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Luz de gas médica institucionalizada: negación de daños por iatrogenia

"Olía todo a hipocresía, todo aparentaba tener sentido y felicidad y belleza, mas, sin embargo, todo era ignorancia y putrefacción". Herman Hesse, Siddharta.

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análisis

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Luz de gas​​ (Gaslighting) es un tipo de abuso psicológico en el que se hace a alguien cuestionar su propia visión de la realidad, haciéndole dudar de su propia memoria y de lo que ha vivido y experimentado.​​ En el ámbito médico se daría el caso de que el médico descalifica o niega los síntomas que el paciente está sintiendo.

Yo he tenido varios episodios de luz de gas médica a lo largo de mi vida.

Tengo que decir que hasta el año 2019 yo era lo que la neolengua que controla la narrativa llama “pro-ciencia”, así me definía yo a mí misma. Dentro de mi limitada visión global yo era pro-medicina alopática y aceptaba de buen grado todo lo que ella me proponía, entendiendo que quien la practicaba era gente altamente capacitada y preparada para hacer lo mejor por el paciente.

Lo que yo desconocía era que yo no era “pro-ciencia” médica, dentro de mi engaño, yo era “pro-lobbies farmacéuticos”, puesto que, conforme a lo que luego aprendí de forma abrupta, la Big Pharma había secuestrado a la ciencia médica. Sus tentáculos se habían infiltrado en todas las áreas de la medicina: financiaban las campañas electorales de los presidentes de un gran país, influían en las universidades de medicina, modificaban sutilmente los estudios médicos que ellos mismos realizaban, subvencionaban a los miembros de los Colegios de Médicos, daban prebendas a los médicos de los distintos hospitales públicos y privados, se habían infiltrado en la Sanidad Pública, en la Sanidad Privada, incluso estaban en organismos internacionales como la OMS. Las estrategias de infiltración de los lobbies farmacéuticos en los organismos públicos están explicadas por la Dra. Judy Mikovits y por Robert F. Kennedy Jr. en sus libros, así como en la serie Dopesick.

Si no se avanza por discernimiento, se avanza por sufrimiento

El primer proceso de luz de gas médico lo identifiqué cuando me diagnosticaron una dolencia de moda, de esas que son como un cajón de sastre donde se mete todo lo que se desconoce. Fue en 2009. No era algo importante ni grave. Había médicos que, aun a pesar del diagnóstico, me decían que todo estaba en mi cabeza, que tenía que salir más y disfrutar. Esta visión es positiva, puesto que los neurotransmisores hacen una gran labor para anular el dolor, pero por ahí no iba el tema. Descubrí que algunos profesionales, cuando no entienden o no pueden evaluar algún trastorno físico, usan la “baza” de que es un trastorno psicosomático, que no dudo que estos trastornos se den y tampoco dudo de la importancia de los mismos en la salud, pero no tantos como la clase médica cree. Yo lo veo como una forma bastante burda de tapar su propio desconocimiento; puesto que el médico es también humano, y como tal no tiene por qué saberlo todo, y lo que muchas veces piensa que sabe está constreñido por un protocolo que lo limita en cuanto a sus diagnóstico. Además, este diagnóstico lo hace en base a las pruebas que se solicitan, pruebas que se quedan muy pobres para las nuevas enfermedades, que difícilmente se pueden diagnosticar con radiografías, ecografías o analíticas.

Como todo se medicaliza, también se medicaliza el desánimo y, si el médico te dice que tu trastorno empeora porque estás desanimada, pues se medica. Esto hace que los médicos sean sin saberlo meros instrumentos de la industria farmacéutica, que tiene a parte de la sociedad occidental sedada a base de psicofármacos, en la gran mayoría de los casos absolutamente innecesarios y cuyos efectos secundarios al retirarlos son incluso mucho peores que los síntomas que pretenden tratar. En este sentido no hablo de procesos psiquiátricos severos, sino de medicalizar procesos vitales comunes como los que el ser humano ha tenido que afrontar desde que está andando sobre la Tierra. Y no sólo hablo de medicalizar procesos vitales comunes, sino de hacerlo sin avisar de los posibles efectos secundarios devastadores que esas medicaciones podrían tener si se mantienen en el tiempo.

La psiquiatría es una rama de la medicina curiosa, ya que no se necesita de ningún examen médico para que te den medicación. Eso da bastante juego para ciertos despropósitos, como la pauta de diferentes tipos de medicaciones que se van acumulando en un mismo individuo a lo largo del tiempo, de forma que el individuo que empezó con una pastilla es susceptible de acabar tomando muchas más pastillas, acumulando diagnósticos, algunas veces sin sentido.

El segundo proceso de luz de gas culminó afortunadamente en 2019. Un antibiótico me sentó mal. No obstante, este producto me había sentado mal antes, pero mis médicos siempre que empeoraba por algo decían que era por mi enfermedad o que estaba deprimida, yo les creía. Pero en 2019 no fue posible creerlos más. Ellos no me habían creído a mí y yo ya dejé de creerlos a ellos. Para ese entonces yo había buscado páginas web, avisos de la AEMPS, de la EMA y de la FDA e incluso tenía un dossier en el ordenador con testimonios, estudios médicos, artículos médicos, etc. que confirmaban las reacciones adversas de este producto. Es decir, manejaba yo más información que mis propios médicos. También había contactado con afectados y era consciente de que lo que estaba viviendo era real, y no una agudización de ninguna otra cosa. Esto sí, la solución rápida del profesional médico era la derivación a psiquiatría.

El tercer proceso de luz de gas que viví fue en 2020 cuando un psicofármaco me empezó a sentar mal, así que me dijeron que lo retirase. Dejar un psicofármaco requiere una atención médica constante y un proceso de tiempo, que puede llegar a ser largo, no una semana, ni un mes. El síndrome de abstinencia de esta medicación puede ser brutal. La clase médica silencia los trastornos de la retirada de los psicofármacos, es como si no existieran. No hay interés en que la población sepa lo que pueden provocar esas pastillas porque los que negocian con la salud verían sus ventas reducidas. Tuve que afrontar un proceso físico y mental que jamás pude pensar que se pudiera dar en un ser humano, o en cualquier otro ser vivo. Es decir, me monté en una escalera mecánica que bajaba a toda pastilla al infierno y allí me quedé unos meses, en uno de los lugares más oscuros que pudiera existir, como un animal moribundo y acosado, el mal se había hecho materia, era denso. Del infierno puedes intentar huir, pero cuando el infierno está en tu propia cabeza no hay forma material de huir, es lo que llaman en los grupos de afectados la neurocárcel. Eso sí, entré en primero de Sufrimiento y unos meses después ya tenía un Máster en Discernimiento Consciente, otro en Ingeniería Social y varios seminarios de Sentido Transpersonal de la Existencia, todo ello sin asistir a un solo curso. Entonces ya vi el sentido de todo, el entramado, vi mis últimos años en retrospectiva y entendí mucho de lo que me había pasado.

Busqué grupos de afectados y eran ellos los que me arroparon y me guiaron, los que me explicaron lo que me estaba pasando, porque obviamente, según mis médicos el psicofármaco se elimina del cuerpo en unos días. Podrían tener razón si no fuera que el desequilibrio que ocasiona en el cerebro puede durar días, meses, años o toda la vida.

Cuando contactas con los grupos de afectados por iatrogenia entras en otra realidad. La población común vivimos en burbujas de bienestar, nuestra realidad está creada e intervenida, no tiendes a pensar que lo que te han dicho durante años que lo que está salvando a occidente realmente es lo que lo está lesionando (hablo de la iatrogenia). Nadie te ha explicado que vivimos en un falso estado de bienestar y que si te va a suceder algo que choque con la tendenciosa narrativa oficial nadie te va a creer, porque la narrativa está totalmente controlada y sesgada, y que quien controla la narrativa crea el paradigma en el que vivimos, y quien controla el paradigma controla a los humanos y lamentablemente los humanos tendemos al fanatismo de nuestras ideas, así que ni la gente más cercana de tu entorno te va a creer. Cuando sales de la burbuja descubres el nivel de autoengaño en el que vives y con quién vives. Cuando contactas con los afectados por medicaciones ves a miles de personas en un sufrimiento atroz, ninguneados, silenciados, olvidados, y recibiendo todos ellos luz de gas médica. Porque si yo pensaba que lo que me había pasado a mí era una excepción estaba equivocada, es algo generalizado en el sistema médico. La luz de gas ante el daño iatrogénico está claramente institucionalizada. Todo el sistema médico está en negación absoluta hacia el daño iatrogénico.

Así que te metes en esos grupos de gente que se ayuda la una a la otra ante la falta de apoyo profesional, social, familiar y, haces un paseo por uno de los lados oscuros de la vida. Y te das cuenta de que no va en broma cuando un día abres el grupo y te encuentras con el mensaje de un padre que dice que su hijo se suicidó el día anterior porque no pudo soportar la retirada de su medicación psiquiátrica, o un novio escribe porque su novia quedó con secuelas tan graves que también se quitó la vida, o que a tal persona la han operado porque sus secuelas la han dejado en silla de ruedas, etc. Que todo esto no dejaría de ser una tragedia si no se sumase al desinterés y al ninguneo que todos los afectados cuentan de sus médicos, porque al daño físico se suma el daño psicológico derivado de un maltrato silencioso del sistema que es de una crueldad inconmensurable.

Tengo una conocida con secuelas graves tras la toma de una medicación. Su peregrinaje de doctor en doctor ha sido largo y la ha llevado a consultar a expertos de los EEUU. A pesar de que verbalmente varios doctores confirmaron la relación entre sus trastornos médicos y la medicación que tomó, no consiguió que ninguno de ellos lo plasmara en un informe por escrito.

A todo ello, a mí me intrigaba saber cuál era el motivo de ese gaslighting institucionalizado. ¿Qué lleva a un profesional médico a no empatizar con alguien sentado enfrente que le cuenta que su daño viene por medicación?

Ya había aprendido cómo se controla la narrativa. Quien controla la narrativa, controla los comportamientos de los seres humanos. Pero además la sociedad está totalmente jerarquizada en todos sus ámbitos. Es una organización muy inteligente puesto que está diseñada para que se trabaje en el individuo la sumisión, la obediencia y la falta de crítica. Además la estructura es propicia para ejercer el abuso de poder y de hecho toda la sociedad occidental es un sibilino abuso de poder disfrazado de sistema amable y en continua campaña de marketing sobre sus falsas bondades. El sistema médico es el enésimo ejemplo de estructura jerarquizada falsamente paternalista donde al individuo solo se le da el margen de acatar lo que le ordenen. Es el caldo de cultivo propicio para que a alguien se le haga luz de gas.

La sociedad en la que habitamos es absolutamente egoica, narcisista; supongo que es algún tipo de proceso de supervivencia, pero hace que cada uno viva sin entender al otro. Es curioso cómo definían los gnósticos a los tres tipos de hombres, los “hílicos”, los “psíquicos” y los “pneumáticos”. Los “hílicos” están plenamente apegados a la materia. Me pregunté: ¿viviríamos nosotros en una sociedad “hílica”?

Este concepto me hizo reflexionar sobre la existencia de seres humanos que no contemplan el sentido transpersonal de la existencia humana, lo trascendente, sino que creen que lo único existente es la materia, lo inmediato, lo físico. Cuando estás en el paradigma de entender que solo existe lo que ves y no entiendes tu vertiente transpersonal, para ti todo es “ego”, es decir, te identificas con el “yo” de una manera tan absoluta que solo entiendes que hay el “yo”. El paradigma artificial que se ha creado es toda la realidad que conocen muchos médicos. El paradigma secuestra al individuo y éste se identifica con él de tal forma que ambos se funden creando al “personaje”. El personaje interpreta un papel en este teatro social, que es el que le dictan desde arriba (aunque él no lo sepa), y por supuesto no es inocuo, hay todo una trama de intereses detrás de la creación del teatro social. Lamentablemente es una sociedad que está llena de personajes y no de personas. En esta sociedad narcisista y materialista a este personaje se le recompensa con estatus social y con bienes materiales. Ya lo has ganado. Para un ser humano para el cual solamente existe lo visible, lo material, esta materia es lo máximo a lo que puede aspirar y obviamente no va a renunciar a ello.

No obstante, en este engranaje social todos estamos sometidos al abuso de poder. Los profesionales de la medicina no están exentos de ello y muchas veces tienen que renunciar al desarrollo de su auténtica vocación, a lo que les dicta su corazón, para seguir percibiendo su recompensa. Se forma una cadena de maltrato. Al final se propicia que toda una sociedad con una evolución espiritual mínima sea incapaz de desarrollar verdaderos valores que nos hacen humanos, forzada al abuso de unos hacia otros.

Cuando te pones delante de muchos profesionales sanitarios sientes que no hay un diálogo de alma a alma, sino que te está tratando el “personaje”. Y aunque haya profesionales que tengan sentido de la justicia, compasión y amor, al operar dentro de un marco estructural limitado cualquier actuación fuera de este marco supondrá para ellos un suicidio social y económico. Aunque la verdadera riqueza no es material, esta sociedad así te lo hace percibir.

Por lo anteriormente expresado, mi conocida no tendrá un informe médico constatando el daño por iatrogenia, a pesar de que su grave afectación le impida trabajar y la suma en un estado de precariedad en todos los ámbitos de la vida.

No obstante, en estos últimos años tan distópicos, en el malsano embalse de lodo en el que vivimos se ha abierto una puerta y está entrando agua saludable, vivificadora. El agua fresca fluye, la brisa nos roza la cara. Bienhallados todos aquellos profesionales médicos que han visto más allá de lo material y han abierto su boca para defender a las víctimas de iatrogenia porque ellos son los pioneros del nuevo paradigma, de una nueva forma de ser y de estar en el mundo. Gracias.

Un poquito de bibliografía:

  • Plaga de corrupción científica: restaurando la fe en las promesas de la ciencia, de la Dra. Judy Mikovits y Kent Heckenlively
  • Psicofármacos que matan y denegación organizada, de Peter Götzsche
  • Medicamentos que matan y crimen organizado, de Peter Götzsche
  • Anthony Fauci, Bill Gates, Big Pharma, de Robert F. Kennedy Jr.
  • Dopesick (serie), https://www.filmaffinity.com/es/film109651.html
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