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Et illud transit

Joan Martí
Joan Martí
Licenciado en filosofía por la Universidad de Barcelona.
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análisis

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Después de la experiencia de los totalitarismos y de las guerras mundiales, la religión del progreso ha perdido muchos adeptos. ¿Tiene sentido plantearse el progreso como finalidad última de la historia? Después de todo, a comienzos del siglo XXI, tampoco podemos estar muy seguros.

Un pequeño grupo de manifestantes de extrema derecha que seguían al coronel de La Rocque: gritaban ¡Muerte a los judíos! Un es­logan que pronto se convertiría en: “Más vale Hitler que el Frente popular”. Todo eso en un barrio (la calle de la Pompe, la avenida Paul-Doumer) en el que la burguesía judía estaba muy presente. Esto ocurría hace unos años. Bueno, sabemos que toda repetición es un progreso, o quizás no…

Tras el revés sufrido en las elecciones del noviembre de 1932, el Partido Nacionalsocialista había caído del 37,4 % al 33,1 % Hitler comprendió que sólo podía llegar al poder a través de un gobierno de coalición. Lo que se temía por imposible se hizo pues posible, que este político provinciano consiguiera una mayoría parlamentaria. El 30 de enero de 1933, Hitler fue nombrado por el presidente del Reich canciller de un gobierno de coalición.

En la nueva coalición, Hitler era aparentemente controlable ya que estaba bien enmarcado (según la expresión de Hugenberg). La coalición estaba formada principalmente por el centro católico, el Partido Popular Nacional de Hugenberg y el Partido Nacionalsocialista. A pesar de que este último constituía con mucho la fracción más poderosa, el Partido Nacionalsocialista colocó en el gobierno de coalición solamente dos ministros: el Ministro del Interior y el portavoz del Reichstag, pero también Ministro del Interior en Prusia.

Por supuesto, quien hubiese leído “Mi lucha”, quien hubiese prestado atención a los discursos de Hitler, podía tener la certeza de que Hitler había declarado a menudo que nunca devolvería el poder una vez que lo hubiera conquistado. Sin duda había en aquel tiempo observadores inteligentes, pero eran minoría. La mayoría asumió la toma del poder por parte de Hitler como algo inevitable. Por otra parte, se pensaba que los aliados, a quienes por lo visto les importaba mucho impedir la emancipación de Alemania, nunca lo tolerarían.

La medida general de cautela indicaba, pues, esperar, contener la respiración deseando, confiando que el disparate terminara a fin de año. Es natural que las generaciones posteriores planteen por qué razón no se ofreció una resistencia más decidida. Pero ellas saben cómo terminó todo. Es muy difícil, y hasta imposible, colocarse en la situación de aquella época, con toda su inseguridad.

Puede suceder que a uno le pregunten hoy ¿por qué no habéis gritado? Y es que se subestima la tendencia general del ser humano hacia el conformismo que siempre encuentra nuevos medios, nuevos caminos para engañarse a sí mismo. Nos podemos consolar con la divisa “et illud transit”, que debía significar tanto como: “también esto pasa” Así lo hemos vivido. ¡Bajo esa consigna! Esto pasará. Un día, este tremendo episodio pasará.

Todo lo anterior, si les parece actual, es sólo debido a la actualización de un programa informático.

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