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El Camino hacia la igualdad está en sus primeros pasos y no va a parar

David Casarejos
David Casarejos
Presidente de la Comisión de Derechos Civiles y Participación en el CGCEE Presidente del Consejo de Residentes de Manchester (CREeCUK)
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análisis

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Para alguien nacido antes de los ’80, el aluvión de cambios sociales en nuestras sociedades, especialmente en los últimos 15 años, ha provocado un progreso en nuestra manera de pensar y valores.

Todo este avance logrado y el progreso hacia una sociedad mejor ha sido aplaudido a la vez que adoptado por una gran parte de la sociedad que se ha sumado a aceptar que vivimos en un mundo diverso, plural, y sin las ataduras morales que desde ciertos estamentos políticos, religiosos y sociales se nos habían impuesto.

En mi infancia, sin interés en juzgar tiempos pasados, se normalizaban comportamientos aberrantes en multitud de momentos cotidianos.

Los fumadores pasivos éramos mayoría y a nadie se le ocurría evitar fumar en una habitación cerrada con niños y niñas, y hasta hace relativamente poco volvíamos de fiesta con la ropa apestando a humo por la permisividad de la sociedad hacia los privilegios de los fumadores.

El contenido televisivo y gran parte de los cómicos basaban sus espectáculos en una forma de ver el mundo que era misógina, homófoba y racista. Muchos de estos “cómicos” han pasado de una popularidad inmensa a un casi anonimato bien merecido.

La sociedad ha avanzado y ahora se horroriza juzgando actitudes pasadas, que hay que revisar, siempre con la lente de un momento histórico concreto muy diferente al actual. Esa España de los’80 a su vez se creía moderna gracias a los avances que a su vez habían logrado en la sociedad si lo comparamos con la España de mitad de siglo XX.

Todos y todas fuimos cómplices de una sociedad que miraba hacia otro lado y que se reía de la discriminación de una parte de la sociedad… Y todos somos culpables de no haber actuado ante insultos y humillaciones en los colegios, institutos o bares.

Si bien hemos avanzado y es constatable, este cambio ha de exigirse a toda la sociedad.

Ya no es una cuestión de que todo el mundo siga aprendiendo poco a poco a comportarse de manera adecuada. La sociedad en nuestro país ha tenido tiempo suficiente para aprender y adaptarse al mundo diverso que siempre hemos tenido alrededor. Igualmente, ya no es aceptable el catalogar a la gente y tratarlos de manera diferente, según fueran de una raza u otra, o de la misma religión u orientación sexual que nosotras mismas, y la tolerancia y permisividad hacia el racista, homófobo, misógino o al que discrimina por la discapacidad de otra gente ya debe de terminar.

La quita de banderas de balcones de ayuntamientos o las amenazas en mi comunidad de Castilla y León hacia un grupo parlamentario por sacar a sus ventanas una bandera arcoíris no es ninguna broma.

García Gallardo, el inepto vicepresidente de Castilla y León, ha dicho el día del Orgullo “no al trapo arcoíris que une a la plutocracia internacional” en otro de esos discursos infantiles y ridículos de la banda a la que pertenece.

Los pasos que recortaron la distancia en materia de igualdad respecto a países como Reino Unido, han sido constantes y en algunos aspectos España ha llegado a ser punta de lanza en muchas materias, siendo copiados por países de nuestro entorno con medidas de protección hacia la mujer o matrimonio entre personas del mismo género. 

No es momento de comparar en que nos ganan los de fuera y si es tiempo de reforzar y asegurar que los pasos dados al frente no se deshacen con la entrada de ultraderechistas nostálgicos y rancios en nuestras instituciones.

El líder del partido que blanquea la dictadura y amigo de Meloni, LePen y Orban decía que no celebra el Orgullo porque es heterosexual. Es curioso verle luego vestido con prendas militares y apoyar el ejército cuando ni siquiera hizo el servicio militar.

Algunos partidos no están cómodos con que haya igualdad o se trabaje hacía lograr la igualdad y no son capaces de prever el peligro y riesgos que sus actitudes provocan y las señales que están dando a los intolerantes.

Solo el rechazo hacia estas actitudes retrógradas pueden evitar problemas mayores y asegurar que sigamos avanzando, ya que hay mucho camino aún por recorrer. Este rechazo se puede hacer votando a cualquier partido que no represente el apoyo al retroceso.

También hay mucho trabajo por hacer en nuestra ciudadanía española en el exterior y asegurarnos que se adaptan a los avances que se han dado en estas materias en los últimos tiempos.

Muchos españoles nacidos en el exterior están retornando y han de conocer que España es un país que sigue trabajando por eliminar el trato discriminatorio y no es de recibo que cuando lleguen al país perpetúen comportamientos que en sus países de nacimiento aún perduran.

Hace unos años dos representantes de la emigración en países al otro lado del Atlántico quisieron bromear acerca de la orientación sexual de un representante del Gobierno, con una clara división entre quien reía el comentario homófobo y quien nos indignamos. La excusa sobre su actitud era que ”en sus países se bromeaba sobre estos temas”. Como representantes de la ciudadanía española hay un mínimo en el comportamiento que ha de ser exigido y los avances en nuestra sociedad han de ser respetados sin escudarte en sí el país donde vives es altamente misógino, racista y homófobo.

El blanqueamiento de regímenes dictatoriales y con penas de cárcel al colectivo LGTBI+ tampoco es aceptable.

Igualmente, en ocasiones el trato que se ha dado en reuniones con altos dirigentes ha diferido mucho según si trataban con un Director General o con una Directora General, con el uso de términos indignantes o actitudes reprobables.

España es el tercer país en Europa en protección de los derechos del Colectivo LGTBI+ y aunque hay indicadores como la inflación o el crecimiento económico que son más tenidos en cuenta no debemos ningunear los avances en derechos civiles.

Las elecciones pueden ser un paso más hacia el futuro o tres hacia el pasado… En nuestras manos está.

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1 COMENTARIO

  1. Hemos perdido toda la Historia de la Democracia sin conseguir elevar lo más mínimo el nivel cultural de la ciudadanía de España. Nunca fue un objetivo, nunca hubo un programa diseñado para conseguirlo. Nunca se hizo nada. La ciudadanía ha sido educada aleatoriamente por la televisión de entretenimiento, las tertulias, la publicidad, la música, internet, el porno y los videojuegos. Así que, ahora mismo, a la mayoría de la población no le parece ningún problema que retrocedamos en algún derecho o avance, que cada uno se crea que no le afecta, o crea que le afecta poco. Con tal de que le bajen los impuestos, o expulsen a algunos extranjeros, les vale la pena el cambio. Vamos camino de la catástrofe. Mujeres, extranjeros, homosexuales: movilizaos, porque nadie va a mover un dedo por vosotros.

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