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La vergüenza que sienten los líderes del PP sobre los juicios de sus antiguos dirigentes

En Génova se hartan de repetir que todos estos casos forman parte del pasado. ¿También Aznar es pasado? Es contradictorio que intente dar lecciones en todos los foros a los que le invitan cuando los caminos de dos de sus principales colaboradores durante años se han topado de bruces con el pasado

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análisis

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Ni una palabra, ni un gesto. En Génova guardan silencio sobre los juicios de dos de sus más destacados dirigentes de principios de siglo, Rodrigo Rato, el “autor del milagro económico”, se enfrenta a una pena de 70 años de cárcel acusado de enriquecimiento ilícito, y Eduardo Zaplana, “la sonrisa del Consejo de ministros”, a 19 años de prisión en el llamado Caso Erial. Mientras tanto, el que los nombró, José María Aznar, en calidad de presidente de la fundación FAES, recorre toda la geografía española dando conferencias como referente de las posiciones más ultraliberales y se autocalifica como “ejemplo” de honradez y coherencia lanzando mensajes alarmistas contra el gobierno progresista.

A Rodrigo Rato se le acusa de defraudar supuestamente más de 8,5 millones de euros por haberse apropiado dinero mediante presuntos sobornos que tuvieron lugar cuando era presidente de Bankia. Es la tercera vez que se sienta en el banquillo en menos de una década: ya fue condenado por el escándalo de las tarjetas black de Caja Madrid y resultó absuelto por irregularidades que el tribunal no consideró punibles en la salida a bolsa de Bankia. Ahora se le juzga por una actividad que se habría iniciado en 1999, cuando era ministro y vicepresidente del Gobierno, y habría seguido desarrollándose cuando fue director gerente del Fondo Monetario Internacional, y presidente de Caja Madrid y de Bankia.  Anticorrupción le acusa de 11 delitos fiscales y otros de blanqueo de capitales y corrupción entre particulares.

A Eduardo Zaplana, Anticorrupción le sitúa al frente de una trama que se dedicaba al cobro de comisiones por las concesiones de licencias de ITV y de parques eólicos durante su etapa al frente de la Generalitat valenciana. El fiscal quiere que el tribunal le sentencie a 19 años de prisión y una multa de 40 millones de euros por blanqueo, cohecho, pertenencia a organización criminal, prevaricación administrativa y falsedad en documento mercantil. Las presuntas comisiones de la trama ascienden a 20,6 millones de euros.

Ambos han mostrado una chulería ante los jueces digna de todos aquellos que se consideran por encima del bien y del mal. Dicen que no han hecho nada. Que el origen de su dinero es completamente lícito. Es más, Rato se dedicó, durante su interrogatorio, a desautorizar al abogado del Estado que ejerce la acusación pública, y a la fiscala señalando frases como la de “no sé de dónde sale esta gente, nos toman por tontos, es indignante” a la vez que les acusa de “prácticas inquisitoriales”. El exvicepresidente económico tiene todo el derecho a defenderse como quiera, pero lo cierto es que se le detectó dinero oculto al acogerse a la amnistía fiscal que había promulgado uno de sus más fieles colaboradores, el ministro de Hacienda Cristóbal Montoro, una decisión que el mismo reconoce “fue un error”. Ese movimiento de Rato provocó la apertura de investigaciones por parte de la agencia tributaria. Unas indagaciones cuyos resultados han llegado hasta el tribunal que le juzga.

Eduardo Zaplana niega haberse enriquecido a costa del cobro de comisiones en las concesiones de las ITV y los parques eólicos cuando era presidente de la Generalitat valenciana. En el juicio ha llegado a decir que nunca cobró comisiones por esas concesiones y echa la culpa de todas las irregularidades descubiertas a otros acusados que se sientan en el banquillo, especialmente a Fernando Belhot, abogado uruguayo, y a Marcos Benavent, conocido como “el yonqui del dinero”, personas encargadas, presuntamente, del blanqueo del dinero.

A pesar de sus negativas, a Zaplana se le han puesto muy mal las cosas en los interrogatorios de esta semana pasada. Un amigo de la infancia, y presunto testaferro suyo, Joaquín Barceló, le ha señalado como el beneficiario de las cuentas que le han encontrado en paraísos fiscales. El asesor fiscal de Zaplana intentó exculparle, pero incurrió en muchas contradicciones siendo acorralado por el fiscal en varias ocasiones durante su interrogatorio. Y al exministro se le ha complicado el asunto, aún más, después de que varios acusados hayan llegado a un acuerdo con la fiscalía para declarar en su contra a cambio de una reducción de las penas. Zaplana, que fue alcalde de la todopoderosa Benidorm, presidente de la Generalitat, ministro de Trabajo, portavoz del Gobierno, sabe que, casi con toda seguridad, tendrá que volver a la cárcel de la que salió debido a la leucemia.

Cuando concluya el juicio de Zaplana comenzará el de la primera pieza separada del Caso Púnica, la que se refiere a la caja B del Partido Popular madrileño, en el que el fiscal va a pedir condenas para Esperanza Aguirre e Ignacio González como partícipes a título lucrativo por haberse beneficiado con los servicios reputacionales personales que ejecutaba en redes sociales el conseguidor de la trama, Alejandro de Pedro. Ambos fueron exculpados por el juez de instrucción, Manuel García Castellón, pero, si prosperan las cuestiones previas planteadas por el ministerio público, deberán hacer frente al pago de cantidades que oscilan entre los 26.000 y los 29.000 euros en concepto de responsables subsidiarios.

Mientras tanto, en Valencia, muy cerca de donde se celebra el juicio contra Zaplana, otra vista oral se encuentra a punto de concluir: los casos Taula y Azud, en los que se encuentran procesados el vicealcalde de València, Alfonso Grau, y el cuñado de la que fue alcaldesa, Rita Barberá. Uno, referido a la financiación irregular del partido y el otro a corrupción urbanística. Barberá falleció sin tener que sentarse en el banquillo, pero si hubiese vivido habría pasado por tal condición porque su propio cuñado ha declarado ante los jueces que los chalés que le atribuyen eran propiedad de Barberá, una política que el Partido Popular considera la mejor alcaldesa que ha tenido València.

En Génova se hartan de repetir que todos estos casos forman parte del pasado. ¿También Aznar es pasado? Es contradictorio que intente dar lecciones en todos los foros a los que le invitan cuando los caminos de dos de sus principales colaboradores durante años se han topado de bruces con el pasado. Y no sólo Rato y Zaplana. Como se puede comprobar, todas las grandes figuras que rodearon al expresidente del Gobierno están pisando las moquetas de las salas de celebración de juicios en calidad de acusados. Es difícil predicar la honradez y criticar la corrupción de la izquierda cuando ni siquiera has sido capaz de limpiar tu propia casa.

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