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Seguridad y salud, un mantra peligroso y enfermizo

Eva Puig
Eva Puig
Licenciada en filosofía, escritora y terapeuta. Amante de los horizontes. Desde la pandemia, hace humor gráfico como Malika.
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análisis

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Dos son las grandes obsesiones de nuestras sociedades modernas: la seguridad y la salud. Ambas parecieran a primera vista que son incuestionables, fines en sí mismas y deseables . Todos queremos estar sanos y sentirnos seguros. Hasta aquí parece que nada hay que objetar. Pero lo que resulta inquietante es nuestra obsesión por ambos temas, obsesión que tal vez sea un síntoma enfermizo de nuestra época.

Las estrategias de marketing, pandémico y no pandémico, han contribuido sin lugar a dudas a la creación de nuestro mantra principal: “seguro y saludable “. Estas estrategias se basan en la repetición de ideas simples hasta la saciedad (o será suciedad) y en el hecho de que su objetivo es la emoción más básica (de miedo, a la inseguridad y a la enfermedad, o de deseo, de salud y tranquilidad) sin pasar por la razón ni el pensamiento crítico. Todo lo saludable vende, y todo lo que se hace en nombre de la seguridad se compra rápido.

Pero más allá del marketing, con intereses claramente comerciales, la obsesión por este binomio bien podría ser síntoma de un paradigma o visión del mundo que, paradójicamente, nos enferma.

“Ya dijo Nietzsche : tras la muerte de Dios, la salud se eleva a diosa. Si hubiera un horizonte de sentido que rebasara la vida desnuda, la salud no podría absolutizarse de este modo” nos recuerda en La sociedad del cansancio Byung- Chul Han. La obsesión por la salud refleja una sociedad que redujo lo humano a meros procesos biológicos con lo cual lo único que importa será mantener el cuerpo sano a cualquier precio. Tal vez la salud no sea ausencia de enfermedad, sino vida plena, y cuando la vida se vive plenamente,la salud es coherencia entre todas nuestras dimensiones (física, energética, mental,espiritual y comunitaria). Una vida plena implica ocuparnos por nuestra salud, pero no preocuparnos por ella. Para estar sanos físicamente deberíamos poner el foco en una coherencia más profunda de todas nuestras dimensiones, coherencia que el paradigma actual obvia.

Más llamativo es el mantra de la seguridad. Aquí deberíamos distinguir “peligro” de “riesgo”. Podemos evitar peligros, pero no podemos acercarnos a una vida sin riesgo. Vivir implica necesariamente tomar riesgos, estar en riesgo, y aceptar (tal vez sabiamente) esa incertidumbre forma parte de la vida misma. Que todo lo riesgoso se vuelva peligroso y que intentemos vivir con la utopia de la “vida segura” , no es inocuo y tiene sus consecuencias. Esta seguridad resulta enfermiza porque aspira al “control” ( a más control de las circunstancias, de los ciudadanos, de los virus…más seguridad), y nos enferma porque nunca podremos tener todo controlado, es un aspiración insaciable (siempre hay un enemigo que amenaza y no nos deja “bajar la guardia”). Existe, sin embargo otra seguridad que pasa por la confianza: la confianza de que vivir es asumir riesgos y de que podemos afrontar aquello que nos suceda, confianza en los propios recursos y de que navegar la incertidumbre tal vez sea el único camino.

Seguridad y salud, dos altares postmodernos a los que rendimos tributo a un coste muy alto que urge empezar a cuestionar.

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