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Decidir cuándo morir

Gonzalo Osés
Gonzalo Oséshttp://www.gonzalooses.es
Soy abre puertas, se me da bien conectar necesidades con soluciones. Me rijo por tres frases: la de mi madre “la vergüenza pasa y el provecho queda en casa”; la de mi padre, “la persona más feliz es la que menos necesidades tiene”; y la mía, “para crear valor hay que tener valor”. En plan profesional, soy FEO (Facilito Estrategias Operativas), cofundador de Xaudable, conecto innovación con el mercado, mentor y docente en @eoi y @SEK_lab. Emprendedor con mi startup de comida rápida saludable. Autor libro “abre puertas, cómo vender a empresas”. Miembro de @Covidwarriors. En otras décadas organicé en IFEMA la feria Casa Pasarela y fui gerente de un concesionario oficial en Madrid de motos Honda. Licenciado en Dirección y Administración de empresas por CEU San Pablo, diplomado en diseño industrial por IED (Instituto Europeo Di Design), master de comunicación aplicada en Instituto HUNE.
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análisis

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Si al nacer empezamos a morir, ¿para qué no podemos decidir cuándo fallecer sin causar dolor ni a nosotros mismos, ni a nuestro entorno?

En la India, los hindúes creen que si mueren en la ciudad sagrada de Varanasi, romperán el ciclo de muerte y renacimiento, al ir directamente al Nirvana.

Hace 8 años, conocí a José Cordeiro y su mantra “La muerte de la muerte”. Con los actuales avances en Inteligencia Artificial, puede que venzamos la enfermedad del envejecimiento en 24 años. Lo cual, quizá, genere un cisma en el proceso de encarnación del universo.

Somos seres de luz que nos encarnamos en la pantalla del juego que es la vida actual, para amarnos al amar a los demás tal como son sin cambiarlos, al ayudarles materializando nuestros dones innatos, ya sea de corazón, o alquilando nuestros talentos innatos por un sueldo que pague las necesidades materiales del templo en el que nos encarnamos. Mientras, nuestras energías se expanden y conectan formando una unidad universal.

Moralmente a los humanos se nos ha prohibido decidir cuándo acabar con nuestra vida, al ser unidades energéticas útiles para un fin universal, y en muchos casos, mera mano de obra laboral para asegurar el sistema de pensiones.

Los humanos que debido a un dolor real, su mente elige sufrir, y hacerlo de tal forma que les resulte tan insoportable su existencia, que su mente no encuentra otra salida que no sea armarse de valor, para ejercer su libertad de poner fin a su vida, y con ello su sufrimiento. A los humanos que consiguen poner fin a sus vidas, de momento, no recuerdo cómo se modula la vibración de la frecuencia de sus almas, cuando lo recuerde te lo cuento.

Para los humanos que intentan poner fin a sus vidas debido a un insoportable sufrimiento inventado por su mente, pero no lo logran acabar con su vida, puede que sea porque su tiempo en esta vida no ha acabado, y con un poco de empatía hacia ellos consiguen transmutar su dolor en enseñanzas para los demás, como es el caso de un ser de luz que conozco personalmente y del cual aprendo.

Por otra parte, la vida de mis nonagenarios y vitalistas padres, se sostiene por las 7 pastillas que toman diariamente cada uno; la dieta saludable que impongo para controlar la tensión; que me cedan las tareas rutinarias de la casa; las partidas de dominó, donde me suelen ganar; y sobre todo, cómo se regalan cada día amor, en sus largos y apasionados paseos matutinos, donde con una mirada se lo dicen todo, tras medio siglo de armoniosa convivencia.

Cada atardecer, al contemplar a mis padres despidiendo en silencio al sol, me pregunto si personas como ellas, que se han realizado plenamente al dedicar sus vidas a ayudar a miles de personas desde el infinito amor al diferente, si podrían en plenas facultades mentales, emocionales y espirituales, elegir cuándo dejar de respirar oxígeno, de mutuo acuerdo con su alma, su cuerpo astral y su ser. Antes de perder facultades que les releguen a ser una mera comparsa de su vida. Sin necesidad de que lleguen a una situación donde sientan dolor de forma extrema, donde se les activaría la eutanasia, o el testamento vital, como ya ocurrió hace un año con mi padre.

Si cada humano pudiera desconectarse de la vida de forma natural sin dañar su cuerpo, convertiríamos un penoso duelo en una gran fiesta cuál homenaje a su entregada y amorosa vida. A la par, que despedirnos contándonos lo importante antes de acabar el juego. Así como, facilitar el trabajo de los psicopompos que ayudan a las almas a dejar la dimensión vital y seguir su camino. Mientras los que nos quedamos aprendemos a dejar ir con libros como «La pérdida de un ser querido» de Vicente Prieto.

GO!

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