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Prensa Kane

Jesús Ausín
Jesús Ausín
Pasé tarde por la universidad. De niño, soñaba con ser escritor o periodista. Ahora, tal y como está la profesión periodística prefiero ser un cuentista y un alma libre. En mi juventud jugué a ser comunista en un partido encorsetado que me hizo huir demasiado pronto. Militante comprometido durante veinticinco años en CC.OO, acabé aborreciendo el servilismo, la incoherencia y los caprichos de los fondos de formación. Siempre he sido un militante de lo social, sin formación. Tengo el defecto de no casarme con nadie y de decir las cosas tal y como las siento. Y como nunca he tenido la tentación de creerme infalible, nunca doy información. Sólo opinión. Si me equivoco rectifico. Soy un autodidacta de la vida y un eterno aprendiz de casi todo.
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¿Quién estaba robando los melones de las huertas? También había sospechas de que faltaban tomates, pimientos y alguna que otra cebolla horcal. Pero los melones, eran pocos y grandes y los hortelanos los tenían controlados. Por eso, no había ninguna duda de que estaban desapareciendo.

A la Rival, hacía unos meses que había llegado a vivir Cliserio. Nadie sabía de dónde venía, ni a que se dedicaba. No iba al bar. No iba a misa los domingos. No se metía en la vida de nadie, ni chismorreaba sobre las mujeres jóvenes del pueblo. No participaba en las empajadas y tampoco de las fiestas. Vivía en las afueras, en una antigua tejera en la que había mandado construir una hermosa cabaña de roble de los Cárpatos. Se auto abastecía de electricidad con unos doce metros cuadrados de paneles solares colocados encima de una de las cuevas en las que el antiguo tejero arañaba la arcilla para hacer tejas y ladrillos. El agua lo sacaba del mismo pozo del que lo hacía el alfarero, aunque tuvo que limpiarlo a fondo porque durante los años que el paraje estuvo abandonado, el pozo, había sido el juguete de los chiguitos del pueblo que durante tres generaciones lo habían usado para arrojar piedras, ladrillos viejos y hasta algún que otro gatito recién nacido.

Cliserio era un tipo amable y servicial. En más de una ocasión lo había demostrado. Al poco tiempo de llegar, en uno de sus paseos diarios por el campo, se encontró con que al Eutimio le había jugado una mala pasada la mula mecánica saliéndose del surco y volcando contra la ribera. El pobre labriego, ya mayor, no tenía fuerza para enderezar la mula y que rodara sola. Cliserio que había presenciado desde el camino el suceso, se ofreció a echarle una mano para sacarle del atolladero. Una vez conseguido, le dio las buenas tardes y siguió su marcha sin más conversación. En otra ocasión, se había acercado al bar del pueblo en busca de información sobre horarios de la secretaría del ayuntamiento. Mientras esperaba a que la Gervasia acabara la cháchara con otro cliente y le pusiera un vermut que serviría de excusa para iniciar la conversación, escuchaba como el azorado contertulio de la camarera, un abuelo con boina calada y pinta de bonachón, le contaba a la dueña del bar que tenía que ir urgentemente a Burgos a buscar una medicina. Al parecer, su hijo estaba toda la semana fuera y ningún vecino podía llevarle hasta la tarde. Cliserio no se lo pensó dos veces, y se ofreció a llevar al abuelo a la capital y traerlo después. Durante el camino, hablaron del tiempo, de cómo la vida en los pueblos se hace difícil si no tienes vehículo propio y del horario de la secretaria y de la administrativa del ayuntamiento. Cliserio sólo dijo, sobre sí mismo, su nombre y ni siquiera le preguntó al abuelo por el suyo. Acabado el viaje que duró entre ir y volver 45 minutos, dejó al anciano en la puerta de su casa, le dio los buenos días y emprendió de nuevo la marcha hacia la tejera.

En el pueblo, también vivía José Ramón. Un dicharachero y campechano cuarentón malicioso que se inventaba romances subidos de tono entre mozas y mozos del pueblo e incluso entre alguna de las mujeres casadas. Había creado con ello, numerosas situaciones de celos y discusiones matrimoniales y algún que otro castigo a chavalas de diecisiete años de quién sus padres habían creído las ilusiones sexuales perversas salidas de la mente del agricultor salido. José Ramón había sido objeto de la acusación de robo de un motor de agua usado para el riego en las huertas. Un vecino del aledaño pueblo de Borrajas, se había presentado en la nave dónde guardaba el tractor y le había acusado abiertamente de llevarse el motor de riego que estaba en una balda junto al depósito de gasoil. El agricultor campechano no negó que el motor no fuera suyo pero, le dijo que lo había encontrado abandonado en el camino entre los rastrojos. También había sido acusado por el dueño de una máquina excavadora de robarle el gasóleo en una noche de verano. No había podido cerciorarse de que evidentemente era él porque al ver las luces, salió pitando del lugar. Pero el dos caballos que conducía el ladrón, que ya no era un coche habitual en la zona y que casualmente es el coche que conduce desde hace más de treinta años José Ramón, le asignaron todas las sospechas del hurto.

Jota Erre, como es conocido el agricultor solterón, es habitual del bar. También es perseverante en la invención de chismes y rumores. Cliserio es un tipo raro y servicial aunque catalogado como de poco fiar.  No porque haya hecho nada malo, sino porque no frecuenta a la gente, no va a misa y no se interesa por chascarrillos y chismes. Además, no tiene presencia de hombre de bien. Lleva varios pendientes en las orejas y un aro en la nariz (como los bueyes, ríe Jota Erre en el bar cuando lo comentan). Tiene el pelo muy largo y barba de chivo. Del bar, salen las maleficencias que envenenan la convivencia de la gente. Unos y otros comentan los chismes inventados por José Ramón. Otros y unos se ríen de los ausentes cuando el mercachifle de la noticia, el inventor de chismes y rumores comenta una maldad sobre algún vecino del pueblo que en ese momento no está presente.

Hoy, el tema candente es el robo de los melones de las huertas. Cliserio ha montado un invernadero junto a su cabaña del que saca todo tipo de verduras. José Ramón es un ladrón consumado. Pero en el bar, es el propio JR el que acusa a Cliserio de ser el ratero.

Todos los presentes asienten. Ninguno tiene queja del huraño. Todos le deben algún favor. Pero los piercings, la barba, el pelo largo y la maldad de José Ramón, les han convencido de que es una mala persona y además culpable.

*****

Prensa Kane

“Parece que solo puedes tomar una decisión Charles,

y parece que ya la han tomado por tí.”

Diálogo de la película Ciudadano Kane

de Orson Welles

Hay una prensa que cobra sueldos galácticos, la prensa VIP que decía Gerardo Tecé el otro día en Ctxt, cuyo referente moral es el del exrey Juan Carlos, su yerno Urdangarín, Rodrigo Rato, José María Aznar, o Felipe González. Son profesionales del corporativismo que mientras piden libertad de prensa, mangonean diariamente en sus informativos, dan opiniones como si fueran noticias y manipulan gráficos de encuestas en las que por obra y gracia del espíritu liberal, las formaciones “malditas” no ocupan el puesto que les corresponde por intención de voto o desaparecen directamente del gráfico, a no ser que las previsiones para ellos sean muy malas. Entonces se empeñan en resaltar el fracaso como si ya hubiera sucedido. Esta prensa VIP es la que trata a los fascistas del moco verde como ciudadanos positivos, dándoles voz, extendiendo sus mensajes de odio y compartiendo parte de sus soflamas porque les viene bien para combatir a quiénes consideran un peligro para sus estatus, sus ingenierías financieras para evadir impuestos y el modelo social piramidal en el que ellos se encuentran en la cúspide. Son los mismos que levantan el grito cuando alguien les afea su conducta casquivana, sus tendencias manipuladoras y sus affaires económicos, aduciendo que se trata de un ataque a la libertad de prensa. Sin embargo, no mueven ni un solo dedo cuando, quiénes sufren las represalias ya sea de la policía, ya de algún verso suelto del fascismo que se cree con el derecho de imponer sus ideas a base de puñetazos, son los profesionales independientes a los que se les paga treinta euros por artículo, cincuenta por foto o veinte por una crónica en directo.

Hace tiempo que dejé de ver la televisión de forma tradicional. Por salud, mental y física. Y últimamente estoy abandonando hasta el hábito que he tenido desde los diez años de tener una radio encendida casi en cada momento del día. Por el mismo motivo que la tele. Aún así, de vez en cuando por inercia, enchufo el aparato y me encuentro con la Barceló soltando sus cantinelas biliares a las ocho de la mañana, siempre contra nacionalistas catalanes, vascos o contra Iglesias. Entonces cambio de emisora y apago el aparato. Luego, cuando vuelvo a encender la radio me encuentro con el noticiario de las dos de la tarde en RNE. En uno de estos días, escuché con estupor como en ese noticiario de las 14:00 horas de RNE la “periodista” que se dirige al público escuchante, metía una morcilla de opinión personal asegurando que la intervención pública que fija el precio máximo en los precios de los alquileres no da resultado “como se ha demostrado en Berlín”, decía. Ya metieron la pata en la noticia de que el Constitucional alemán había declarado inconstitucional la medida en Berlin, cuando lo que ha dicho, sin entrar en el fondo de la cuestión de la ley, es que ese tipo de legislación es de competencia exclusiva estatal. Y como no podía ser de otra forma, repitió hasta en tres ocasiones que era mucho mejor la propuesta hecha por el PSOE de la incentivación fiscal. Ya se me habían chamuscado todas las conexiones neuronales de mi cerebro cuando hablando de la detención de unos chavales antifascistas en Vallecas, bastantes días después del esperpento espectáculo del jefe del moco verde, de nuevo indica, según su opinión, que Pablo Iglesias había hecho una defensa de los vándalos que se enfrentaron con la policía, dando a entender que apoya la violencia callejera para a continuación, sacar unas declaraciones que no tenían nada que ver con la noticia, del líder de los fascistas, comunicando subliminalmente al oyente que unos y otros son dos extremos igual de peligrosos.

Y es que en España, los VIPs del periodismo, los de los grandes medios de manipulación, se han deportizado. Los periodistas de los deportes, sobre todo los del “jurgol”, llevan años instigando aficiones, sembrando odio entre los aficionados antes de los partidos, para luego poder estar todo el día quejándose de los incidentes del fútbol. Los de información ya no dan noticias. Solo hacen un repaso diario de actuaciones y opiniones de los políticos, algunas de ellas con gran vergüenza ajena. Esto es lo que ha dicho Pablo Casado. Esto lo que le ha respondido Carmen Calvo. Esto de Isabel Díaz Ayuso, esto otro de Gabilondo. La equidad y la independencia periodística de la tele y la radio públicas se han reducido a que unos y otros tengan el mismo número de minutos en el Show diario de declaraciones. Y entre opinión y opinión, el enemigo común: los que consideran antisistema.

Los VIPs del periodismo no son, por tanto, mensajeros. Son generales de una guerra mediática dispuesta a sembrar odio, a establecer el caos para que nada cambie en su estatus. Así que, estos nos son periodistas. El periodismo no toma partido, no inventa sino que informa. Como dice el dicho popular la misión de un periodista no es dar voz al que dice que llueve y al que dice qué no, sino abrir la ventana y comprobarlo. En este ejemplo que ponía el otro día Olga Rodriguez se ve más claro. «Imaginemos que estamos en la II Guerra Mundial. El rabino del gueto de Varsovia dice que los nazis están masacrando a los judíos. Goebbels lo niega. ¿Dónde estaba la realidad?» En esa situación, la prensa no puede ser cómplice de Hitler y despachar una noticia con las declaraciones del rabino de Varsovia y la negación de las mismas por parte del ministro de manipulación del nazismo Goebbels. La labor de la prensa es comprobar si los judíos están siendo deportados a campos de exterminación y contarlo tal y como es.

La conclusión es que los VIPS no son periodistas, sino mercenarios. Son protagonistas implicados en la guerra sucia de desinformación con la intención de que crezca el odio entre las personas, que nos enfrentemos entre los pobres supervivientes de la vida con el objetivo de que ellos puedan seguir disfrutando de un estatus y un modo de vida privilegiado con el que, además, nos hacen soñar y sentir como propio desde sus medios.

Cuando se estigmatiza desde los medios de propaganda clasista y se le da más gravedad a decir una idiotez supina como ellos, ellas y elles que a vender un Goya de forma fraudulenta, saltándose la ley y evitando impuestos, es porque la manipulación ha llegado al calibre de la evidencia.

Cuando es más importante hacer sentir a la ciudadanía que abrir los bares es más prioritario que evitar que la gente muera, apostando por el crapulismo y minimizando la desviación de la inversión sanitaria a negocios de amigos, es que determinada prensa se ha convertido en el cáncer que ha llegado a la metástasis social del hijoputismo.

La libertad de prensa acabó cuando el dueño de la imprenta quiso utilizar su inversión en beneficio propio.

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2 COMENTARIOS

  1. Muchos, aunque no todos, se llaman periodistas cuando son propagandistas. De manera que si un hecho lo juzgan como bueno si lo protagoniza uno de los suyos, se convierte en malo si lo protagoniza uno de los contrarios.

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