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Entrevista al teólogo Francisco José Carbonell sobre temas que importan a la fiosofía

Antonio Guerrero
Antonio Guerrero
Antonio Guerrero colecciona miradas, entre otras cosas. Prefiere las miradas zurdas antes que las diestras. Nació en Huelva en 1971 y reside en Almería. Estudió relaciones laborales y la licenciatura de Filosofía.
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análisis

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José María del Castillo, refiriéndose a una entrevista que realizó a Leonardo Boff comentaba una frase sobre este último que se refería al teólogo como un ser imposible. Una figura, escogiendo una vieja expresión de Hans Urs von Balthasar, “extremadamente rara, inusual, extraordinaria. Y por eso poco frecuente”, también siguiendo con esta línea terminaba el teólogo granadino diciendo: “además tal como se están poniendo las cosas, una figura que pertenece a una especie en proceso de extinción”. Francisco es alguien a quien le hubiera gustado, en sus propias palabras, encontrarse inserto en ese mundo de pensamiento que se dio a finales del siglo XVIII y durante todo el XIX y principios del XX, en donde se sentaron las bases del pensamiento actual, no puede ser y ahora este doctor en humanidades, licenciado en teología y que posee un máster en literatura comparada, se tiene que conformar, como muchas veces me ha confesado, en vivir bajo la atenta mirada de esos cazadores que buscan la extinción total del teólogo.

A.G.: ¿Es posible una fe desde el agnosticismo?

F.G.: Yo pienso, que por un lado son dos términos distintos, cada uno va por su lado, y por el otro ambos también se necesitan en un dialogo. El agnóstico, en mi humilde opinión, más que hablarnos de lo inaccesible para el entendimiento humano se apoya en la creencia de lo que no vemos, en este sentido tanto un ateo como alguien que no lo es,  se pueden mover tanto en el marco de la fe como en el terreno del agnosticismo, por paradójico que parezca. Me explico, un agnóstico no puede saber sobre la existencia de Dios pero tanto el uno como el otro,  al moverse en el campo de la probabilidad,  creen que puede o no puede existir sin que sea contradictorio poner su fe en ello. Yo creo, por ejemplo, que Dios no puede o sí puede existir pero tengo fe o no en su existencia, dependiendo de si soy o no ateo. Con esto quiero decir que la fe va mucho más allá de la creencia, o de esa probabilidad si queremos emplear términos más científicos, pues esta es una entrega total o, si lo preferimos,  un salto al vacío más allá de lo que afirma nuestra razón hacía ese desconocido destino que puede dar a algunos sentido a su vida y que crea, tomando a Miguel de Unamuno, lo que no vemos. 

Creo que el problema más urgente a tratar, desde el punto de vista del pensamiento crítico, es la posición que se le ha querido dar al agnosticismo como elemento que coarta todo dialogo con la fe, es más se busca que este le vuelve la espalda. Esto es algo que toma su fuente de la Ilustración. Diderot dijo algo así como “quitadle el temor del infierno a los cristianos y le habréis quitado su fe”, esta expresión puede llegar a tener, si profundizamos, unas consecuencias igual de perniciosas que la fe de machacamartillo, Desde luego que al denunciar esto para nada estoy haciendo apología sobre una doctrina religiosa que a través del miedo empujo al ser humano hacia un tipo de servidumbre despreciable, e incluso estoy de acuerdo que la intención de este pensador francés, al cual admiro bastante, era la de liberar a la persona a través de la razón de la podredumbre de un sistema que lo tenía encadenado, pero como vimos, sobre todo en la época de Robespierre, el cual presentó precedentes en siglos posteriores, el infierno también se asentaba de manera cómoda dentro de ese racionalismo que quería acabar con esas “creencias sin fundamentos”. Así, este era el doble de pernicioso puesto que al llevar al extremo las ideas de la razón ilustrada se despojaba a los seres humanos de su naturaleza inconmensurable, en palabras de Isaiah Berlín, terminando, como se vio, en un régimen totalitario que no solo privaba de ese sentido de la fe, del que he hablado antes,  sino que también lo liberaba de toda culpa frente a la violencia con la  que trataban a aquellos que no quisieran someterse. En el fondo, se mire por donde se mire, todo esto tiene que ver con el temor de los hombres al riesgo que conlleva la libertad,  tanto la fe como la razón pueden quedar  atenazados por un particular infierno, aunque  ambas de la mano  pueden romper con dicha servidumbre.

A.G.: ¿Cómo podemos definir la fe?

F.G.: Yo tomaría dos frases que creo que la podrían definir de modo perfecto, la primera está tomada de Hebreo 11,1 y dice: “La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven”, esta presenta un juego entre dos realidades, como indican los comentarios bíblicos,  una que se sitúa en el pasado y otra que es la que queremos crear, así podemos entender esta como el motor que mueve la confianza de los hombres.  Y la segunda es complementaria a la  primera y fue pronunciada por Mahatma Gandhi: “La fe no es algo que captar, es un estado en el que crecer”. Tanto  la una como en la otra nos está hablando de un proceso de construcción en el aquí y el ahora para progresar hacía el allí y el después, en definitiva nos habla de un futuro que está ya implícito en el presente a través de la esperanza. 

A.G.: ¿Tiene el ser humano un pensamiento religioso?

F.G.: El hombre es religioso por su propia naturaleza en el sentido de que siempre está abierto a la confianza, me explico: Imaginemos un estudiante de primer curso de música. Este empieza a leer las notas de solfeo muy despacio, con reticencia, pasando el dedo por las mismas ante la severa mirada del profesor, el cual le pide que vaya más rápido, que no se detenga en ellas y, por paradójico que parezca, y he aquí dos palabras claves que quiero reseñar, le solicita que avance sin “pararse” a “pensarlas”. De alguna manera, el alumno a medida que vaya consiguiendo soltura en el manejo de estas podrá, con un simple vistazo, localizar rápida y de manera precisa el tono de cualquier nota. Así, lo mismo, pasa con cualquier profesión: con el médico cirujano que opera con mayor precisión, con el sastre midiendo a ojo, con el tornero haciendo una pieza, etc. En la realización precisa de cualquier técnica es de sobra conocido que la eficacia le debe mucho al desenvolvimiento del profesional. La pericia en cualquier profesión es buena para la empresa y el confort mental del empleado, pero, y llevando esto mucho más al límite,  ¿Beethoven fue algo más que un gran técnico? ¿Este logró romper las fronteras frente a la destreza profesional adquirida? ¿Rompió también con el confort mental?

La tarea que sigue hoy en día un profesor, es la de enseñarte a profesar una actividad determinada por unas ideas y para el uso social. Dejar huella en ti, como dirían algunos, para que tú te inclines, dentro de una comprensión de los límites  en el que te vas a desenvolver,  hacia el bien que se cree demandado. Cuando nos encontramos el caso, como ocurre, donde se da una especie de hiper- tecnificación del mundo en el que convivimos, siguiendo la estela de Heidegger, no es que nos movamos en una esfera equivocada, no se trata de eso, sino que la excesiva técnica no permite ir más allá del medio, como señalaba el filosofo alemán y tampoco pararnos a interpretar y relacionar lo interpretado que, al menos yo lo veo así,  nos orienta hacia un tipo de pensamiento religioso que busca un sentido abierto a lo que todavía no ha sido demostrado. E incluso ese pensamiento se puede ver de un modo más claro en la desviación de esa búsqueda a través de la cerrazón dogmática racionalista.  Tenemos el ejemplo de cómo el marxismo intentó dibujar un panorama científico en el que no quedara flecos para el error, pero por mucho que intentó hacer esa política pura frente a las relaciones de producción capitalista, con todos sus vaivenes económicos, y sobre el cual intentaba catapultarse, este terminó por caer en el absolutismo y, tomando a Weber, no llegando a dilucidar todos los complejos problemas sociales. Pues por muchas relecturas que se quiera hacer, por mucho que intente reinventarse para contribuir a la emancipación del ser humano frente a todo aquello que lo deshumaniza, los estados que han adoptadas políticas marxistas han terminado enarbolando la misma lanza de lo sagrado que el cristianismo más totalitario de la historia, y al igual que este se sigue creyendo de una u otra manera en ellos pese a su fracaso, porque ambos poseen la misma esencia religiosa.

A.G.: ¿Si a la tradición filosófica le quitamos la teología, que nos queda?

F.G.: La filosofía es tanto a la teología como la teología a esta en cualquiera de las tradiciones en donde se ha desarrollado el pensamiento filosófico.

A.G.: ¿Desde cuándo tenemos una filosofía laica?

F.G.: La palabra laico se mueve en su origen dentro de un concepto eclesiológico, pero no me quiero detener en eso más que para indicar la distinción que ofrece el término entre los que recibían las ordenes sagradas y los que no. En occidente moderno el paso más importante lo dio Descartes al romper con un lenguaje que no hacía distingo entre la fe y la razón, cualquiera que lea, por ejemplo, a Buenaventura puede ver de lo que hablo. Luego Spinoza se atrevió a ir más lejos y llevo el pensamiento cartesiano a un límite extremo donde el hombre podía llegar a conocer esa Naturaleza que era Dios. Más tarde, y siguiendo esa separación de lenguajes, nos encontramos a un Hume que pretende naturalizar la fe, un kant que establece un salto cualitativo entre Razón Pura y Razón Práctica y a Hegel que hace una desmitificación de la Trinidad a través de su dialéctica, rompiendo, así , con toda mención a la figura del Espiritu Santo en el progreso de la conciencia del hombre. Al final es todo un proceso que ha terminando desembocando en el pensamiento postmodernista actual, aunque yo me pregunto: ¿en realidad se ha logrado romper en el fondo con la búsqueda de lo sagrado?

A.G.: ¿Qué presencia tiene el misticismo en la historia de la filosofía?

F.G.: En la misma duda que suscita la mirada del filosofo y que rompe con la lectura racionalista del mundo. Hoy en día, por poner un ejemplo, se está dando una serie de ideologías que crean a su vez una fuerte identidad racionalista entre las personas, las cuales terminan encerrándose en banda ante la verdad. Tanto la filosofía como la mística, ambas, se convierten en un refugio de la libertad al tratar de buscar fuera de ese mundo. El propio pensamiento filosófico de siempre ha apuntado hacia nociones abstractas que podríamos relacionar con la mística, algo que a día de hoy en nuestra actualidad, en donde todo el mundo se llama filosofo o filosofa, ha decaído.

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