Los 52 escaños que ha logrado Vox en estas elecciones generales colocan a la democracia española en una situación de extremada emergencia.

Hay analistas que culpan a la situación de Cataluña para hacer ver que el escenario tras la sentencia del procés fue la catapulta definitiva de los de Santiago Abascal, sobre todo después de los disturbios que se produjeron en la semana posterior a conocerse la decisión del Tribunal Supremo. Los votantes partidarios de la «mano dura» con el independentismo catalán habían apoyado a Ciudadanos por la dureza del discurso de Rivera tras el 1-O. Sin embargo, que el ex líder del partido naranja pidiera la aplicación del artículo 155 se quedaba corto para estas personas. ¿Ha sido Ciudadanos el responsable de este crecimiento de la ultraderecha? Ha tenido una parte importante de culpa, pero no toda.

Lo mismo se puede decir del Partido Popular con su propuesta de acabar con los disturbios a través de la Ley de Seguridad Nacional.

Abascal fue el único que exigió a Pedro Sánchez la aplicación del estado de excepción, al igual que hacía el franquismo cada vez que había algún movimiento social de lucha contra el régimen o, por supuesto, un atentado en el País Vasco.

Sin embargo, más que Cataluña, el crecimiento de la extrema derecha lo debemos encontrar en la crispación y la resignación que tiene el pueblo con una clase política que no ha sabido, no ha querido o no le han dejado desde las élites financieras y empresariales aplicar las medidas adecuadas para revertir las consecuencias de la crisis global de 2008.

Históricamente, la ultra derecha crece en momentos de tensión y no hay que buscarlo sólo en los votantes conservadores decepcionados, sino que en provincias, municipios y barrios de las grandes capitales, que tradicionalmente han sido progresistas, Vox se ha colocado como primera o segunda fuerza más votada. Cuando aprieta el hambre desaparece la ideología y la falta de soluciones de los partidos tradicionales, sobre todo de los representantes de la izquierda que se dejan domesticar por las élites con la coartada de la «razón de Estado», llevan al pueblo a buscar esas soluciones en los partidos que les prometen que defenderán primero los derechos de los nacionales antes que las del resto, sin analizar otras medidas que, en realidad, a quien benefician es a las grandes fortunas.

Los dos partidos de la izquierda también tienen su responsabilidad. El hecho de no llegar a un acuerdo para la formación de gobierno (no entramos en quien tuvo más culpa) ha hecho que mucha gente se decante por Vox porque el hartazgo de la ciudadanía con sus políticos lleva a buscar soluciones inexplicables, sobre todo en lugares tradicionalmente progresistas. Aunque no lo crean, ha habido trasvase de varios cientos de miles de votos del PSOE y de Podemos al partido de Santiago Abascal.

Veamos los datos de las elecciones y podremos comprobar que ese ascenso de la extrema derecha no ha tenido nada que ver con la desmovilización del voto de la izquierda ni con el derrumbe de Ciudadanos.

Los dos partidos progresistas, apenas han llegado cada uno de ellos al 7% de caída respecto a la abstención. En concreto, el PSOE ha perdido respecto a los comicios de abril 727.772 votos (9,73%). Si relacionamos toda esa pérdida a la abstención es un 6,93%. ¿A dónde ha ido el 2,80% restante? En referencia a Unidas Podemos, la pérdida de apoyos fue de 635.744 (17,03%). Si lo referenciamos a la abstención, sólo supuso un 6,05%. ¿Y el 10,98% restante? ¿Fue todo a Más País? El partido de Íñigo Errejón sumó 577.055 votos, entre los que están incluidos los de Compromís en Valencia. Por tanto, no llega a la totalidad de la pérdida de los de Iglesias, sobre todo si tenemos en cuenta que, por ejemplo, En Comú Podem logró aumentar sus resultados respecto a abril. Esos votos fueron a algún sitio y, probablemente, a Vox.

En la derecha, como decíamos antes, se podría pensar que Vox y el PP lograron absorber todo el voto perdido por Ciudadanos, pero no es así, puesto que los de Abascal lograron un crecimiento de 962.890 votos respecto a abril que, sumados a los 663.846 del Partido Popular, dan un total de 1.626.736. Si restamos esa cifra a los 2.499.060 votos que perdió Ciudadanos, la diferencia se queda en 872.324. ¿A quién han beneficiado esos votos? ¿Al PSOE? Evidentemente, no. ¿A Podemos? Menos todavía.

En consecuencia, el crecimiento de la ultraderecha hay que buscarlo más allá de los datos electorales y de la abstención. Más bien, como está ocurriendo en otros países de Europa, la causa esté en la falta de respuestas de una clase política que está amordazada por las élites financieras. El pueblo está cansado de sobrevivir con salarios y empleos precarios mientras contempla cómo representantes de las dictaduras privadas, como Ana Patricia Botín, se inmiscuyen o influyen en las decisiones políticas. En este sentido, Pablo Iglesias está obligado con el pueblo español a explicar más ampliamente lo que expuso en el debate del lunes 4 de noviembre en referencia a que fue Ana Patricia Botín la que, en el mes de abril, instruyó a Sánchez para que no pactara con Podemos.

Pedro Sánchez tiene la responsabilidad de frenar a la ultraderecha y dispone de todas las herramientas en la mano para hacerlo. A Vox no se le frena endureciendo el discurso contra Cataluña o la inmigración. El discurso propagandístico de los ultras puede frenarse con una política basada en la búsqueda de la justicia social plena de la que la ciudadanía sea la principal receptora de sus beneficios. Ese discurso de Vox está vacío, no tiene contenido. Es sólo propaganda. El doctor Albert Speer, mientras estaba preso en Nuremberg, afirmó que el crecimiento del nazismo se basó en discursos carentes de todo contenido. Ese es el fuerte de la extrema derecha y sólo puede ser frenado con la acción de un gobierno entregado a su pueblo y no a las dictaduras privadas. Si se cayera en el error de provocar unas nuevas elecciones, pensando en que la abstención perjudicará a otros, Vox continuará creciendo porque recogerá apoyos de todos y cada uno de los partidos políticos democráticos.

2 COMENTARIOS

  1. Bueno.. yo nunca pierdo el tiempo con ridiculas disquisiciones teologicas de seminarista pederasta, que parten de la falacia de que un dios existe, como si esto fuera un hecho probado. Vox surge, simplemente de la profundisima frustracion de la ezpaña torera, esa ezpaña chulesca, que a la hora de la verdad siempre descubre que es una mierda. Rajoy, le hizo creer a esa ezpaña con su «a por ellos», que podia lo que sabia que no podia, y los hechos aplastantemente han demostrado. Por eso, la ezpaña torera reacciona hacia vox, porque a buen hambre no hay pan duro, y la ezpaña torera pasa mas hambre patriotera que nadie. Acabara sucumbiendo de inanicion, porque como todo el mundo ya sabe, ezpaña es una mierda. Eso es lo que hay

  2. se te olvido algo que parece que no quieres analizar y es el crecimiento de los partidos nacionalistas, concretamente de los partidarios de la Republica catalana, con especial mencion de la cCUP, que entra en el parlamento con dos diputados, el BNG, en Galicia, Y el PNV y Bildu en Euskadi. Es decir que muchos votantes de Podemos por ejemplo, podrian haber ido a estos partidos mas proximos ideologicamente y que defienden mejjor la pluralidad nacional, algo que uultimamente Podemos no se atreve a hacer, y eso que el Derecho de Autodeterminacion es algo basico de IU, por ejemplo.
    Lo mismo se podria decir de los votantes del PSOE que en abril le votaron como mal menor o para defender las pensiones y que han visto traicionados sus reivvindicaciones, una vez mas.

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