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análisis

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Si algo caracteriza al rojo, al rojo raso, al rojo anónimo, aquel con el que usted se cruza a diario en cualquier acera, ascensor o escalera como si nada, es su proverbial ingratitud hacia los grandes empresarios de este país, que no solo velan por nuestro bienestar material, sino que esta sufrida gente de bien, tan atacada y vilipendiada por el ingrato rojerío, también vela por nuestro bienestar espiritual al apartarnos de todo mal con el arrojo, la decisión y la determinación de la que hacen gala a diario estos patriotas tan denostados. Seguramente, estos rojos tan profundamente ingratos,  desconocen la frase del Papa Francisco que  ha llamado  al dinero “excremento del diablo”. ¿Y quién ha emprendido la generosa, la agotadora, ingrata, dura y abrumadora  tarea de limpiar de ese sucio excremento a una sociedad que insensatamente se agarra a él para corromperse en cuerpo y alma?. La respuesta no puede ser otra que nuestros empresarios, no todos, por supuesto, porque también   hay malos empresarios que reniegan de su sagrada, ineludible y patriótica obligación de limpiar el reino de todo excremento  excretado por el maligno.

Y dentro del noble estamento de empresarios comprometidos con la limpieza de nuestros cuerpos y almas, sobresalen las grandes empresas constructoras. Estas empresas han hecho por todos nosotros, cándidos, incautos y confiados contribuyentes, un descomunal esfuerzo, un sacrificio casi suicida que podría compararse al que hace el padre Damien Karras, en la última escena de la película “El exorcista” de 1973 donde  Karras, al verse poseído por el maligno, salta por la ventana para acabar con él, liberando así a la sociedad de su  abominable presencia, aunque ese noble acto de una generosidad sin límites, suponga acabar con su propia vida. Los grandes empresarios, sobre todo los de la construcción, decidieron hace ya mucho tiempo seguir los pasos del padre Karras y tragarse todo el excremento del diablo que pudieran, para que el resto de la sociedad no tuviera que hacerlo, liberándola así de todo mal.

Recientemente se ha conocido que la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia  CNMC,  ha impuesto multas por un importe total de casi 204 millones de euros a seis de las principales empresas constructoras españolas por haber alterado durante 25 años, que se dice pronto, miles de licitaciones públicas destinadas a la edificación y obra civil de infraestructuras. Las compañías son Acciona, Dragados, FCC, OHL, SACYR y, por supuesto, la muy española y mucho española Ferrovial, que ahora se va de España porque no quiere pagar los impuestos que marca la malvada Hacienda española, y se va a otro país donde se los dejan mucho más baratos, dónde va a parar. Según la CNMC, las seis grandes empresas constructoras se llevaban reuniendo semanalmente desde 1992 para intercambiarse información sobre su estrategia de presentación a los concursos públicos. Es decir, las seis empresas, formando una sola  “famiglia”, se ponían de acuerdo para repartirse el pastel de los grandes contratos públicos cobrando a la Administración, es decir, a la ciudadanía, bien caros sus trabajos. Entre las miles de licitaciones afectadas se encontraban infraestructuras de interés general como puertos, aeropuertos, hospitales, carreteras y demás. Dice la CNMC que  “se trata de prácticas cuyos efectos han sido especialmente dañinos para la sociedad, ya que afectaron a miles de concursos convocados por las administraciones públicas españolas para la construcción y edificación de grandes infraestructuras”. Según la CNMC, el “modus operandi” de estas grandes constructoras convertidas en una sola “organización”, una única “Cosa Nostra” consistía en que sus asociados decidían los concursos en los que iban a compartir, entre todas  o en un subgrupo, una parte o la totalidad de los trabajos que compondrían las ofertas técnicas de las licitaciones. Los trabajos se encargaban conjuntamente por los miembros del grupo a empresas externas. Las empresas no podían modificar los trabajos generados en conjunto para presentarlos en sus ofertas sin el conocimiento y la aprobación del resto de miembros del grupo. Y esto último  no hace falta decirlo porque es de primero de “famiglia”. La única personalización admitida era la inclusión de logos y denominaciones de cada empresa en el documento conjunto  para, según la CNMC, “dar a las administraciones una apariencia de independencia a la presentación de las ofertas. Estas seis sufridas y abnegadas empresas que durante décadas nos han liberado, limpiando y  a los españoles del maldito excremento del maligno, desarrollaron unas complejas normas de funcionamiento que fueron evolucionando durante el tiempo que duró esta “conducta irregular” añade la CNMC, aunque muchos tenemos en la cabeza otra palabra para definir sus maniobras destinadas a forrarse a costa del erario público, de esas arcas llenas de excrementos de Satanás que ellos, en un acto de generosidad extrema y entrega sin medida a España, se ofrecieron a hacer desaparecer.

¿Y qué dicen y hacen al respecto de este feísimo, escandaloso, asqueroso y repugnante asunto los políticos patriotas del PP? La respuesta es nada, echar la correspondiente cortina de humo acusando, culpando al gobierno social comunista, terrorista, bolivariano, chavista…etc. de Sánchez de la huida de Ferrovial de España. Una huida a otro país para pagar menos impuestos en un momento en que, sus dueños, su presidente es la tercera fortuna del país, como buenos patriotas que dicen ser, deberían quedarse en España, su querida España, la patria de sus amores y sus desvelos, para arrimar el hombro y contribuir con sus impuestos a esas arcas públicas ahora de capa caída, de las que se han estado forrando con sus vamos a decir “malas prácticas” a lo largo de tantos años.  Nada dirán los dirigentes, los portavoces del PP que se les llena la boca de “España y los Españoles” de los manejos, las componendas, los chanchullos de esta empresa y del resto de las empresas asociadas, esas seis españolísimas “hermanas”, para llevárselo crudo, que durante décadas nos han hecho el patriótico y sacrificado servicio, un servicio que los ingratos rojos nunca reconocerán, y menos agradecerán, de limpiarnos de tantas y tan grandes “cagarrutas de Satanás”.

De la marcha de Ferrovial al extranjero para pagar menos impuestos, el Sr.  Feijóo opina que no solo hace muy bien sino que aplaude la decisión en vez de, volvemos a decirlo porque nunca se dirá bastante, afearle el hecho de que una empresa que se lleva enriqueciendo desde que se fundó, con contratos públicos financiados por los contribuyentes españoles, a la hora de pagar los impuestos, arrimar el hombro con un pequeño porcentaje de sus enormes beneficios, decide irse a una especie de paraíso fiscal para, de una manera miserable, ahorrarse unos millones de euros. La señora Ayuso, que nunca anda lejos a la hora de servir a los intereses de los poderosos en contra de los más desfavorecidos, justo lo contrario que debería hacer, dice que si ella hubiera sido la presidenta del gobierno, Ferrovial no se habría ido de España. Por supuesto que sí, lo creemos, porque ella está al servicio de los que más tienen. La señora Ayuso, a falta de inteligencia, que la naturaleza no ha tenido a bien concederle, tiene muy desarrollado el instinto de conservación, de saber a que árbol, con su correspondiente buena sombra, debe arrimarse para que le cobije.

Y a gracias a ese instinto, a ese sentido de género menor,  se dio cuenta hace mucho que mejor le iban a ir las cosas si se ponía de parte del poderoso.  Por eso su lema es ser fuerte con el débil y débil con el fuerte. Y hasta ahora  le está yendo muy bien, y más adelante, cuando acceda a su merecido retiro de la política a través de la puerta giratoria, le irá todavía mejor si cabe, porque los fuertes, los poderosos saben cuidar y pagar muy bien a sus criados, asistentes, subalternos y esbirros en general los servicios prestados.

La miserable actitud de Ayuso, que es su seña de identidad, me recuerda a un cura que llegó hace muchos años a mi pueblo, y que nada más tomar posesión de su cargo visitó a todos los vecinos y vecinas, y después de conocerlos a todos y todas,  se quedó con las familias más pudientes a las que no dejó de tratar y frecuentar a diario, casi a todas horas, porque su instinto le decía que así tendría menos problemas de todo tipo. Porque  los pobres, ya se sabe, solo dan problemas, disgustos, preocupaciones, contratiempos, quebraderos de cabeza y demás,  mientras la vida de los ricos es mucho más cómoda, más agradable, desahogada, segura y placentera, dónde va a parar.

Otra noticia frente a la que el PP se posicionado radicalmente en contra es el reciente acuerdo sobre vivienda, una ley  que, como todas las demás, mejora, o al menos lo intenta, la calidad de vida de los ciudadanos, sobre todo la de los trabajadores y trabajadoras, pensionistas y personas vulnerables a cuyo bienestar está orientada esta ley. Una buena parte de la sociedad que sufre las consecuencias de unos inasumibles precios de los alquileres, que les suponen más de dos tercios de sus ingresos, cuando en otros países de nuestro entorno, países desarrollados con democracias plenas a los que aspiramos a pertenecer, les suponen apenas un tercio de sus ingresos. Cuca Gamarra, la portavoz del PP en el Congreso de los Diputados, esa señora con un agrio y desabrido aspecto de estricta gobernanta. Esa señora a la que parece que todos los españoles le debemos algo, a juzgar por, además de su gesto torvo y avinagrado, de sus palabras ásperas, violentas, desagradables, despacha esta ley diciendo que “fomenta las ocupaciones”.  Cuca Gamarra, que parece que se ha criado en un frasco de vinagre, como un pepinillo, es un puro encurtido pasado, de un intragable amargor, no apto para el consumo de nadie que no sea, como ella misma, un radical defensor de los poderosos a quienes sirve con gran entrega, vehemencia y determinación. Ella cree, y nadie de sus jefes le ha dicho nada a este respecto, que con ese exagerado tono gritón, con ese detestable y repulsivo estilo va a convencer a más gente. Alguien tenía que decirle a la señora portavoz que no hace falta que imposte la voz como hacen los malos actores, que simplemente con decir lo que crea conveniente decir ya es suficiente, y todos y todas lo entendemos sin que haga  falta que nos agreda con ese avinagrado trémolo, esa insufrible modulación de su fea voz que consigue el efecto contrario al deseado, es decir, que nos molesta tanto que ya no atendemos a otra cosa que a la fea, monótona y aburrida inflexión de su voz, sin escuchar lo que dice, molestos y fastidiados como estamos del cómo lo dice.

Y hablando de decir, ¿qué dice la señora Ayuso de esta ley de  vivienda?. Naturalmente, no le gusta nada, como le ocurre a la portavoz Gamarra, pero la Ayuso nunca se queda corta, siempre va más allá, y dice que la combatirá con un recurso al Tribunal Constitucional, alegando que es “sectaria e intervencionista, que atenta contra los derechos fundamentales”. Nada dice la señora Ayuso del derecho constitucional a una vivienda digna para todos los españoles y españolas. que aparece en la Constitución, concretamente en el Artículo 47 de la llamada Carta Magna: “Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación”. Un artículo, éste número 47, como algunos otros más, que convendría que leyera la presidenta madrileña, que parece haberse leído solo los artículos que le ha subrayado los que la han llevado y movido los hilos hasta colocarla donde está.  Además añade la señora Ayuso que esta ley, como todo lo que hace el gobierno, “tiene como objetivo llevar a España a la ruina, destruir España” y también asegura que “el entorno político de ETA, Bildu (que, entre otros partidos, ha apoyado esta ley) decidirá los destinos de España”. Qué curioso que esa cansina  letanía, esa ya aburrida retahíla de  de “llevar a España a la ruina” y “Destruir España”, “No vamos a permitir ver empobrecer masivamente a España”, “Ese trato autoritario contra la propiedad privada que espanta al capital y espantan a la empresa”…etc. es la misma que emplea, refiriéndose a EEUU, naturalmente, el  peligroso populista, manipulador, mentiroso y tramposo magnate Trump en todas y cada una sus intervenciones. Y lo dice contra el gobierno de Biden, del que no hace falta decir que tiene muy poco de “socialcomunista, terrorista, chavista, bolivariano, satánico…etc.” que, según la presidenta madrileña es el gobierno de Sánchez, a quien quiere echar para colocarse ella, que es lo mismo que decir las grandes empresas a quienes sirve y representa, entre ellos esas seis hermanas grandes constructoras que durante décadas se han  puesto de acuerdo para sacar una buena tajada de las arcas públicas. Un muy feo asunto, un escándalo mayúsculo, una indecencia, una desvergüenza en forma de robo a gran escala del que la presidenta no solo no dirá nada, sino que lo tapará convenientemente con sus habituales cortinas de humo en forma de acusaciones sin base alguna, insultos a granel, infamias, calumnias al por mayor y descalificaciones según el guión elaborado por Miguel Ángel Rodríguez y su equipo, y cualquier cosa que se le venga a la cabeza, qué mas da, y que pueda servir contra Pedro Sánchez y su malvado gobierno, y contra la izquierda en general, a los que invariablemente señalará  como culpables de todo  lo malo habido y por haber.

Sus  patronos y apoderados pueden estar tranquilos porque lo que nunca, jamás, hará la patriota IDA será morder la mano que le da de comer. “Fuerte con el débil y débil con el fuerte” es un principio que debe observar en todo momento si no quiere caer en desgracia, como les ha ocurrido a algunos miembros de su partido que un día se atrevieron no a morder mano alguna, sino simplemente a pensar un poco por su cuenta y ponerse un poquito del lado de los más débiles. Una línea roja que nunca deben siquiera rozar.  

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