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El cierre de la investigación sueca sobre la explosión del NordStream es cobarde, pero esperado

Jeffrey Brodsky
Jeffrey Brodskyhttp://jeffreyabrodsky.com/
Es el único reportero que visitó los cuatro sitios de explosión del sabotaje de Nord Stream. Escribe la sección "Un americano en España" en Diario16. Sus artículos han aparecido en Jacobin, El País, La Vanguardia (en castellano y catalán), Discourse, In These Times y The Copperfield Review, entre otros.
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análisis

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Emanaciones de gas del gasoducto Nord Stream 2 en el mar Báltico el 28 de septiembre de 2022 | Foto: Guardacostas sueco vía Newsweek

La semana pasada, las autoridades suecas anunciaron el cierre de su investigación sobre las explosiones que dañaron los gasoductos submarinos Nord Stream que transportaban gas natural ruso a Europa, alegando falta de jurisdicción. ¿Qué pasará ahora?

«Tenemos una idea de lo que ha ocurrido, y no podemos entrar en más detalles, pero nos lleva a la conclusión de que no tenemos jurisdicción», dijo Mats Ljungqvist, fiscal jefe que dirige la investigación sueca. 

Rusia es el propietario mayoritario de los gasoductos. Las empresas energéticas alemanas, junto con otras europeas, también eran propietarias parciales de los gasoductos. Alemania, que depende en gran medida del gas barato ruso, está sufriendo económicamente debido a su destrucción.

El ataque se produjo en las zonas económicas exclusivas de Suecia y Dinamarca. Berlín, Estocolmo y Copenhague iniciaron investigaciones penales por separado poco después de que se detectaran las fugas en septiembre de 2022, pero los detalles de estas indagaciones se han mantenido confidenciales. En febrero del año siguiente, Rusia y China pidieron una investigación imparcial de las Naciones Unidas, propuesta a la que se opuso Estados Unidos. 

Después de 16 meses guardando celosamente sus conclusiones, no fue ninguna sorpresa para quienes siguen la historia del sabotaje del gasoducto Nord Stream que Estocolmo se negara a proporcionar detalles significativos sobre la investigación. Se negaron a revelar al público quién era el responsable de lo que se considera el acto de sabotaje industrial más grave de la historia. Ya el pasado mes de mayo, Ljungqvist declaró que la investigación sueca pretendía “averiguar si Suecia o infraestructuras suecas han sido utilizadas para el ataque, y si hay personas que deban ser procesadas por su participación”.

El alcance extremadamente limitado de la investigación sueca desde el principio parecía ilógico, y la idea de confiar a un país con una población de unos 10 millones de habitantes la tarea de desentrañar lo que podría ser el mayor misterio geopolítico de los tiempos modernos parecía inadecuada. Aunque Suecia mantiene la opción de reabrir su investigación, el comunicado de prensa del Servicio de Seguridad Sueco anunciando la falta de hallazgos y la conclusión de la investigación estaba redactado en un lenguaje kafkiano, lo que aumenta la inquietante sensación de impotencia que rodea al caso.

“Cualquier cooperación adicional que pueda ser necesaria en este asunto no se producirá como parte de una investigación formal, sino en el marco del trabajo operativo en curso del Servicio de Seguridad Sueco”, afirma la última línea del comunicado de prensa. 

Escalofriante.

No obstante, parece que tanto Alemania como Dinamarca siguen interesadas en desenmascarar al autor. La policía danesa declaró la semana pasada que pretende facilitar más información sobre su investigación “en breve”. Por su parte, parece que los investigadores alemanes pretenden comparar los restos de explosivos hallados en partes de las tuberías recuperadas por las autoridades suecas con los descubiertos en “Andrómeda”, el velero de 15 metros sospechoso de transportar a una tripulación de seis personas “pro-ucranianas” para ejecutar el atentado. Pero la dinámica geopolítica imperante puede impedir en última instancia que ninguno de los países investigadores identifique públicamente a las partes implicadas o solicite una acusación a un juez.

Los reportajes han atribuido el ataque a Estados Unidos o a Ucrania, y ninguno de los datos obtenidos durante nuestra expedición independiente a los cuatro lugares de las explosiones, incluidas imágenes submarinas de drones, vídeos e imágenes de sonar, implican al Kremlin en el crimen. La increíble probabilidad de que el autor sea Estados Unidos o Ucrania, o ambos actuando de forma conjunta, supone una situación embarazosa para Suecia, Dinamarca y Alemania. Los tres países han apoyado incondicionalmente a Ucrania en la guerra, proporcionando miles de millones de dólares en armas. «Este año usted ha duplicado la ayuda militar de Alemania a Ucrania», elogió Biden al canciller alemán, Olaf Scholz, durante una visita reciente a la Casa Blanca.

La atribución del ataque a Ucrania en la mayoría de los reportajes tiene su origen principalmente en los principales medios de comunicación alemanes. Gran parte de esta cobertura procede de funcionarios alemanes directamente implicados en la investigación. Asimismo, los investigadores alemanes han identificado a algunos de los presuntos saboteadores que iban a bordo del “Andrómeda”, así como a la persona que supuestamente financió al menos una parte de la operación.

Si las autoridades alemanas no pueden o no quieren obtener citaciones para estas personas, no solo podría sugerir una falta de interés en descubrir la verdad, sino también poner en duda la teoría de que el sabotaje fue perpetrado por seis “prou-cranianos” a bordo del “Andromeda” mientras navegaba por el mar Báltico.

El incidente del Nord Stream constituye sin duda el acto de agresión más importante contra la UE desde su creación, con graves repercusiones en su seguridad energética y la prosperidad de los europeos. Si la UE atribuyera el sabotaje a Ucrania, equivaldría básicamente a admitir que el país al que apoya cometió un acto de guerra contra ella. Por el contrario, si se expusiera a Estados Unidos como el autor, significaría que el supuesto garante de la seguridad europea ha ejecutado un ataque contra sus protectorados ante la supuesta belicosidad rusa. Por otra parte, Suecia sigue preparándose para su próximo ingreso en la OTAN.

Estas son solo algunas razones para creer que el mundo nunca sabrá la verdad. Aun así, el público tiene motivos para exigir saber quién destruyó infraestructuras internacionales críticas valoradas en más de 20.000 millones de dólares, y el injustificable secretismo seguramente servirá también para erosionar aún más la fe de la gente tanto en la prensa dominante como en sus gobiernos.

Según una encuesta reciente, la confianza de los estadounidenses en los medios de comunicación predominantes, por ejemplo, alcanzó su nivel más bajo en 2023. Conscientes de que sus plataformas han perdido la confianza del público (y experimentando un descenso precipitado en el número de lectores), algunos editores y periodistas de los principales medios de comunicación han recurrido a la autojustificación y a la lamentación obtusa, además de someter a sus lectores a un paternalismo sermoneador. 

Buena parte de la cobertura del Nord Stream por el New York Times es un buen ejemplo. Un artículo sobre el sabotaje advertía: “Puede que a nadie le interese revelar más”.

En una línea similar, la confianza de los estadounidenses en el gobierno federal se desplomó a mínimos casi históricos en 2023. Menos del 20% expresó su confianza en que el gobierno haga sistemáticamente lo correcto, con solo un 1% indicando “casi siempre” y un 15% diciendo “la mayoría de las veces”.

En lugar de dictar lo que es mejor para el público y erigir una barrera propagandística alrededor de los hechos incómodos, un enfoque más eficaz para restaurar la confianza en el gobierno y los principales medios de comunicación sería comunicar la verdad sin blanquearla. Lamentablemente, este no es el camino adoptado por la mayoría de los gobiernos o sus colaboradores en la prensa dominante.

Ljungqvist sugirió”, afirma el New York Times, “que ahora, aunque su trabajo haya terminado, las fuerzas de la desinformación y la tergiversación sobre el caso seguirán campando a sus anchas”. 

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