domingo, 28abril, 2024
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Egocracia

Jesús Ausín
Jesús Ausín
Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.
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análisis

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Una noche tórrida más. Una nueva noche de ventanas abiertas de par en par esperando esa brisa que nunca llega. Y el sonido de los putos perros ladrando toda la noche. Una vuelta sobre la cama, y luego otra, y otra,… Imposible conciliar el sueño. Y aún estando de vacaciones, la vida comienza a ser una pesadilla. Porque a las seis de la mañana ya comienza la actividad en la aldea. El vecino con el tractor y la pala, los gallos que cantan, las ovejas, las vacas, aldeanos que van y vienen con sus Mobilettes de escape libre a la huerta, los pequeños tractores y motoazadas con las que esponjan la tierra dónde crecen las patatas, tomates y pimientos. Porque con estos días de calor, la vida se hace insoportable al retestero entre las once de la mañana y las siete de la tarde. Por eso la gente adelanta sus quehaceres. Por eso, la noche es corta pero interminable cuando no puedes pegar ojo, ni descansar a gusto.

Cansado de dar vueltas sobre la cama, decide salir a observar dónde coño están los putos perros que no dejan de ladrar. No entiende por qué a su dueño no le molestan y por qué no les manda callar. Así que Sisenando, Nando para conocidos, familiares y amigos, se levanta de la cama, se pone un pantalón corto, una camiseta, se calza unas chanclas y decide salir a dar una vuelta por los alrededores intentando captar la procedencia exacta de los animales para poder llamar al timbre de la puerta de la casa y decirle cuatro cosas al dueño. Casi está seguro de que son los perros de los jipis. Una pareja extraña que ha alquilado una casa cerca, que no van nunca al bar, que visten de forma rara y tienen dos enormes perros de los considerados peligrosos. Sale a la calle y sigue el sonido de los ladridos continuos y constantes. Pasa las primeras casas, luego los chalets (dónde Nando creía que estaban los dos animales) y los sonidos no vienen de allí. Están más lejos, aunque con el silencio de la noche y la calle por la que pasea enfilando justo hacia su ventana, acostado parecía que estaban rodeando la cama. Sigue andando despacio, sin prisas. El calor sigue siendo intenso, pero a la una de la mañana se está bien en la calle. Sigue observando los alrededores. Los ladridos le llegan cada ve más nítidamente. Pasa las bodegas y las últimas casas del casco urbano y los perros ahora se oyen a su izquierda. Allí no hay nada, salvo un antiguo huerto que han vallado. Se acerca sigilosamente y en cuanto pone la oreja pegada a la alambrada cegada por un cañizo de plástico desde el interior, dos perros de caza, uno de medio tamaño y otro más pequeño, se lo quieren comer. Se han vuelto locos como si alguien les estuviera pinchando con una aguijada desde dentro.

El sonido del tractor y las voces de su vecino les despiertan. Sólo son las siete de la mañana. Una nueva noche casi en vela y otro día de calor que pasará arrastrando su cuerpo.

A las diez, suena, a lo lejos, el pitido del panadero. Hay que salir pronto y esperar porque siempre va con prisa y si no estás, te quedas sin pan. Todos los días los cuatro vecinos de la parada hacen corrillo. Mientras esperan, hablan del calor, de la cosecha, del tiempo, o de cualquier cosa. Al llegar Nando al corrillo, los perros comienzan de nuevo su letanía desafinada. La señora Tomasa, comenta que es un suplicio tener que aguantar todas las noches el ladrido de los dichosos perros. Nando asiente. No está muy hablador. La tía Rufa despotrica y dice que no hay derecho a que los veraneantes vengan al pueblo a montar cisco con sus animales y no dejen descansar a los nativos. A Nando, entonces, le empieza a subir la sangre a la cabeza. No da crédito a lo que escucha. La tía Rufa sigue con su perorata recriminatoria. La señora Tomasa, que ve como Nando está a punto de explotar, sonríe maliciosamente. Y entonces, Nando, no puede más y le espeta a la tía Rufa que efectivamente no hay derecho a que un sinvergüenza tenga dos perros de caza, nadie sabe para qué, que estén todas las putas noches ladrando sin parar, no dejando descansar a los vecinos pero que el sinvergüenza no es veraneante sino su hijo Luis Carlos. Rufa, tartamudea y pregunta incrédula, ¿mi hijo? Y Nando le cuenta lo sucedido la noche anterior.

Y entonces la Tía Rufa, dice que tampoco es para tanto. Que los perros no molestan tanto y que si ladran es porque alguien merodea por la huerta de su hijo. O que tal vez haya corzos por allí o alimañas y que por eso se ponen nerviosos. Pero que no es para ponerse así. Porque además su hijo es vecino del pueblo y a él también le molestarían si de verdad estuvieran toda la noche dando por saco.

El hijo de la tía Rufa vive en la otra punta del pueblo. Y le llaman el furtivo.

*****

Egocracia

A principios de la semana pasada, nos íbamos a dormir con la noticia de que un misil, todos los medios de desinformación, manipulación y adoctrinamiento, apuntaban que de procedencia rusa, había matado a dos civiles polacos. Enseguida el gobierno fascista de Polonia comenzó a insinuar que la OTAN debería poner en marcha lo que dice su artículo 5 y declarar la guerra al país que preside Putin. Los americanos, que son los enredas principales de este conflicto en modo alcahuete, que quieren que la guerra dure todo lo posible, entre otras cosas para seguir arruinando una Europa a la que después ayudar para así, como ya hicieron con el Plan Marshall, poder volver a revitalizar su depauperada economía, sin embargo, no quieren entrar en el conflicto de forma “oficial” y enseguida la Casa Blanca, hizo ver al resto del imperio que no era conveniente que el misil fuera ruso y por tanto dijo que “tenía sus dudas”. Luego supimos que, como en otras ocasiones, el misil procedía de Ucrania. Y entonces, vimos como todos aquellos mamelucos que se dedican a loar al imperio para poder tener una casa con piscina, comida y bebida en abundancia, un coche o varios de alta gama y un colegio elitista para sus vástagos, comenzaron a quitarle importancia a los dos muertos polacos que la noche anterior eran mártires a los que había que vengar y a media mañana del día siguiente, daños colaterales sin importancia. Como decía un tuitero “los dos muertos de Polonia, respiran tranquilos al saber que el misil que los mató era ucraniano”.

Me resulta altamente tóxica esta hipocresía que soportamos diariamente. En la guerra sólo nos importan los muertos si son del bando correcto. En la vida, solo nos importa aquello que nos afecta personalmente. A algunos les preocupa que Rusia no respete los DDHH en Ucrania, pero no les interesa que Ucrania ate con plásticos de embalar a sus ciudadanos desnudos a postes y farolas, ni que asesine a sangre fría a prisioneros rusos, ni que Israel esté provocando un genocidio en Palestina, ni que en Cátar hayan muerto 15.000 trabajadores en la construcción de los campos del mundial de fútbol con condiciones de trabajo a 60 grados, ni que Arabia Saudí, con ayuda de USA y de la UE esté masacrando a miles de yemeníes, ni que en Canadá se legalice la eutanasia para los pobres, o que en USA haya más de 2 millones de personas adictas al Fentanilo, un potente analgésico que recetan sin control y que acaba convirtiendo a las personas en zombis o muertos vivientes. Igualmente, me resulta indecente que muchos crean que efectivamente Rusia no es la URSS, pero que no vean que occidente sigue siendo la misma mierda que llegaba a África en busca de esclavos para venderlos en América, que acabó colonizando el continente negro en busca de recursos y que, a base de generar pobreza allí, agrandó exponencialmente los bienes de sus ciudadanos. La misma mierda blanca y elitista que creó, soportó y aleccionó el fascismo y el nazismo hasta que vieron peligrar el statu quo de los oligarcas.  Ahora, todos dicen creer y respetar los derechos humanos y ser conscientes de la gravedad del cambio climático, pero se quejan y les parece indignante que una pobre trabajadora sudamericana les pida 800 euros al mes y dos días libres por cuidar de sus ancianos y si pueden, las acaban explotando debido a la necesidad.

La Europa que cree en la ecología pero que, por la cabezonería de sus dirigentes, la pasividad de sus ciudadanos, el interés de sus oligarcas y el negocio del imperio, ven como los precios de los bienes de consumo se han elevado tanto que han empezado a declarar como “verde” hasta el uso del carbón, el combustible más contaminante y perjudicial para el medioambiente. Porque el problema de fondo sigue sin verse. La nebulosa del capitalismo consumista es el árbol que no deja ver el bosque. Todo el mundo, o al menos una gran mayoría, parece ser consciente de que efectivamente el cambio climático existe y que es un problema. Pero, a su vez, la mayor parte de ese mundo cree que esto es pasajero y que, en pocos años, si se hace algo (aunque desconocen qué y no están dispuestos a variar nada su forma de vida), todo volverá a ser como en 2017. No son conscientes de que el conflicto provocado por USA en Ucrania, sólo ha acelerado lo inevitable. Nada volverá a ser como antes. El petróleo llegó hace mucho tiempo a su punto máximo ( el peak oil que determinó Hubbert), y por tanto, cada vez será más escaso y más caro. O nos hacemos a la idea de que pronto, la mayoría de nosotros no podremos pagar la gasolina y el gasóleo y que estos elementos energéticos podrán ser sólo utilizados por los profesionales a base de subvencionar su precio para ellos, o acabaremos pasándolo muy mal. Y que tampoco el coche eléctrico podrá sustituir 100 % al coche de combustión, ni siquiera el 50 %. Porque ni hay componentes para sustituir 1.200 millones de coches que hay en el mundo, ni electricidad para cargarlos. Y el Hidrógeno, que los dirigentes venden como el maná del futuro, sólo es un cuento chino dedicado a que los grandes constructores de coches, eléctricas y petroleras, sigan manteniendo sus ganancias y a sus trabajadores a base de subvenciones públicas.

En un mundo dónde el individuo es lo único importante, donde el yo está por encima de todo lo demás, convirtiendo los caprichos y los actos habituales en derechos, como dice la desequilibrada que preside la Comunidad de Madrid, derecho al turismo, al bar, a la utilización de la vía pública para uso particular, etc., o como creen la mayoría de las personas de este país que coger un autobús o un metro aunque haya huelga o medio metro de nieve es un derecho inalienable comparable al derecho a la vida o al de huelga, la conciencia social se hace irrelevante. Nos movemos por intereses egoístas y creemos ciegamente que todo lo que pensamos es verdad absoluta. Y cuando nos vemos sorprendidos por una lógica social aplastante, entonces quitamos importancia hasta a los criminales de guerra.

O comenzamos a ser conscientes de que el turismo es una actividad que no nos podemos permitir (cambio climático, uso intensivo de combustibles fósiles, polución, CO2, etc.), que los coches de propiedad individual, son un elemento de consumo a extinguir, que el crecimiento continuo de la economía occidental es imposible y que o decrecemos de forma ordenada o al final todo llegará de forma caótica y desenfrenada. Y todos sabemos que a río revuelto, son los peces y no los pescadores los que acaban muriendo.

Salud, ecología, feminismo, república y más escuelas  públicas y laicas.

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