Pedalea Marchamalo, y Miguel Delibes levanta la mirada y siente en la frente y en el pelo el viento de la velocidad otra vez.
«Como una estatua de sí mismo» escribe sin rozar siquiera el freno Marchamalo en la página 10, y sonríe Delibes:
«Que maravilloso es volver a estar vivo en las palabras de un amigo».
Lo ha logrado una vez más, Marchamalo, sorprenderme y robarme el corazón con sus libritos breves y maravillosos, impagables, inconfundibles, guapísimos para mirar y tocar y leer.
Como tengo voluntad de cultivar la NO MEMORIA es posible que alguna de las entregas anteriores -Blixen, Zweig, Baroja, Kafka, Pessoa, Virginal Wolf- tenga el mismo nivel desarmante (sí, desarmante) que ha logrado en DELIBES EN BICICLETA, pero lo dudo.
La portada de Antonio Santos es perfecta. Y el papel Arco Print Milk de Fedrigoni de 150 gramos un regalo para las yemas de los dedos.
Le llamé. Sucedió que le llamé.
-Marchamalo, mi genial amigo, ¿qué pasa esta navidad? ¿No va a haber librito o alguna obra de arte como ha sucedido cada año desde que te conozco?
Se rió, y me contó que estaba muy liado comisariando una expo en la Biblioteca Nacional (no me acuerdo de qué, ya he dicho más arriba –creo– que cultivo la NO MEMORIA). Y luego añadió más cosas que como es natural tampoco recuerdo, aunque sí el tono de la voz, ese entusiasmo permanente y natural.
-Llegará en breve, amigo Puebla.
Y en efecto, pedaleando entre las sacas de correo llegó antes de ayer, 21 de enero de VeinteVeinte, mi ejemplar firmado y numerado: el 35 de una serie de 55.
En la página 20 ya iba yo junto a Delibes, mi alma mezclada con la suya, los pies sobre el manillar de su bicicleta y riéndome de los guardias, borracho de mi capacidad -nuestra velocidad- para casi más volar que correr.
Este es el año Delibes (lo he leído en el colofón del libro) y lo natural sería que se vendiesen de esta obra mágica y dibujada con el corazón tantos ejemplares como los que vendió el maestro pucelano de Los santos inocentes, El camino o Los cipreses.
«Tendría que ser lectura obligatoria» me dije «en todos los colegios, institutos, universidades….» Pero enseguida estrellé la bicicleta de mi entusiasmo contra un seto y me rectifiqué, porque odio lo obligatorio (¿qué se le va a hacer?). «Debería ser lectura voluntaria y placentera por doquier» (así lo dejé; y así lo dejo).
Delibes en bicicleta. Se lo recomiendo a cualquiera. Se lo garantizo a cualquiera. Marchamalo. Delibes. Marchamalo junto a Delibes, ambos en bicicleta; y yo con ellos; y cualquier otro lector que se asome a este libro maravilloso: también.
(mecanografía: MDFM)
(CODA: Hace años comparé a Jesús Marchamalo con el genial Jean Echenov https://diario16.com/marchamalo-nunca-falla/ , pero después de leer Delibes en bicicleta lo único que en verdad puedo decir es: que ya quisiera Echenov.)
Gracias por la recomendación me ha encantado el libro y es bueniiiiiiiiisimo