Aunque se haya salvado in extremis, la declaración de PS al término del Pleno celebrado en el Senado de <<bien está lo que bien acaba>>, lleva implícita lo mal que lo pasó viendo lo cerca que estuvo del fracaso de no sacar adelante sus tres decretos ómnibus, por la malquerencia de Junts llevada al extremo, y de Podemos, tumbando uno de ellos. La agonía vivida, lo reconozca o no PS, evidenció que no negociar con carácter previo los apoyos a los tres decretos antes de llevarlos al Pleno, dejó todo en el aire hasta el último segundo, con el efecto de acentuar la imagen de debilidad del Ejecutivo, ante sus socios menos fiables —Junts y Podemos—; con el añadido de dar alas al mensaje que la derecha y sus corifeos mediáticos que expresan cual arenga militar: <<Sánchez se arrodilla y pone de rodillas a España ante el independentismo, con tal de seguir gobernando>>.
La estrategia de jugarlo todo a una carta para sacar de una tacada un buen número de medidas de importante calado social, fiado en que por su contenido era innecesaria la negociación previa — y sin atender a lo que los socios díscolos venían anunciando—, ha sido un error grave de confianza y de cierta altanería; que debería llevar a PS a reflexionar y redefinir la estrategia, ante las muestras de malestar de los socios fiables, PNV y ERC, conducidos a una votación, a un trágala, sin haber negociado nada con ellos. Socios que de este modo se sienten ninguneados.
Reflexión que debería orbitar sobre los cinco ejes que se han puesto en evidencia en este primer debate. El primero, la negociación con los socios siempre debe ser previa para que las medidas lleguen al Congreso con la garantía de que serán aprobadas. Y si no se obtiene dejarlas para más adelante. Segundo, es un error gobernar por decreto ley —que no permite presentar enmiendas y limita el debate— en un panorama parlamentario tan atomizado, donde un solo voto puede tirar por tierra un proyecto positivo para la sociedad. Voto que así se hace aún más imprescindible y exigente. Tercero, que la negociación debe ser con todos incluido el PP (para que se vea obligado a retratarse) —menos Vox por razones obvias—; y presentar proyectos de Ley, que facilitan la negociación al permitir la presentación y votación de enmiendas, y que lo aprobado salga más respaldado ante la ciudadanía. Así se hace real el mensaje del Ejecutivo de que su proyecto para ésta Legislatura se basa en la transversalidad.
Cuarto, reorientar la estrategia para dar espacio público y mediático a todos los socios de Legislatura, visto que, en gran medida, en el trasfondo de la negociación hay un componente muy fuerte de lucha de egos, de protagonismo personal y de partido. Un Gobierno de coalición no puede permitirse que unos socios se sientan menoscabados frente otros, ni favorecer la imagen de que a Junts se le conceden cosas que a los demás no se les dan, u obtienen prebendas que no obtienen otros.
Imagen que se desactiva, quinto eje, con más información por parte del Ejecutivo sobre las negociaciones y acuerdos que alcanza con unos y otros, y más pedagogía sobre el sentido y alcance social de lo que se acuerda. Solo así se anula la percepción de que los votos de Junts son más importantes que los del resto de socios, PNV, ERC, Bildu, Podemos,CC y BNG, porque sin los votos de cualquiera de ellos tampoco se sacaría adelante la Legislatura. Pedagogía que debería partir del axioma de que todos tienen la misma importancia, para barrer la lucha de egos y conseguir que los cuatro años que quedan no sean tan agónicos, tan angustiosos, como lo visto en el primer debate parlamentario.
