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Joaquín Sánchez, el cura de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca

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análisis

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El padre Joaquín Sánchez casi no necesita presentación, es enorme la labor que ha hecho evitando montones de desahucios. Este es un cura atípico, uno de esos pocos que entiende que ese Dios, en el cual cree, se encuentra en lo marginal de este mundo o, mejor dicho, en los empobrecidos, en esas personas a las cuales el propio sistema ha debilitado, haciéndoles creer que el único marco posible de libertad es, precisamente, el propio mecanismo que está quebrando, incluso en nombre de un estado de derecho, la voluntad de las personas para preocuparse por los demás. Absorbidos por lo que se espera de nosotros, no solo han desviado nuestra mirada de lo tremendo que supone una situación crítica en una familia como puede ser el tema de un desahucio, sino que también nos van prensando un tipo de pensamiento meritocrático que, al igual que en tiempos de Jesús con los enfermos, el pobre es visto como algo socialmente impuro y, por tanto, una cosa que estorba.

            La Iglesia de hoy en día, de la que Joaquín es sacerdote, parece no compartir la misma coherencia que este cura, y que lo sitúa en los principios éticos que orientaron la visión de Jesús. El Reino de Dios que predica la propia institución está más en consonancia con el confort que con el empeño para paliar las distintas fuentes que hacen sufrir al prójimo y es, por tanto, que ya desde los propios seminarios se aparta a los futuros sacerdotes de cualquier compromiso social y conocimiento que, a la par, pueda comprometer a la Iglesia frente a un poder que da la sensación de mantenerla. Vivimos, pues, en una Iglesia cuya jerarquía quiere que nos resignemos ante los acuciantes problemas que envuelven al pobre, al menos resignarnos en la práctica. 

            Es por eso, que hoy tengo el placer de entrevistar al padre Joaquín,  que este nos hable de su gran labor y, de camino, ayude a intentar comprender la importancia de comprometernos plenamente con un mundo menos empobrecido y a posicionarnos en contra de aquellos que solo nos enseñan a refugiarnos en nuestro vacío interior, que en el fondo ni cambia nuestro entorno y tampoco a nosotros.

Francisco: Es de sobra sabido su activismo en numerables causas humanitarias, las cuales le ha costado varias detenciones, unas cuantas multas y lo que queda. Esto contrasta mucho con  la actitud de una  jerarquía eclesiástica que parece cada vez más cómoda con un discurso que desenfoca los verdaderos problemas sociales y, podemos decirlo así, huye de cualquier actividad que pudiera comprometerla. Tenemos el pensamiento de gente como Ratzinger que se ha convertido en algo hegemónico dentro de la curia, y que critica el activismo social que usted representa, las llama utopías sociales que tergiversa el verdadero anuncio del Reino de Dios. Es curioso que el anterior Papa en ese receso doctrinal y pastoral echa a perder, y lo podemos ver en sus obras más importantes,  la experiencia religiosa de un Jesús que tomaba partido por los pobres y marginados ¿qué ha quedado del profetismo de esos sacerdotes de los años sesenta, setenta y ochenta y que se implicaban de veras en los problemas sociales de la gente? ¿Qué le ha supuesto a usted, dentro de la Iglesia, continuar con estas actividades?

Joaquín: Para responder a la primera pregunta hay que remontarse al pontificado de Juan Pablo II que supuso una involución de un gran calado, cuando de él se esperaba aires nuevos sobre todo porque venía de Polonia, un país que había luchado contra el imperialismo soviético,  y acabo defendiendo el imperialismo americano.

Su pontificado se basó en reprimir a aquellos creyentes que evangelizaban desde la justicia social, la libertad y la fraternidad desde el evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia. Censuró a teólogos, a la Teología de la Liberación, retiró a profesores de las facultades teológicas y universidades católicas,  destituyó directores de revistas teológicas. Es curioso que, el Papa Juan Pablo II, escribiera documentos sociales avanzados, en cambio, quien era coherente con esos documentos sufrían la persecución eclesiástica. Simultáneamente a esto, se fue promocionando sectores conservadores y ultraconservadores. Se promocionó a Marcial Maciel, fundado de los Legionarios de Cristo, cuando se sabía que era un pederasta. Aquí jugó un papel fundamental el Cardenal Ratzinger como prefecto de la Congregación de la Doctrina de la fe, que todo lo que era testimoniar ser Buena noticia para los empobrecidos lo interpretaba como comunismo. Solo se admitía el mero asistencialismo sin cuestionar las estructuras socioeconómicas que provocan la miseria y la exclusión. Se puede dar un trozo de pan, pero no preguntarse por qué esa persona no tiene un trozo de pan y quién se lo ha robado.

Todo esto, provocó que ese profetismo, todo ese intento de aliviar el sufrimiento de los pueblos de la represión de los poderosos, de crear una Iglesia comunitaria y participativa se castigara. Murieron en Latinoamérica muchos creyentes católicos por su fe, por estar al lado de ese pueblo masacrado por las dictaduras militares y en cambio, no fueron considerados mártires, sino meros activistas sociales, aunque murieron a balazos con la Biblia en la mano cuando iban a dar catequesis a un poblado.

Ese profetismo se fue reduciendo poco a poco, hasta convertirlo en anónimo y en cierto sentido clandestino. Recuerdo cuando salí del seminario y fue ordenado sacerdote, que se hablaba de todos los temas con libertad, con el paso del tiempo, ya no se hablaba y si hablabas con alguien, siempre apostillaba con nerviosismo: “No digas nada de lo que hemos hablado, que me la juego”.  Ese profetismo se fue apagando y se fue muriendo con la muerte natural de aquellos que unieron fe y vida desde la justicia social, sustituyéndolo por otros actores conservadores y ultraconservadores., y siempre legitimando el poder  de las élites sociales, económicas y financieras.

Personalmente he vivido con dolor ese proceso de que cada vez éramos menos los que entendíamos que el evangelio era para la gente, sobre todo, para los pobres y en conflicto con los poderosos con la exigencia de su conversión. Ha sido una experiencia de mucha soledad, donde, incluso, tienes momentos de arrojar la toalla. Una soledad que se tradujo en tristeza.

El hecho de luchar contra los desahucios, ocupar bancos, impedir que se echara a una familia de su vivienda cuando llegaba la comisión judicial y las fuerzas de orden público; el hecho de pertenecer a movimientos eclesiales que analizan las causas de la pobreza y quiénes son los verdugos y al lado de las víctimas; el hecho de cuestionar decisiones y actuaciones de la jerarquía ha supuesto entrar en conflicto y un intento de arrinconarme, diciendo por ejemplo “fue un error ordenarte cura. Hubieras sido un buen trabajador social”.

Ha supuesto conflicto con la jerarquía, aunque también ha habido etapas de empatía y respeto, y mucha incomprensión y rechazo por gente que se  autollama de iglesia y que entendía que lo que hacía y decía era de izquierdas y no por ser cristiano.

Este conflicto también ha supuesto un ahondar en la fe y en la propia vida, porque requiere perseverancia y afrontar cada día desde la rebeldía, porque no estaba dispuesto a abandonar o pedir permiso: prefiero mi libertad y prefiero equivocarme.

Francisco: Respecto a la formación de los seminaristas, futuros sacerdotes, ¿cree que es de calidad en cuanto a compromiso, a darles más responsabilidad, a ser abiertos y saber dialogar con la sociedad?

Joaquín: Aquí convergen dos realidades: Una formación conservadora, centrada en el poder que debe tener el ministerio sacerdotal y, por otra parte, quien está entrando en el seminario tiene un perfil muy conservador; prácticamente nadie entra desde otras opciones  que tengan claro que tiene ser Buena noticia para los empobrecidos.

Todo se centra en las tareas sacramentales, ritualista, vestimenta, en la moral sexual y en la identificación de la iglesia con la derecha dura y pura.

Francisco: Usted ha visto, y de verdad, uno de los desgarramientos más grandes que puede sufrir una familia, y que es la pérdida de un hogar desde donde puedan establecer una estructura estable de vida. Por mucho que me ponga en la situación de esas personas, la verdad, no puedo llegar siquiera a hacerme a la situación de la perdida de la dignidad de esas familias, tiene que ser algo horrible. Lo terrible de todo esto dentro de una Iglesia, que parece más un escaparate que otra cosa, es que ya no se ve como un lugar donde se puedan refugiar aquellos sedientos de justicia. De aquí le hago las siguientes preguntas  ¿De qué manera sirve la Iglesia en la actualidad? ¿Es una Iglesia que actúa bajo el miedo de molestar a ciertos grupos? ¿Hacia dónde piensa que puede llegar esta actitud?

Joaquín: Te voy a responder desde una situación que es dolorosísima y hace referencia al Papa Francisco  (en estos momentos que respondo a esta pregunta lo están operando y espero que se recupere). Al papa Francisco no se le quiere en la iglesia y de hecho se le llama el Papa comunista, el antipapa y algunos lo degradan llamándolo “el ciudadano Bergoglio”. ¿Por qué? Por traer a la Iglesia coherencia y valentía para que el evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia sean los pilares de la misión de evangelizar y no el poder, el dinero y la complicidad con los poderosos que destruyen la vida humana y la naturaleza.

Ha tenido en contra gran parte de la curia vaticana, que han tenido una vida de confort, lujo y una vida personal que dejaba mucho que desear.

No es miedo a molestar a ciertos grupos de poder, es la legitimación y la justificación de estos grupos de poder. El Vaticano ha sido durante años un paraíso fiscal para la mafia italiana, en cambio, con Francisco se combatió esto. Se han apoyado dictadores u grupos de extrema derecha y en contra de otras opciones que pudieran sintonizar más con la Doctrina Social de la Iglesia.

Dicho esto, sería injusto no reconocer la labor que hacen muchos creyentes en todos los lugares del mundo por la igualdad, por la paz, por la dignidad humana y el bien común. El problema viene que los grupos conservadores de la Iglesia, afines a la extrema derecha y a las élites, quieren coger el pontificado para hacer una Iglesia alejada del sufrimiento humano, de las víctimas de la historia y ponerla al servicio de la idolatría del dinero y sus representantes.

Francisco ¿Alguna vez ha sentido ganas de abandonarlo todo? ¿En caso de que sí, que le ha movido a no hacerlo?

Joaquín: Esa tentación siempre ha estado y en determinados momentos te lo planteas. A veces me preguntan cómo es posible que haya perseverado en la Iglesia y en las luchas sociales y le digo que he perseverado por tres causas: El inmenso cariño que recibo de la gente, el compartir el sufrimiento de gente con rostros que han formado parte de mi vida y que no puedo abandonarles y la mística cristiana, donde esa fe en Jesucristo, en Jesús de Nazaret, fortalece mi vida.

En cierta ocasión lo estaba pasando mal y le daba muchas vueltas a la cabeza, pero, hubo una sorpresa en la historia y fue la aparición del Papa Francisco, que produjo un momento de inflexión porque me sentía plenamente identificado con él.

El hecho de participar en el primer Encuentro Mundial de Movimientos Populares, poder escucharle de cerca, hablar personalmente con él y esa foto dándole la mano y con la camiseta Stop Desahucios fue un momento de reafirmación. Hubo un compañero, que era muy conservador, pero, éramos muy amigos, me dijo lo siguiente: “Échate la foto con el Papa en el bolsillo y cuanto alguien te diga algo se la enseñas”.

Francisco: Por último, ya para terminar, me gustaría que le hablara a nuestros lectores sobre los proyectos que tiene ahora en mano ¿existe algún modo de que se pueda colaborar en estos de alguna manera?

Joaquín: Hay tres proyectos fundamentales, además de ser capellán de una cárcel y de psiquiátricos y residencias de personas mayores.

Sigo en la PAH porque los bancos y los fondos buitres siguen desahuciando a las familias con toda la crueldad. Hay gente que te busca porque tenía un alquiler social del bando, éste ha vendido la vivienda a un fondo buitre y cuando termina el contrato, le indican que tienen que abandonar la vivienda. Estas familias se sienten ocupas de una vivienda que un día fue suya, pero, sigue siendo su hogar.

Con la subida de los intereses de las hipotecas se avecinan muchos procesos de desahucios, muchísimo sufrimiento. En cierta ocasión me decía una madre con lágrimas en los ojos: ¿Cómo le digo a mis hijos que nos tenemos que ir de nuestra casa, dejar a esos vecinos  que los han visto nacer y que los quieren y que tiene que dejar su escuela y sus amigos de toda la vida? ¿Cómo se los explicó? (rompe a llorar sin consuelo alguno).

Quien quiera colaborar que busque alguna PAH y empiece a trabajar por el derecho a la vivienda, para que esas familias destrozadas se sientan acompañadas.

El segundo proyecto es con personas refugiadas, que la Unión Europea los han encerrado en cárceles, han convertido esos campos de personas refugiadas en campos de concentración.

Tenemos la Asociación Amigos de Ritsona y este agosto volvemos a Moria, aunque nos impiden entrar, pero, haremos lo que podamos y no queremos olvidarlos como pretenden la Unión Europea. Si alguien quiere colaborar puede hacerlo a través de la página de la web.

Un Tercer proyecto es combatir la soledad no deseada. Hay mucha gente que está sola, aunque tenga familia. Siente que su vida no tiene importancia y una frase que me impactó fue de alguien que nos dijo: ¿Por qué ya nadie me pregunta por qué no sonrió?

Esta asociación se llama Te Necesitas y el alma es una gran poeta que hace de la vida poesía y de la poesía vida y se llama Magdalena Sánchez Blesa.

Si alguien quiere colaborar para acompañar a alguien que se encuentra en ese pozo de la soledad no deseada, una nueva pobreza, puede hacerlo a través del siguiente correo: [email protected]

Termino con un frase que he ido elaborando a lo largo del tiempo y es: “Seguimos amando, luchando, soñando, cuidando la vida y cuidando al naturaleza”.

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