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“El secreto para inocular la pasión por la Historia entre los más jóvenes está en imprimir ese toque friki que les haga conectar contigo”

El historiador y divulgador Pedro Pérez presenta en ‘¿Quién es la Bicha de Balazote?’ un apasionante puñado de historias sorprendentes relacionadas con el mundo de la arqueología

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análisis

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Historiador y divulgador científico, ha creado los conocidos canales El Cubil de Peter y El Cronista de Alejandría. Sumerge a sus seguidores con una cercanía y maestría admirables en el apasionante mundo de las civilizaciones antiguas y desaparecidas como si vivieran sus redescubrimiento en primera persona. Consciente de que la arqueología es una ciencia con mil y una historias aún por contar, desconocidas en su amplia mayoría por el gran público, Pedro Pérez transmite pasión a raudales, con esa maestría única que tenían nuestros ancestros para transmitirnos las historias de sus antepasados de forma oral. En ‘¿Quién es la Bicha de Balazote?’ nos traslada de un rincón del planeta a otro para conocer los primeros asentamientos del pueblo maorí o los secretos del monumental templo de Angkor Wat en Asia o la maravilla perdida de Hieracómpolis, al norte de África.

Las historias que relata en su libro relacionadas con la arqueología demuestran a las claras que las aventuras de Indiana Jones se quedan cortas comparadas con la realidad. ¿Por qué es tan apasionante el mundo de la arqueología?

Creo que esa consideración puede deberse a esa aura de misterio y aventura que han fomentado obras, en este caso cinematográficas, como la que has comentado. Indiana Jones creó un estereotipo de arqueólogo que busca tesoros de civilizaciones pasadas que ha cautivado a muchas personas. Sin embargo, la vida del arqueólogo real, es mucho menos glamourosa que la encarnada por el personaje de Harrison Ford, pero sí emocionante, ya que trabajar en yacimientos en los que puedes encontrar restos materiales de civilizaciones pasadas que pueden reescribir parte de la historia, es algo que suscita interés a cualquiera.

¿Hasta qué punto el buen hacer de un divulgador científico tiene mucha culpa del éxito de la transmisión al público en general de las ciencias en general y de la arqueología en particular?

Creo que la forma de comunicar y transmitir es esencial en este caso. Eso sí, siempre yendo de la mano del rigor y de la honestidad del propio divulgador. En este sentido, el saber conectar con el público al que te diriges, sea un sector concreto o a toda la población, es fundamental para despertar el interés en ellos, incluso por disciplinas o temas que a priori no le resulten llamativos. Y especialmente si lo hacen tratando la información de forma amena y por supuesto, veraz, corrigiendo si es preciso cualquier posible error o gazapo que se haya podido transmitir para tratar de no llevar a equívocos o errores a la persona que la recibe.

¿Dónde está el secreto para inocular esa semilla de la pasión por la historia y nuestro pasado entre los más jóvenes?

Realmente no sé si existe un secreto. Lo que sí pienso es que existen muchas fórmulas, pero cada profesor o divulgador tiene la suya. En mi experiencia, que es de la que puedo hablar, una de las claves es estar al día en muchas de los temas o coordenadas en los que ellos se mueven. Imprimir en mi labor ese toque friki que les haga conectar contigo. Yo por ejemplo soy un amante de la cultura geek y los videojuegos. Me encanta Star Wars, El señor de los anillos, Marvel, la saga Assasins Creed… y el usar referencias a personajes de esos mundos fantásticos o juegos como leitmotiv para captar su atención siempre me ha funcionado. También tiro mucho de anécdotas o hechos atípicos, es decir, parto de lo singular y curioso, hacia lo general. Por poner un ejemplo, explicando el Antiguo Régimen y la Revolución Francesa, para engancharles, les cuento que supuestamente el a la postre defenestrado y guillotinado Luis XVI tenía fobia al número 21. Esto les deja muy intrigados  por lo extraño que suena y les explico el por qué. Con eso me gano su atención y continuo hacia el contexto general, que es el estallido del proceso revolucionario durante su reinado.

“¡Desde luego que quedan muchos tesoros de civilizaciones perdidas por descubrir! Todas las semanas informan de hallazgos impresionantes por todos los rincones del mundo”

En su libro, aborda las historias que cuenta con cercanía y hablando de tú a tú con sus lectores, casi como aquel profesor de Historia del instituto que te la contaba como si fuese un cuento y te embelesaba y atrapaba ya para siempre…

Sí, de hecho, cuando surgió el proyecto, tenía claro que el libro tenía que ser una prolongación de mi labor como docente y también divulgativa en redes sociales. Vamos, que, a la hora de leerlo, la gente percibiese el mismo toque e identidad que yo le doy a mis vídeos. Es decir, huir de formalismos, “tirar” de humor y usar un lenguaje coloquial y cercano. Pues mi objetivo siempre ha sido acercar la historia y la arqueología al mayor número de personas posible, incluso a las que, a priori, no tuvieran un especial interés por ellas.

¿Qué características debe tener, a grandes rasgos, un buen texto de divulgación científica dirigido al público en general y sobre todo a los más jóvenes?

Pues lo primero, rigor. Es esencial que la información que se les proporcione sea veraz y contrastada. Más en los tiempos que corren, en los que las fake news y los bulos vuelan por internet y las redes sociales, un entorno en el que ellos se mueven de forma muy habitual. Y en segundo, como ya he dicho, adaptando el lenguaje y el estilo a ellos. Pero que no se me malinterprete, pues esto no quiere decir que tengas que usar expresiones soeces, malsonantes y que de alguna forma maltraten la lengua, no. La cosa no va de eso. Simplemente mostrarte cercano a ellos. Que sientan que estás “en su onda” y entiendes sus “códigos”, porque si te ven inaccesible, probablemente no muestren ningún interés en lo que tienes que contarles, por muy importante e interesante que sea.

¿Qué historia concreta seleccionaría, de todas las que recoge en su libro, que destaque por encima del resto por su originalidad?

Esta pregunta es difícil porque considero que todas lo son… Sin embargo, una que he disfrutado mucho escribiendo ha sido la que tiene que ver con el yacimiento de “El Turuñuelo”, situado en las proximidades de la localidad extremeña de Guareña. Allí se ha encontrado bajo un túmulo a la ribera del río Guadiana un gran recinto datado del siglo V a.C. perteneciente a la enigmática civilización de Tartessos, que, tras el inicio de sus excavaciones en 2015, está obligando a reescribir muchas páginas de libros sobre su historia. No quiero hacer “spoilers”, como se hice hoy en día, pero lo que ha aparecido en su interior es simplemente espectacular…

“Me encanta Star Wars, El señor de los anillos, Marvel, la saga Assasins Creed… y el usar referencias a personajes de esos mundos fantásticos o juegos como leitmotiv para captar su atención siempre me ha funcionado”

Entre las civilizaciones desaparecidas, siempre brilla por encima del resto la egipcia, con arqueólogos especializados incluso, los egiptólogos. ¿Por qué se da esta circunstancia cuando existen otras culturas tanto o más apasionantes incluso que el Egipto faraónico?

Pues, y esto es opinión personal, porque creo que el estudio arqueológico de esta civilización vivió una edad dorada durante las primeras décadas del siglo XX. Algo que la hizo convertirse en una especie de paradigma o símbolo de esta disciplina. De hecho, este año se conmemoran los 100 años del descubrimiento de la tumba del faraón Tutankamón a manos del arqueólogo Howard Carter, un acontecimiento que marcó un antes y un después en este mundillo por lo impresionante del yacimiento. Además, el aura de misterio y mito que rodea a los antiguos egipcios no ha hecho más que aumentar el interés por su historia. Un interés que se ve reforzado por la existencia de numerosos recintos y monumentos milenarios que despiertan el interés, y sobre todo la imaginación, de millones de personas por todo el mundo, como, por ejemplo, las pirámides de Giza, los templos de Luxor o el Valle de los Reyes.

¿Quedan muchos tesoros y civilizaciones perdidas aún por descubrir bajo la tierra o en los fondos de los mares? ¿La Atlántida, por ejemplo?

¡Desde luego! Todas las semanas informan de hallazgos impresionantes por todos los rincones del mundo. Sin ir más lejos, hace unos días se descubrió una impresionante mascara de oro en la tumba de un noble de la dinastía Shang en China que tiene más de 3.000 años. O de una impresionante y enorme estatua de Hércules bajo las ruinas de la antigua ciudad de Filipos en Grecia. La arqueología es una disciplina que no para. El caso de la Atlántida, aunque sea un lugar realmente legendario, va a ser más complicado que aparezca porque se tiene bastante claro que su existencia radica más en la imaginación que en la propia realidad.

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