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Mathias Enard vincula muerte y naturaleza en el regreso a sus orígenes

La nueva novela del escritor francés, ‘El banquete anual de la Cofradía de Sepultureros’, aborda a medio camino entre la erudición y el divertimento el peculiar ambiente rural de un ficticio pueblo cercano al suyo natal

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análisis

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Mathias Enard (Niort, Francia, 1972), una de las plumas de referencia de Francia a nivel internacional, ganó en 2015 el Goncourt, el galardón más prestigioso de las letras galas, por su anterior novela, Brújula. Un lustro después da un giro copernicano a su pasión por mostrarnos otros mundos más o menos lejanos y diversos (Oriente Próximo, Orinoco, Mediterráneo, Balcanes…) y se zambulle de pleno en lo que deparan las peculiares andanzas de un joven etnólogo que sale huyendo de las tribulaciones urbanas de París para recalar en un pequeño pueblo de la costa oeste francesa con el fin de perfilar su tesis doctoral sobre la vida en el campo en pleno siglo veintiuno.

Un joven etnólogo que sale huyendo de las tribulaciones urbanas de París para recalar en un pequeño pueblo de la costa oeste francesa con el fin de perfilar su tesis doctoral sobre la vida en el campo en pleno siglo veintiuno

David Mazón llega a La Pierre-Saint Christophe, un remoto pueblo ficticio cercano a Niort, la localidad natal del propio Enard, rodeado de marismas y con unos pintorescos lugareños, a los que entrevistará para su trabajo académico en el café-colmado. Conocedor de las vicisitudes de la guerra en lugares dispares como la ex Yugoslavia o Líbano, el escritor francés asegura que también en los pequeños pueblos se producen innumerables acontecimientos dignos de ser contados. Así lo subraya durante la presentación de su nueva novela, El banquete anual de la Cofradía de Sepultureros, publicada en España por Literatura Random House.

Entre los peculiares vecinos del remoto pueblecito donde ambienta su novela se encuentra Martial, el alcalde enterrador, anfitrión del tradicional banquete de los miembros de la denominada Cofradía de los Sepultureros. Entre vino y viandas de todo tipo se cruzan leyendas, canciones y disputas sobre el porvenir del oficio funerario. Los tres días que la parca da descanso, curiosamente, a estos trabajadores son los que sirven para su reunión anual, y de paso celebrar un oficio tan denostado como repleto de encantos.

Enard ha ensamblado la que él mismo califica como su novela “más divertida”, pero sin dejar de lado una amplia y soberbia erudición, de la que hace gala de forma habitual en todas sus obras. El escritor francés, que pasó largas estancias en Oriente Próximo, posee estudios de árabe y persa y ha sido profesor de árabe en la Autónoma de Barcelona durante su residencia en la capital catalana, donde participó activamente en varias revistas culturales.

Marismas de Poitevino, en el oeste de Francia, donde ambienta su novela, junto a su localidad natal. Foto: Mathias Enard.

Una reposada elaboración

No es Enard autor de improvisar los planteamientos de sus obras y, como los buenos vinos y las buenas comidas, necesita de un prolongado reposo para llevarlas a buen puerto. De hecho, su nueva novela brotó por primera vez en su mente allá por el año 2009. “Mis libros toman muchos años porque la documentación y la ambientación es un proceso bastante largo. En 2009, cuando me formulé estas preguntas sobre el mundo rural, era muy original, solo los ecologistas hablaban de ello, pero en diez años ha cambiado mucho y ahora es uno de los temas más candentes, incluso en literatura”, reflexiona durante la rueda de prensa virtual dada desde su actual residencia, a escasos 30 kilómetros de su Niort natal y prácticamente en el mismo escenario donde ambienta El banquete anual de la Cofradía de Sepultureros.

Toda la novela gira en torno a una pregunta que se le repite al protagonista de la historia de forma reiterada: ¿Qué significa vivir hoy en el campo? Sobre todo cuando uno es un joven de 28 años como David Mazón y viene de la gran ciudad. Poco a poco, más allá del diario personal del protagonista, el lector irá comprobando que las dotes de etnólogo de Mazón no son en absoluto brillantes para captar toda la profundidad que este lugar y sus gentes pueden realmente ofrecer.

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