La intención del gobierno tunecino en los presupuestos de 2018 de proseguir con recortes sociales, liberalizar y aumentar de manera desmedida los precios de los productos básicos, e imponer privatizaciones que traerán, aún más, un incremento del número de personas sin empleo y sin perspectiva alguna de poder tenerlo en el futuro, no es el único motivo por el que se están produciendo la movilizaciones en todo el país. Ningún movimiento social acarrea una explosión por un hecho puntual, trae siempre sombras y espaldas cansadas de soportar cargas abusivas. El inmovilismo de su presidente Caïd Esebsi, así como de su gobierno, es sin duda el gran exponente de dichos movimientos, la insoportable carga en una sociedad cansada y desarmada de esperanzas e ilusiones, al ver continuamente como las manipulaciones religiosas y la corrupción política trampean toda posibilidad de alcanzar una distribución más igualitaria de la riqueza.
Deshechos de la dictadura de Ben Ali, en base a movimientos sociales de aquella primavera árabe en la que se conquistó la posibilidad de iniciar un proceso democrático que mejorara la situación del país, forjando la Constitución de 2014, elaborada por una Asamblea Constituyente, y en la que, el poder legislativo es ejercido por el pueblo a través de los miembros electos de la Asamblea de Representantes del Pueblo, en el paisaje actual de Túnez, democrático, priman las mismas premisas religiosas y económicas que en aquella dictadura, y además, prosigue en idéntica manera la violencia policial a toda posibilidad del pueblo tunecino por expresar y manifestar de manera pacífica sus derechos y reivindicaciones ciudadanas. Nada parece ha evolucionado en los escenarios marginados del interior, o en las zonas olvidadas, donde el hambre y la pobreza alcanza cotas de miseria absoluta. Se preguntan, en muchos casos, ¿qué trajo de nuevo la Revolución del 2011 y el derrocamiento de Ben Ali, si sus estómagos prosiguen vacíos y sus esperanzas y derechos en mismo fondo del pozo?
Esta nueva primavera árabe, en Túnez, el gran objetivo a derrocar, lamentablemente, trata de una pared más gruesa y hercúlea que el símbolo de poder que era en aquel entonces, la dictadura de Ben Ali, porque tras estos nuevos líderes democráticos, está el FMI y los inversores internacionales que exigen el saneamiento de las cuentas públicas, a costa o sin importar, la hambruna, la miseria y el futuro de los ciudadanos tunecinos.
Estimado ‘escritor’,
La foto que luce ese articulo es de Turquía y no la tunecina. Cámbiala por-favor..