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La sinceridad

La sinceridad es el valor que nos conduce a la verdad a través de la justicia social. No es posible aspirar a la verdad sin este proceso

Antonio Guerrero
Antonio Guerrero
Antonio Guerrero colecciona miradas, entre otras cosas. Prefiere las miradas zurdas antes que las diestras. Nació en Huelva en 1971 y reside en Almería. Estudió relaciones laborales y la licenciatura de Filosofía.
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análisis

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Parece una palabra muy repetida y casi podría darse el caso de que se haya hecho opaco su valor, pero en esta época donde reina la posverdad es donde más sentido tiene hablar de su significado. Ser sincero no solo es un acto individual localizado en un contexto concreto sino que forma parte de la estructura ética de nuestra vida y cultura.

La sinceridad, como valor, implica siempre honestidad lo que indica transparencia en la acciones. Esto construye relaciones auténticas y la predisposición adecuada para esa verdad que trata de apagar la posverdad. A lo largo de la historia algunos filósofos han destacado su valor. Nos referimos a Søren Kierkegaard, Friedrich Nietzsche y Jean-Paul Sartre.

El factor común entre ellos es la coherencia individual y la relación con uno mismo. Con esto podemos argüir que un ser humano  debe hacer aquello en lo que cree; ir desde la autenticidad hacia la verdad. Esto nos lleva a José Martí, el escritor, político y ensayista cubano. Para Martí el individuo debía ser responsable de sí mismo y de su época.

Esto es tomar partido en el momento histórico desde la sinceridad. Para él había que decir la verdad y ser sincero con los actos propios aun cuando estos eran contrarios a la mayoría. Solo desde esa óptica era posible llegar a conceptos como la justicia, la libertad, la igualdad, etc. Desde su modernismo dio pistas sobre una ética de la reciprocidad y la exigencia por la involucración en el momento histórico.

Desarrollando el hilo de algunos de sus poemas podríamos decir que quien tiene acceso a una ventana pública tiene aún más obligación de decir lo que piensa y hacer aquello que le dicta su conciencia. De nada sirve mentir y decir lo que el gran público quiere escuchar enarbolando un mensaje mesiánico o en sentido contrario demoníaco hacia los que piensan lo contrario.

Quien puede decir algo debe decirlo y no esperar nada a cambio. Y es más –ampliando el hilo- quién está más obligado es el filósofo, y no solo desde la honestidad de sus palabras sino desde la implicación con su momento histórico. El eco de estas reflexiones, inspiradas por Martí, nos llevan a su influencia filosófica procedente del idealismo alemán y el humanismo.

En Martí hay un compromiso con la justicia social que se  denota en sus palabras sin duda. Desde aquí instamos a que este valor se multiplique en todos los actos que nos acontecen a diario.

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