Las nanas son el himno de la cuna
que sueña con poder ser barricada,
el babero, una tela inoportuna
que limpia la traición de la emboscada.
El grito natural del sonajero
corrompe la vigilia al centinela,
disfraza de piloto al pasajero
del cielo ganador de la rayuela.
Con el tono infantil de mi arrogancia
muestro, sin más pudor, mi discrepancia
de expropiar golosinas en tropel;
este miedo, tan austero y fastuoso,
enseña el mal carácter tenebroso
del pasillo radiante del cuartel.
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