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Navajas, farlopa y amantes en Podemos

Santiago Aparicio
Santiago Aparicio
Doctor en Ciencias Políticas y Sociología. Contador de realidades. Guitarrista de rock en mis tiempos libres. Y cazador de doxósofos.
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análisis

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Dijo Marx, Groucho, «Partiendo de la nada hemos alcanzado las más altas cotas de la miseria». El actor estadounidense se refería a la cuestión monetaria, pero este marxismo puede ser aplicado perfectamente a Podemos. Partiendo de esa nada han llegado a la más alta miseria humana. No es que durante la vida del partido no haya habido alguna cuestión miserable (aquello de no cambiaré mi forma de vivir y comprarse un casoplón, fue muy miserable éticamente), han habido tantas purgas que Koba Stalin se asustaría, con lo que ello conlleva. Pero esto de ahora, en su destrucción interna es mucho peor.

Pablo Iglesias, más conocido por ÉL, no ha tenido otra forma que escribir sobre la salida de los últimos que quedaban en Podemos Madrid. Tras su secretario general, más conocido por pasear por los cajeros automáticos, Jesús Santos, han ido saliendo otros altos cargos de la formación morada. Sin previa consulta, decidieron, vamos decidió uno y asintieron los cuatro que le siguen las gracias, salirse de Sumar y acabar en el grupo mixto. Toda la vida se han hecho así las cosas, Pablo, Pablito, Pablete decidía y el resto obedecía. Con una salvedad, antes tenían sinecuras que repartir. Hoy no tienen más que un mojón enorme. Esto propicia que las personas se vayan a su casa. Sin mamandurria no hay por qué aguantar al “listo de Galapagar”.

En ese escrito Iglesias ha llegado a las más altas cotas de la miseria humana al señalar que Roberto Sotomayor, igual sí, tal vez, es posible, no solo se pasa las noches de farra sino que es amigo de esnifar el famoso polvo blanco («pasarte de la raya y de las rayas»). Vamos que es un farlopero. Asombrados ante tamaña fechoría algunos exdirigentes de Podemos, especialmente aquellos que fueron purgados pero que llevan desde el principio, han tenido a bien señalar que igual la pasión cocainómana no es solo algo del deportista candidato vaya-hostia-nos-hemos-dado, sino del propio máximo dirigente.

A navajazos están ya en Podemos. Aguantan los cinco del Congreso porque les va en el sueldo, pero el resto de la formación se enfrenta sin piedad como hacía Tomás Millán en la película El halcón y la presa (preciosa música de Ennio Morricone, por cierto). Cuchilladas de lo más traperas que se recuerdan en política. Ni el Congreso de Mallorca de UCD llegó a tal nivel de canibalismo político. Y prometen sacar a la luz más cuestiones oscuras. Algunos han pedido que se explique «a cuántas mujeres se ha tirado Iglesias». Si empiezan a contar las amantes, queridas, sobrinas de la cúpula dirigente igual se entienden algunos movimientos. Más que nada porque mujer que salía con ÉL mujer que ascendía en Podemos y la ex defenestrada.

Nada nuevo en el mundo podemita. Siempre han sido muy de navajearse. Desde el principio. Pocos se salvan de todos los que han pasado por las filas moradas, pero con tanto odio como llevaban algunos en sus venas, lo bien que se lo estaban pasando (¿se hablará de alguna supuesta orgía?) y el dineral que estaban ganando, normal que haya sido una historia de puñaladas, trepas, mamoneos y muertes políticas y sociales. Porque no han sido de poner puente de plata a quien se iba, sino que han intentado (en canales y redes sociales) acabar con la imagen social de muchas personas, de demasiadas (algo que han aprendido algunos de Sumar, como ha sucedido con la diputada Martina Velarde). Llegaron siendo malas personas, nadie les recordará.

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