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Palestina, otra vez

Pedro Antonio Curto
Pedro Antonio Curto
Escritor. Colaborador del periódico El Comercio y otros medios digitales. Autor de los libros, la novela El tango de la ciudad herida, el libro de relatos Los viajes de Eros, las novelas Los amantes del hotel Tirana (premio Ciudad Ducal de Loeches) y Decir deseo (premio Incontinentes de novela erótica). Premio Internacional de periodismo Miguel Hernández 2010. Más de una docena de premios y distinciones de relatos. Autor de diversos prólogos-ensayo de autores como Robert Arlt y Jack London, así como partiipante en varias antologías literarias, la última “Rulfo, cien años después”.
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análisis

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Hay dos formas en que percibimos un conflicto político o social, de la clase que sea, en particular cuando este se sitúa lejos y en principio no nos afecta, al menos directamente. Uno va ligado a la propia experiencia vital, aquellas noticias e informaciones que nos van llegando en las diferentes épocas de nuestra vida y que por lo general se desarrollan en un presente continuo del relato dominante sobre la cuestión. El otro pasaría por el análisis en particular desde su origen y que no hemos vivido.

  Son ya varias décadas en que el  llamado conflicto israelí-palestino viene ocupando cíclicamente las primeras páginas informativas, para luego desaparecer o producir noticias de vez en cuando, prueba de que el conflicto sigue ahí, las veinticuatro horas del día de todos los días del año.

  Uno de los nombres que acuden a mi memoria referencial es el de Sabra y Shatila, una  matanza indiscriminada de refugiados palestinos; era septiembre de 1982 y en España se percibía el  famoso cambio  que se quedaría en recambio y que por cierto, sería  el gobierno  de Felipe Gonzáles quien reconocería al estado de Israel. En aquella época Hamás no existía y a Palestina se la identificaba con el rostro de un señor llamado Yaser Arafat, un frente con las siglas OLP (Organización para Liberación Palestina) y grupos como Al Fatah o el FPLP.  Precisamente el pañuelo que llevaba aquel hombre en su cabeza era un símbolo de solidaridad que terminó convirtiéndose en una parte del traje progresista e incluso llegó a popularizarse de tal forma que los chinos terminaron haciéndolo.

Aquella matanza tuvo un poema de Jean Genet, una canción de Alberto Cortez, al menos una película documental y varios libros. Y el fin de todo aquello  era hacer justicia, aunque fuese poética, a las víctimas y conseguir el suficiente clamor para que una barbarie así no volviera a suceder. Y ha sucedido lo contrario, las matanzas han aumentado, se ha recrudecido la represión y a pesar de todo, el estado israelí está ganando la batalla de la opinión pública. Son buenos  discípulos del ministro de propaganda Goebbels, que junto a la mentira repetida miles de veces hasta que acabe convirtiéndose en verdad, señalaba el hacerse las víctimas y situar la violencia como un método de defensa. Y ante todo, representar la parte civilizada frente a un enemigo despiadado.            Así  mientras que el “estado islámico” practicaba una barbarie medieval que por fortuna ha durado poco, el estado de Israel es el padre de la barbarie posmoderna: técnicamente bien preparada, sabe camuflar un estado policíaco-militar bajo el rostro de una democracia occidental. Y esa es una de las grandes falacias. La democracia, hasta la más formal y liberal, no se basa sólo en formas, sino en contenidos de fondo. La filosofía etnicista con la cual se construye el estado de Israel, la violencia y el belicismo que son su razón de ser, que el monopolio de la violencia se haya convertido en un supra estado al que todos los habitantes están sometidos en una jerarquía por encima de su condición de ciudadanos, la violación masiva de derechos humanos y una definitiva. La ocupación de unos territorios como los de la franja de Gaza  y Cisjordania en la que sus habitantes no tienen derechos como ciudadanos en esa supuesta democracia.

 Luego de Sabra y Shatila vinieron las sucesivas Intifadas y al menos cuatro guerras solapadas en particular la anterior a ésta llamada por ellos mismos Operación Plomo Fundido. En la actualidad se repiten los mismos esquemas, salvo que en este caso en Israel se han producido un número significativo de víctimas.

 El estado de Israel ha matado niños, enfermos, mujeres embarazadas, ancianos… realizado todos los crímenes de guerra y lesa humanidad que pueda haber, creer que pueden conseguir un territorio absolutamente inmune cuando practican la guerra permanente. Si hay víctimas civiles israelís es porque su estado ha creado las circunstancias para que  pueda haberlas; la violencia puede ser un boomerang que te la devuelva. Y  Hamás no es otra cosa que un producto de la opresión del estado israelí.  En buena medida cumple el papel de enemigo necesario.

 Cuando escribo estas líneas la que es considerada como la mayor cárcel del mundo, una prisión con los cielos abiertos,  se están poblando de aviones que bombardean a la población civil. Una población a la que se pretende asfixiar, en lo que se puede considerar como otro crimen de lesa humanidad.

  En la necesidad por analizar el origen del conflicto, podemos ir al libro “El estado judío. Ensayo de una solución moderna a la cuestión judía”, del que es considerado padre del sionismo y también reconocido en la fundación de Israel, Theodor Herzl, una obra contradictoria hija de su época, decía cosas como estas: “ No es necesario decir que debemos tolerar respetuosamente a la gente de otras religiones y proteger su propiedad, su honor y su libertad con las más severas medidas de coerción. Esta es otra área en la que debemos mostrar al mundo entero un magnífico ejemplo… “ Quizás ni al padre del sionismo le gustaría mucho el actual estado de Israel.

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