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Sigue vivo, por supuesto, a los cien años: José Hierro

Javier Puebla
Javier Pueblahttp://www.javierpuebla.com
Cineasta, escritor, columnista y viajero. Galardonado con diversos premios, tanto en prosa como en poesía. Es el primer escritor en la historia de la literatura en haber escrito un cuento al día durante un año, El año del cazador, 365 relatos que encierran una novela dentro.
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análisis

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-Y tienes que abrirlo y olerlo. Es un olor maravilloso.

Me sorprendo a mí mismo hablando de olores, del olor de un libro, jamás se me habría ocurrido y menos ante un desconocido. El desconocido se parece un poco a José Hierro, pero eso me lo dirá él unos minutos más tarde. Estoy en la librería LA LUMBRE de la calle Valderribas, una librería de barrio que está funcionando maravillosamente bien gracias a un fantasma, un espíritu, que la cuida, pero esa es otra historia que alguna vez ya he contado. Rebobino:

Estoy en la librería La Lumbre, buscando libros para regalar en Navidad, porque no hay nada mejor que regalar libros: el objeto; aunque luego no los lean (eso me importa un pito), pero que los tengan, los reciban, los toquen y se asomen inmediatamente un poquitín al abismo: porque todo libro que no hemos leído es un misterio (por eso los odian y los temen los lerdos). Llevo un rato largo deambulando, buscando el milagro, la pieza que me parezca perfecta para mis sobrinos o mi hermano. Estoy solo en la librería, pero al poco entran  un padre y un hijo; resulta evidente que son padre e hijo. El padre desconfía y rezonga un poco, se queja de que los ojos ya no le funcionan como antes y deja entrever que está de vuelta, desencantado: ya lo ha leído todo. El hijo, larga y magnífica barba: cuadrada, intenta seducirle, sus dedos corren sobre los estantes y le habla de cuánto le gustan los libros de pequeño tamaño.

-Mira este.

Naturalmente no sé a qué libro se refiere. Estoy a lo mío: buscando el milagro (que no siempre sucede). Y no sé cuánto tiempo ha pasado cuando vuelvo a sentirlos, al padre y al hijo; ahora se están yendo. Nada ha logrado seducir suficientemente al padre, y algo dentro de mí me dice que no debo consentirlo, que debo y puedo evitarlo. Ese “algo” es José Hierro que está vivo, aunque su cuerpo haya muerto; pero él está vivo, tanto o más que cuando nació hace cien años.

Recorro la librería en unas pocas zancadas, ¡que no lleguen a la puerta!

-¿Me permitís que os haga una sugerencia?

Y añado rapidamente:

-No soy de la librería, soy escritor.

La desconfianza que estaba a punto de instalarse en sus miradas ha sido sustituida por la curiosidad. Así que sigo hablando: rápido –yo siempre hablo muy rápido, hay mucha gente que muchas veces no logra entenderme. Me esfuerzo en vocalizar para que entiendan lo que quiero decirles. Porque voy a recomendarles el libro que necesitan, el libro que andan buscando. Lo malo es que no sé si ha llegado ya a las librerías: está recién editado.

Y les hablo de la editorial, Nórdica, del maravilloso prosista que es Jesús Marchamalo, y también del olor, les hablo del olor del libro, y es entonces cuando me resulta evidente que José Hierro de algún modo me ha poseído y me está utilizando; y sonríe de oreja a oreja (aunque sus orejas ahora sean tan indefinidas pues tienen al mismo tiempo cinco y ochenta años).

-Pues yo estudié con el hijo de José Hierro, con el mayor, creo –me dice el padre.

Y hablamos, largo rato. Hasta que el padre decide ir a preguntar a la librera sobre el libro que le he recomendado (garantizado). Me quedo con el hijo, Javier, charlando; le cuento sobre los “marchamalines”, esas joyas que también publica Nórdica y que escribe Marchamalo sobre Pessoa, Wolf, Kafka, el propio Hierro…

Vuelve el padre:

-Has hecho tu buena obra del día.

Ahora soy yo, pero no sólo yo, quien sonríe de oreja a oreja. Miro la bolsa y a través de la boca rectangular reconozco el objeto maravilloso, el azul de su cubierta.

Es ahí cuando el padre me dice que se parece a José Hierro. Y le miro y sí, pero cuando entró en la librería no se parecía –lo estoy pensando ahora, mientras escribo- jamás se me habría ocurrido compararlos.

Me voy ya enseguida, sin comprar ningún libro, tras despedirme de la chica que está en la caja. La vida es más grande que ningún libro, y acabo de vivir una experiencia inolvidable, mágica por completo. La vida.

VIDA, no puede ser ninguna coincidencia que se titule exactamente así la primera biografía que se ha publicado sobre mi -a partir de ahora- amigo para siempre: José Hierro.

Pepe, llámame Pepe.

Vale, perfecto. Sin ningún problema –acepto.

(Mecanografía: MDFM)

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