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La investidura de Alberto Núñez Feijóo

Manel Mas
Manel Mas
Estudié contabilidad y economía, fui perito y profesor mercantil, ejercí de profesor en Alesco (Altos Estudios Comerciales) en Barcelona dando clases de contabilidad, cálculo y derecho mercantil.
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análisis

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Se ha producido la primera sesión del debate de investidura para Núñez Feijóo, político a quien el rey designó, en mi opinión equivocadamente, resultando tal como todo el mundo preveía un fracaso. El más importante de la primera sesión del debate que ha intentado Feijóo es lo que no se vio ni oyó. Pedro Sánchez no ha querido correr riesgos de desgaste y no ha salido a la escena, por lo tanto, seguimos sin tener datos sobre sus proyectos para obtener el apoyo mayoritario del Congreso. A Feijóo le ha servido para pasar cuentas con todo el mundo y para ir cogiendo práctica a la tribuna del Congreso.

Esta práctica le será muy útil para su nueva etapa como diputado, una vez obtenida el escaño, por la tarea que tendrá que llevar a cabo como líder de la oposición en esta legislatura, excepto que haya nuevas elecciones y las pueda ganar hipótesis que, hoy por hoy, no parece muy probable según las encuestas que hasta ahora se han publicado. “Prefiero atrasar mi victoria”, dijo para excluir pactos con los independentistas.

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La primera sesión de este debate se recordará como una experiencia parlamentaria tan innovadora como insólita, por sus peculiaridades. En algunos momentos resultó incluso surrealista. Lo digo porque la batalla dialéctica se planteó como si se hubieran cambiado los papeles. Si esto no fuera suficiente, el hecho de poderse utilizar todas las lenguas, de acuerdo con el nuevo reglamento de la cámara recién aprobado, acabó dando un toque diferente que a algunos diputados no les gustó.

El candidato parecía en ocasiones el líder de la oposición, el que de hecho es y que, muy probablemente, seguirá siendo después de estas jornadas sino se produce un giro del todo inesperado. Quién se supone que debería de haber asumido las réplicas, el presidente en funciones, Pedro Sánchez, en su condición de líder socialista, permaneció callado. En su lugar envió el diputado Óscar Puente -exalcalde de Valladolid- a pelearse con Feijóo como si fuera un saco de estos que sirven para entrenar a los boxeadores. El líder del PP intentó provocar a Sánchez, pero no consiguió que el presidente del gobierno en funciones apartara la mirada de su móvil.

La amnistía, como era de esperar, estuvo en el centro del debate, pero no para favorecerlo, sino para trabarlo, demostrando una vez más que no se trata de una discusión técnico-jurídica sino de una decisión política, que no toma sencillamente quién puede, sino sobre todo quien quiere. Pero el debate estaba trabado en este punto, porque el significado de la palabra es opuesto para unos y otros. Para Rufián (ERC) y Nogueras (Junts), no se trata de una ilegalidad, sino de una solución transitoria, porque este no es el final del trayecto, como suelen afirmar. Por el contrario, para Feijóo la democracia española está en un momento crítico porque denuncia que, será una vulneración de la Constitución la que permitiría a Sánchez seguir eventualmente en la presidencia del gobierno, cuando hace cuatro días decía que la amnistía era una transgresión. Discursos que son líneas paralelas que no se encuentran ni en el infinito.

Personalmente, me ha llamado la atención la longitud del discurso de Feijóo en réplica conjunta a Rufián y Nogueras sobre la situación económica y social de Cataluña. No lo digo por la mucha o poca fiabilidad de los datos que proporcionó, porque algunos eran muy discutibles, si no incorrectos. Creo que se tiene que tomar nota por lo que tenía de voluntad de conectar con una parte importante de la sociedad catalana que se ha expresado en las últimas elecciones del 23-J. Cuando Feijóo habla de la antigua CiU, o de personas concretas, como Roca y Molins, no hacía un ejercicio de nostalgia, sino un intento de mencionar referencias del pasado para proponer una formula diferente para a preparar el futuro.

Ahora hay muy poco de que hablar, porque las distancias políticas son estratosféricas, pero quien sabe qué pasará más adelante. Todo depende casi siempre, claro está, de los resultados electorales.

A modo de resumen diría que el contenido de la supuesta ley de amnistía sigue siendo una incógnita, a pesar de las veces que el candidato aludió a la cuestión. La esperanza del líder popular, aparte de un posible transfuguismo, es que sus vaticinios se confirmen, y que, dentro de unos meses, si el nuevo gobierno de Sánchez naufraga, pueda decir que él ya advirtió que con Sumar y los independentistas ni el PSOE ni España podían ir mucho lejos, y presentarse como el salvador de la situación. Un nuevo salva-patrias para añadir a la larga lista de la derecha española. Para Feijóo la oportunidad habrá servido para entrenarse y conseguir más tiempo para seguir al frente de su partido, a la espera de una nueva oportunidad de ganar unas elecciones, cosa que veo difícil si antes no se desmarca de los actuales socios de Vox.

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