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España: su identidad es su diversidad

Vicente Mateos Sainz de Medrano
Vicente Mateos Sainz de Medrano
Periodista y Doctor en Teoría de la Comunicación de Masas.
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análisis

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Si la cantinela de que España se rompe se hubiera cumplido todas las veces que la derecha ha utilizado el argumento: ya no existiría. Sin embargo, nada de eso ha sucedido, porque está vivita y coleando, más que nunca, a pesar de los agoreros que ante cualquier cambio que reme a favor de una mejor integración de su diversidad cultural y territorial; saltan como si ello supusiera una ofensa a la patria. A lo que ellos entienden por patria: una, grande y libre.

A lo largo de la historia, España nunca ha sido uniforme en su conceptualización simbólica, ni en su configuración territorial que ha ido cambiando, y ha mantenido a lo largo de los siglos, como ahora, una diversidad cultural que la enriquece y singulariza frente a otros países. Características históricas que se mantuvieron latentes e imborrables durante la dictadura franquista: a pesar del empeño que puso en laminarlas. Es con la llegada de la democracia efectiva (los fascistas no dieron tiempo a la Republica a asentarse), cuando esa diversidad adquirió reconocimiento y carta de naturaleza, lo que ha contribuido —aunque a algunos les pueda resultar paradójico— a forjar un nuevo concepto de identidad española, basada en la pluralidad de lenguas y culturas que han dado lugar a una nueva cosmogonía identitaria nacional. Porque lo que nos une es un poso emocional sustentado en las relaciones sociales tejidas durante siglos, a un uso propio del tiempo, a un saber vivir la vida particular, y a una cultura vital pegada a la tierra, común a todos los territorios: que admira a quienes nos visitan.

Espacio de diversidad en el que la derecha tradicional, mohosa y rancia, sigue sin encontrar ni su lugar ni su discurso: de ahí su exaltación desbocada e hiperbólica, cada vez que se producen cambios que favorecen una mayor y mejor integración de quienes, legítimamente, tienen sentimientos nacionales diferentes. Ahormar los sentimientos es un imposible, y menos por la vía de la imposición y la coerción; porque los sentimientos son eternos y se expanden cuando no encuentran su espacio de expresión; de ahí la necesidad del diálogo permanente para favorecer el mejor encaje posible de la diversidad que conforma la sociedad española.

Claro está que la derecha no entiende o, por mejor decir, prefiere hacer oídos sordos ante estos hechos objetivos, porque de hacerlo se quedaría sin el poco discurso que tiene, que le queda, centrado de manera sempiterna en esparcir el miedo a que cualquier cambio de pie a los nacionalistas localistas a salirse con la suya: romper España. De ahí su reiteración en mantener vivo el conflicto, negándose al diálogo y a toda modificación legislativa, para encauzar un problema que la derecha nunca ha sabido manejar, porque abrir la mano a la diferencia: va en contra de sus principios. Ese es el germen de su insistencia en la pobreza discursiva de airear de continuo a ETA —que abandonó la lucha armada hace más de diez años—o de dar bombo a los nacionalistas catalanes; sin ver ni reconocer que las encuestas de ambos Gobiernos autonómicos, reflejan desde hace años un descenso sostenido de los ciudadanos que desean la independencia.

Alergia al diálogo, desconocimiento de la historia, falta de reconocimiento a la diversidad cultural e ideológica que configuran España, que les aísla, cada vez más, de una realidad que no saben, ni quieren reconocer porque se quedarían sin el obsoleto discurso en el que viven encastillados: ¡Yo en el error, pero firme!

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3 COMENTARIOS

  1. España es diversa e incluso los más recalcitrantes nacionalistas españoles los aceptan, Ningún partido español pide que el español sea la única lengua de las escuelas de las administraciones públicas y que la rotulación de los espacios públicos sea únicamente en español.

    Pero Cataluña es más plural que España. El 55% de los catalanes son de lengua española y sin embargo la Generalidad tiene como única lengua el catalán, multa por rotular en español, prohíbe a los catalanes de lengua española escolarizar a sus hijos en su lengua propia y rotula los espacios públicos solo en catalán.

    No se equivoque. A la luz de los hechos, el nacionalismo casposo e intransigente que persigue la homogenización cultural mediante multas e inmersiones y niega la pluralidad, no es el nacionalismo español, es el nacionalismo catalán.

    España es plural pero Cataluña lo es más, en España se respeta la pluralidad en Cataluña no.

  2. Y claro, como la identidad particular España-excluyente que niega aquella otra que de la plural, no es de extrañar que parte de los excluidos se reconozcan en la exclusión y se quieran independizar, no es cómodo vivir excluido y negado. No se puede lanzar la bola de nieve ladera abajo para llorar a continuación los riesgos de la expansión y, acusando al mundo de lo que ellos mismos provocan. Totalitarismo ideológico que pretende eliminar al sujeto reprimiendo la subjetividad hasta hacerla imposible, el racismo de la obra del Tío Tom que solo admite al “Otro” que asume mi supremacía negándose a sí mismo.
    La identidad así no es positiva sino negativa en un reflejo y, antagónica, el borrado del Otro: se reconocen y se reconocen más, en cuento, existe el otro. Un problema porque contra quien la van a reconocer, ya que no pueden hacerlo en valores autónomos, si su identidad no la sienten en riesgo. ¿Contra ellos mismos? ¿Paro no es eso lo que ya están haciendo? El del al lado. Se escoge a “otro” de al lado para construir un “Otro” con mayúscula. La mujer, el parado, el sindicalista, el pobre, el trabajador, el vecino… cualquier forma simbólica ajena es propicia para que cimente la carencia de la suya. La Una, que como tal no admite diferencias.

  3. Y claro, como la identidad particular de la España-excluyente niega aquella otra de la plural, no es de extrañar que parte de los excluidos se reconozcan en la exclusión y se quieran independizar, no es cómodo vivir excluido y negado. No se puede lanzar la bola de nieve ladera abajo para llorar a continuación los riesgos de la expansión, acusando al mundo de lo que ellos mismos provocan. Totalitarismo ideológico que pretende eliminar al sujeto reprimiendo la subjetividad hasta hacerla imposible. El racismo de la obra del Tío Tom que solo admite al “Otro” que asume mi supremacía negándose a sí mismo.
    La identidad así no es positiva sino negativa. Un un reflejo antagónico, el borrado del Otro: se reconocen y se reconocen más, en cuento, existe el otro como enemigo peligroso. Un problema porque ¿Contra quien la van a reconocer si no pueden hacerlo en valores autónomos, si su identidad no la sienten sino en riesgo de su superación. ¿Contra ellos mismos? ¿Pero no es eso lo que ya están haciendo? El del al lado. Se escoge a “otro” de al lado para construir un “Otro” con mayúscula. La mujer, el parado, el sindicalista, el pobre, el trabajador, el vecino… cualquier forma simbólica ajena es propicia para que cimente la carencia de la suya. La Una, que como tal no admite diferencias.

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