con duros aranceles a los productos armenios, y Azerbaiyán sigue manteniendo sus apetencias territoriales sobre Armenia, como el demandado corredor de Zangeur, que une a este país con el aislado enclave de Najicheván;

5.Aparte de los cambios geoestratégicos que están operando en esta región, queda meridianamente claro que Nagorno Karabaj desaparece como “país” y que la comunidad internacional, incluyendo a todo Occidente, ha aceptado, de facto, las realidades sobre el terreno y la definitiva reintegración de este pequeño enclave en Azerbaiyán. Sus habitantes, en pleno éxodo hacia Armenia, han sido sacrificados en aras de la supervivencia de un Estado armenio abandonado por todos, incluyendo a su aliada Rusia, que todavía mantiene tropas y asesores en este país, y rodeado de enemigos muy superiores en términos militares, como Turquía y Azerbaiyán;

6.El riesgo de nuevas “turbulencias” y crisis sigue presente en la región, pese a la definitiva resolución por la vía militar del contencioso de Nagorno Karabaj, y la victoria de Azerbaiyán en el litigio no significa el fin de los conflictos entre este país y Armenia. En los últimos años, los enfrentamientos militares entre armenios y azeríes en la frontera entre ambos países han sido frecuentes y la demarcación definitiva de la frontera sigue pendiente entre ambos Estados. La superioridad militar de Azerbaiyán, que ocupa pequeños territorios en Armenia, puede llevar a una nueva guerra entre ambos países, dadas las apetencias territoriales de las autoridades de Bakú. Sin embargo, si sellará un Tratado de paz entre Armenia con Turquía y Azerbaiyán la región podría entrar en una nueva era de desarrollo y con un liderazgo indiscutible de Ankara en la misma sin discusión. Erdogan tendrá que elegir entre dejar dar rienda suelta al expansionismo militar azerí o forjar nuevas alianzas, incluyendo a Armenia en las mismas, con el fin de dotar a Turquía de una proyección regional que tendrá consecuencias globales;

  1. Armenia entra en una fase de inestabilidad creciente provocada por las protestas contra el primer ministro, al que se le acusa de haber traicionado a los armenios de Nagorno Karabaj, y por la casi segura oleada migratoria procedente de Nagorno tras la anexión del enclave por parte de Azerbaiyán. Ya han llegado unos 7.000 refugiados en apenas unos días y las previsiones son que la cifra se eleve a más de 40.000 en las próximas semanas. Los armenios del enclave, junto con una buena parte de la opinión pública armenia, nunca perdonarán a Pashinián haber reconocido la soberanía territorial de Nagorno Karabaj a Azerbaiyán en los días previos al ataque azerí del 19 de septiembre. Incluso Rusia, que ha jugado a dos barajas en la crisis, reconoció la soberanía azerí del enclave una vez que ya lo había hecho Armenia y aceptando las realidades sobre el terreno, es decir, la victoria azerí sobre las fuerzas armenias que defendían el enclave en apenas horas.
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