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Entrevista a Óscar Sánchez Vadillo sobre su obra «El otoño del patriarcado»

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análisis

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Nos contaba  Ángel del Pozo en una columna del Norte de Castilla, que un amigo le habló sobre un asombroso personaje que andaba descalzo sobre hierros fundidos “sin que sintiera dolor ni le produjera quemaduras”.  Óscar Sánchez Vadillo es algo parecido a este hombre dentro de su campo, alguien incombustible que escribe, a veces pienso, hasta cuando duerme, ya que da la sensación de no sentir ningún tipo cansancio mental  tras toda su frenética actividad y, mucho menos, que esta le haya producido algún tipo de secuela. 

Este profesor de filosofía que no ha salido en su vida del mundo académico, que cree, como el mismo dice, en las clases magistrales y “en la fusión de la alta cultura popular” es colaborador de numerosas revistas digitales como Hypérbole, Tarántula, Palabras Diversas, La Caverna de Platón, Humor Extrañe, y un largo etcétera. Asimismo ha ganado un accésit en el certamen de ensayo de Diderot convocado por Apeiron ediciones y otro en el premio de ensayo “Miguel Hernández” convocado por la Universidad de Jaén. Entre sus obras destaca El beso de la finitud (ensayos de filosofancia en defensa del mundo), Ensayos y error, Memorias de la literatura occidental El otoño del patriarcado, sobre la cual pasamos a hablar con nuestro autor.

Francisco:   El Otoño del patriarca, la novela de Gabriel García Márquez en donde a modo de fábula nos habla sobre esa soledad del poder escenificada por el personaje de un dictador anciano, es una novela cíclica, caótica e incluso sin sentido aparente. Sobre las mujeres pasadas y presentes en relación a la cultura actual y el feminismo nos encontramos en su libro una crítica a un modelo de masculinidad que está entrando en decadencia y, a causa de este desbaratamiento, está reaccionando de una manera caótica ante unas mujeres que quieren ver la luz ¿El patriarcado se encuentra cada vez más solo?

Óscar: Personificando al patriarcado como al personaje cada vez más demenciado de la novela de Gabo yo diría que no, que el patriarcado o heteropatriarcado está tan fuerte como siempre en tres cuartas partes del globo, y que en la zona restante, apenas una comarca de luz en el mapa pero sin duda la comarca rica y poderosa, aunque algo magullado va ya el patriarcado por desgracia rumiando su revancha. Sólo en dos ocasiones explícitas en mi libro critico yo, si no recuerdo mal, frontalmente a la masculinidad rocosa, la de toda la vida (y que por cierto está mejor descrita que en ninguna parte en la Carta al padre de Franz Kafka), una para satirizarla, que es cuando digo que todo varón es un homosexual no practicante, y otra bajo la horrísona efigie de Donald Trump, que viene a ser como el dictador de García Márquez, puesto que, como él -y esta frase es el pasaje que más recuerdo de la novela- llega un punto en que sólo “proclama mierdas y caga leyes”…

No, ciertamente el patriarcado tiene una soledad muy concurrida, como la que versificaba Benedetti, lo que sí que puede que suceda es que haya quedado ya superado en el plano del pensamiento, es decir, en lo que Hegel denominaba el Espíritu Objetivo, de tal manera que, aunque aún tuviera una larga y tiránica vida, ya nadie pudiera creer verdaderamente en él, subsistiendo únicamente en estado de ilegitimidad y como un espantajo falso y burdo del pasado. Pero esto, me temo, es sólo una esperanza de la que no tenemos garantía alguna; la tarea que tenemos por delante, si se mide a escala planetaria, es por tanto colosal.

Francisco: En su obra reflexiona sobre una serie de mujeres cuya capacidad de pensar y obrar, según su propia voluntad, les sitúa en un nivel de libertad que se hace molesto para ciertos sectores que reaccionan con violencia, miedo e ignorancia. No es fácil ser totalmente libres, aunque es una aspiración que está ahí, en la persona, ¿de qué manera puede influir el feminismo en nuestra visión del mundo?, o, mejor dicho ¿cómo está influyendo el feminismo en la psicología social?

Óscar: Por desgracia, no creo que la aspiración de la libertad esté en todas las personas, como dices, más bien en muy pocas. La mayoría prefiere, como decía el historiador romano Salustio, “un amo justo”, y así no tienen que molestarse apenas. Ocurre por ejemplo a muchos alumnos míos, que se pirran por ser policías o alistarse en el ejército, debido a que así una pila de jefes por encima de ellos se lo darán todo pensado y hasta creído (curioso pero extendidísimo ese fenómeno de vivir de las certezas de los demás, sin pedir prueba alguna de ellas). Precisamente ese es uno de los motivos por los que el feminismo es tan valioso hoy, porque nos hace descubrir que existe un colectivo, inmensamente numeroso, que sí que desea no sólo la libertad, sino imponer su punto de vista -el de la co-responsabilidad y los cuidados, sobre todo- a un mundo que se empeña en suicidarse. En mi opinión, eso no sólo altera la psicología social, es que pone en jaque al poder en su flanco más sensible, como hemos visto en las protestas de las mujeres de Irán. Esas protestas son tan admirables como históricas, y o bien terminan como en la plaza Tiananmén de China, que esperemos que no, o bien acaban con la corteza reseca del régimen despótico iraní.

Pero también el movimiento feminista va penetrando en lo microfísico del tejido social, y pongo un ejemplo extraño y poco comentado: vaya usted hoy por hoy en España a ponerle a una hija recién nacida un nombre de virtud teológica o de estado anímico como se hacía hasta hace sesenta años en España, ese tipo de “gracias” del estilo de Remedios, Consolación, Milagros, Felicidad, Dolores, Angustias, etc., mediante las que el patriarcado buscaba expiar simbólicamente a través del sacrificio de sus mujeres sus propios pecados. Yo tengo y he tenido montones de alumnas de muchas nacionalidades y te aseguro que eso ya no se lleva.

Francisco: También en este libro nos habla de iconos del feminismo como Madonna o líderes políticos de actualidad como Yolanda Díaz. La primera es vista por muchos como un producto de la era capitalista, representa un feminismo liberal, mientras la segunda hinca su pensamiento en un feminismo socialista, en todo caso podemos ver que no existe una única línea de feminismo ¿De qué manera plantea en su obra todas estas divergencias? ¿Qué podemos encontrar en su obra al respecto?

Óscar: Madonna está en la portada porque hemos buscado (el ilustrador, Jaime González Galilea, y yo) una suerte de iconografía religiosa como frontispicio, y, claro, Madonna es la Madonna con niño de los vitrales góticos. Pero, efectivamente, el feminismo de Madonna, pese al manto de provocación y erotismo con que ella gusta vestirlo, todo lo más llega es a feminismo liberal, es decir, aquel que entiende que los desajustes históricos entre hombres y mujeres han sido únicamente desafortunados y que pueden ser resueltos mediante leyes y reformas parciales de nuestro estilo de vida. Yolanda Díaz, en cambio, por mencionar un gesto puntual pero significativo, denomina a todos los miembros de su partido -ya que parece camino convertirse por fin en un partido- como “nosotras”, y sólo eso ya la sitúa a un año luz de distancia del feminismo cosmético o espectaculístico de Madonna.

Yo no sé si existe hoy algo así como un “feminismo socialista”, a la manera de Flora Tristán (eso tan genial y acertado de “las mujeres constituyen el proletariado del proletariado”), pero lo cierto es que en mis textos no me meto en esas distinciones, que están suficientemente bien elucidadas y discutidas en una enorme cantidad de libros de gran calidad. En el mío he tratado, en cambio, de hablar de cosas o casos de los que se habla menos, sea porque sólo me preocupan a mi o sea para sacar los pies del tiesto, lo confieso.

Francisco:     Por curiosidad, ¿Se puede pertenecer a una institución, como por ejemplo una de fuerte raigambre patriarcalista como es la católica y ser feminista?

Óscar: Desde luego, si algo caracteriza las extravagancias teóricas de nuestro tiempo es que ya no hay que tomar las doctrinas como un todo y abrazarlas con fanatismo, sino que se pueden trocear y ensamblar como a uno le convenga o le venga en gana, del mismo modo que hace décadas que existen skinheads homosexuales o skinheads racializados. No otra cosa sucedía en la Edad Media cuando se producía una herejía, es verdad, una herejía consistía en quedarse con el ejemplo de Cristo, por ejemplo, pero acentuar su pobreza en vez de su carácter divino, por ejemplo, la diferencia es que ahora tales desviaciones o mezcolanzas son mucho más fáciles y mucho más habituales gracias a la alfabetización general. Así, del mismo modo que se forjó el freudomarxismo en el siglo XX, que era un híbrido bastante improbable y algo monstruoso, uno puede hoy potenciar los aspectos más igualitaristas del credo católico y extenderlos a las mujeres. De hecho, las sufragistas portaban pancartas que decían que “Dios es mujer”, como menciono en este libro, y, de hecho, hay ciertos fragmentos de la Biblia donde Dios mismo se compara con una madre (Is. 49, 15-16). Robert Graves, en su Los mitos hebreos, habla acerca de una esposa de Yahvé, y los rabinos judíos contaban la historia de Litit, la primera mujer de Adán, a la que no gustaba su papel subordinado y que terminó viviendo sola en una cueva y en feliz coyunda con algunos ángeles que pasaban por allí…

Siempre hay hilos de los que tirar para defender alternativas que desechen lo peor de nuestras tradiciones sin tener por qué rechazarlas en bloque, y eso es también una forma -quizá la socialmente más importante, y que escasea en muchos países- de libertad.

Francisco: Ya para terminar, Ana Hardisson nos menciona el mito del eterno femenino, que son valores atribuibles a la mujer que se han dado para agradar siempre al hombre, el deseo de ser amadas que doblegaba la voluntad de la mujer y las situaba como meros objetos al servicio del hombre. Es a partir de finales del XVII cuando tiene un punto de inflexión y nace un feminismo ilustrado que se ha ido desarrollando hasta la actualidad. En relación a esto, y cómo dice Isabel Allende, ¿usted ve el feminismo como una revolución imparable? ¿también permanente?

Óscar: No sé lo que significa “revolución permanente”, honestamente, no lo entiendo ni en Trotski, me parece una obviedad o una contradicción en los términos. Quiero decir: ¿si en la Rusia revolucionaria teóricamente el proletariado se convirtió en la única clase social entonces la “revolución de la revolución” significaría volver a situar arriba a la burguesía, y así indefinidamente? Porque si “revolución permanente” se refiere al hecho de que las sociedades no se estanquen, sino que se transformen continuamente mediante la crítica interna o la aculturación externa entonces el mundo ha vivido una revolución permanente desde el Neolítico, es decir, que parece que es el mero paso del tiempo el que nos somete a una permanente revolución, al menos en Occidente…

Hardisson, en mi opinión, olvida un aspecto, y es que puede que las mujeres hayan sido adiestradas desde antiguo para agradar al hombre (además de para trabajar como mulas sin recompensa alguna, todo hay que decirlo), pero también, sin duda, para ser agradadas, ya desde antes del Amor Cortés. No obstante, muchas han conseguido salir de esa rueda maldita al cielo abierto, y de algunas de ellas trata mi libro. Me temo que nada es imparable, excepto el calentamiento global, pero que el feminismo continúe prosperando o no depende de mujeres como aquellas, pasadas y presentes, e incluyo en ese batallón a las mujeres trans y a los que estamos de parte de nuestras hijas, mujeres, alumnas y amigas, lo crean ellas o no.

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