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La misoginia como base del imperialismo ruso

Santiago Aparicio
Santiago Aparicio
Doctor en Ciencias Políticas y Sociología. Contador de realidades. Guitarrista de rock en mis tiempos libres. Y cazador de doxósofos.
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análisis

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El título del ensayo que hoy presentamos nada tiene que ver con la frase adjudicada a Heráclito de Éfeso sobre no bañarse dos veces en el mismo río. Más bien supone justo lo contrario en este caso, la historia se repite en su esencia aunque los modos y formas puedan parecer otros… o no. El texto de Sofi Oksanen no solo muestra la verdadera esencia de lo que supone el putinismo sino que señala directamente al corazón del imperialismo ruso. Dos veces en el mismo río (en la colección Miradas de la editorial Salamandra) explica cómo Rusia, da igual en su versión soviética o en su versión putinista, ha sido siempre un territorio vedado a cualquier avance para las mujeres. Como dice el subtítulo, se trata de La guerra de Putin contra las mujeres.

Comienza Oksanen rememorando el silencio de su tía abuela estonia, la cual fue interrogada, torturada y violada cuando se produjo la invasión soviética. Aquel crimen contra la humanidad, no solo ese sino cientos de miles, quedó impune por el silencio. El silencio social por miedo y el silencio de la mujer como trauma perpetuo. Esto que puede parecer un suceso de años lejanos sigue produciéndose. Hoy mismo, en la guerra en Ucrania o en cualquier otro lugar donde Rusia acude a “salvaguardar a las poblaciones rusas o en operaciones de paz y amistad”, se siguen produciendo este tipo de conductas contra las mujeres (y en algunos casos contra los propios hombres). El ejército ruso tiene libertad para violar y torturar a las mujeres en el frente de combate.

Algunas personas, bienintencionadas, pueden llegar a suponer que esto se produce por cuestiones como la falta de víveres o de cualquier otro producto de primera necesidad. No. Como bien expone Oksanen esto no es solo dejar libre lo más ignominioso del ser humano —con todos los avances psicotrópicos no tiene sentido el empalamiento, la electricidad en los testículos u otras fórmulas de tortura que siguen utilizando los rusos— sino que se fomenta desde las altas instancias. El otro no solo es un enemigo sino que deja de ser visto como un ser humano. Toda la educación y propaganda del Kremlin va encaminada a la deshumanización del contrario. Una vez que el otro es una alimaña, un no-ser un fascista, es perfectamente lícito hacer con él lo que sea. Y no es algo nuevo en la historia rusa, ya en tiempos de la URSS se hacía lo mismo con otros epítetos pero con la misma intención deshumanizadora.

A diferencia de otros tiempos, en esta guerra están saliendo algunas voces —cuando menos donde los rusos no están aposentados— que denuncian la barbarie. Se va conociendo poco a poco este grave atentado contra el más elemental derecho humano, pero, enfrascados en sus cuitas internas, los medios de comunicación occidentales no prestan la suficiente atención, ni dan la suficiente publicidad a todos estos crímenes contra la humanidad del ejército ruso. Esta denuncia se observa en los casos y las explicaciones de la autora estonio-finlandesa, la cual explica no es solo un arma de guerra, que lo es, sino también algo propio de la esencia del imperialismo ruso. Un imperialismo que no ha dejado de existir desde mediados del siglo XVII.

Todas las excusas publicitadas desde el Kremlin tan solo esconden algo que ya forma parte del alma rusa, su continuo deseo imperialista. La URSS mucho más que la gran república proletaria era una nueva forma del carácter imperialista ruso. Extender las fronteras más allá y no por una cuestión de lebensraun o espacio vital sino porque forma parte de su propia constitución como nación. Para ello acometen diversas actuaciones como la rusificación de las zonas ocupadas —durante los tiempos soviéticos era obligatorio hablar ruso salvo pena social de ser considerado algo así como una rata—, la cual conlleva el desplazamiento forzoso de parte de la población y la llegada de rusos a la zona. Ahora, en la guerra ucraniana, se están llevando a niños, principalmente, y niñas. Los primeros podrían acabar siendo pasto de la metralla en alguna guerra y a las segundas… imaginen.

Sobrevolando todo ello, y de ahí el subtítulo del libro, se encuentra la misoginia. Por mucho que les cuenten que durante los tiempos soviéticos la mujer estaba plenamente insertada en la sociedad, la realidad es que no fue así. Cierto que las mujeres pertenecían al ejército, algunas fueron condecoradas como grandes aviadoras; tenían trabajo; pero en realidad los techos de cristal eran brutales. De vez en cuando sacaban a pasear a alguna mujer para publicitarse (lo que se conoce como tokenización) pero la realidad es que los malos tratos se consentían y denunciarlos era peligroso o todo el trabajo familiar recaía en ella. Seguía siendo considerada la mujer desde una posición esencialista y misógina. Como dice Oksanen la segunda ola feminista jamás llegó a Rusia.

Hoy en día hay numerosas leyes contrarias a la mujer impulsadas por el putinismo. la mujer en Rusia es valorada cuantos más hijos tenga (se conceden muchos subsidios) y si recibe malos tratos tendrá que aguantar. Detrás de ello el nazi-bolchevismo de Duguin y la potente influencia de la Iglesia ortodoxa. El imperialismo ruso de Vladimir Putin se sostiene sobre la opresión de las mujeres, entre otras cuestiones, porque les tienen verdadero pánico. Cualquier intento de revolución social pasa por la incorporación de la mujer, por su rebelión y lo mejor es mantenerlas sometidas. ¿Por qué ese apoyo del Kremlin a los partidos más ultraconservadores de la Europa occidental? Ahí hay un patrón que expone perfectamente la autora.

Un libro sumamente interesante para conocer desde cerca, desde alguien que ha vivido el ser ruso en sus propias carnes, el significado del régimen putinista. Centrado más en el ámbito feminista pero sin dejar de analizar el porqué de este sistema creado (mayoría de ex-KGBs), la esencia del mismo y algunos de los valores sobre los que se sostiene. Una lectura con momentos de crudeza y de repulsión por los actos cometidos, pero también necesaria para conocer qué sucede realmente. Verán desfilar por sus páginas, por no extender más el análisis, fábricas de bots, campañas publicitarias, financiaciones internacionales y todos los elementos claves para conocer la Rusia de Putin. No dejen de leerlo.

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