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Una falsa denuncia por acoso laboral provoca un acto de maltrato

Un bulo, un rumor o una denuncia falsa pueden destrozar no sólo la vida de las personas injustamente acusada sino también de todo un colectivo. Una sofística acusación por acoso laboral ha provocado una acción de maltrato a una de las arqueólogas más importantes de España y la UE. La comisión de investigación de la Universidad de Barcelona concluyó de manera unánime que no hubo indicios de acoso laboral. Sin embargo, la profesora está sufriendo las consecuencias desde un punto de vista personal y laboral

Manuel Domínguez Moreno
Manuel Domínguez Moreno
Periodista, escritor, sociólogo, politólogo y perito en procesos de paz a nivel nacional e internacional
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análisis

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Un bulo, un rumor o una denuncia falsa pueden destrozar no sólo la vida de las personas injustamente acusada sino también de todo un colectivo. Lo vemos a diario con la difusión intencionada de las denuncias falsas en general.

Esto es lo que ha sucedido con una de las más prestigiosas profesoras de arqueología, la doctora Margarita Díaz-Andreu, quien fue denunciada por acoso laboral por parte de una alumna de doctorado. Desde entonces han cancelado su participación en varios eventos, incluyendo jornadas, charlas sobre su investigación, presentaciones de libros, y otros actos públicos.

Un  daño ya irreparable, las denuncias de falsa acusación, en medios de comunicación, en organismos públicos, redes, e incluso directa o indirectamente los intervinientes debieran en justicia afrontar, desde la ética, la conciencia y la verdad, de una u otra manera el desmentido, el perdón sin miedo.

Los organizadores de múltiples eventos culturales por temor a que dichos acontecimientos no quedaran sujetos a una exposición mediática no deseada, se vieron obligados a invitar a otros investigadores en sustitución de la doctora Diaz Andreu. ¡Qué despropósito logrado por una actitud de una acusación terriblemente humana! Para entender esta situación hay que diferenciar perfectamente entre dos conceptos que nada tienen que ver entre ellos: exigencia y acoso laboral. Cuando se trabaja en una tesis doctoral es fundamental que los encargados de supervisar a los doctorandos deben elevar su exigencia porque depende de la comunicación de sus conocimientos que la cadena de la formación no se rompa con métodos complacientes de transmisión del mismo. La exigencia académica jamás puede ser considerada como acoso laboral.

Afrontar el error y exponer la  verdad a la sociedad, en general, sería un gesto de conciencia, de la que el mundo esta tan falto. Desde los centros públicos y privados de formación y, sin duda, de los medios de comunicación deberíamos impulsar cada día, utilizando la razón sin miedo, gestos y comportamientos que dignifique nuestras ideas, ideales o creencias, que eleve de respeto humano a la excelencia de la ética, con el fin de desterrar lo terriblemente humano que soporta a la mediocridad, la deslealtad, el rencor, los celos, la competitividad, la avaricia y el egoísmo, y, a cambio, encaminar nuestros esfuerzos a impulsar desde la inteligencia y la bondad  la conciencia social y colectiva  de la verdad.  

La doctora Margarita Díaz-Andreu es una investigadora que fue galardonada con el Premio Nacional de Humanidades Menéndez Pidal 2021, entregado en 2022 por Felipe VI y Letizia Ortiz. Su trayectoria profesional se inicia con la concesión de una beca predoctoral entre los años 1986 y 1990. Esto es algo solo consiguen los y las mejores de la licenciatura.

En 1991 logra una postdoctoral en Reino Unido. Allí no pierde el tiempo. Comienza a coordinar tres libros en las mejores editoriales del país, labor que realiza conjuntamente con prestigiosos académicos británicos de las universidades de Cambridge y Southampton.

De vuelta en España trabaja en el CSIC durante un año y, cuando se produce la oportunidad, salta a la Universidad Complutense. Por razones personales, retorna a Inglaterra, a la Universidad de Durham, al departamento que a los pocos años llegará a ser el mejor del país. Díaz-Andreu se convierte en la primera arqueóloga española, desde enero de 1996, en conseguir ser profesora de su disciplina en una universidad británica, y será la primera entre las profesoras en casarse y por tanto compatibilizar una vida laboral y personal.

No solo eso: será la primera mujer en su departamento en tener un hijo. Y sigue publicando y ascendiendo profesionalmente, y ya le llega el momento de empezar a formar a investigadores e investigadoras a nivel doctoral y post-doctoral.

Cuando se va de Durham, dieciséis años más tarde, en diciembre de 2011, ya han terminado la tesis doctoral con ella cinco estudiantes y deja a otros cuatro a punto de presentarla. Entre los primeros ahora uno es profesor en la prestigiosa UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México), otra se ha establecido investigadora en la Universidad Nova de Lisboa, un tercero trabaja como profesor en la Metropolitan de Leicester y una última se coloca en el sector de la arqueología comercial y la gestión de la cultura en Londres. Las publicaciones académicas de todos ellos son numerosas y la huella de la maestra ha quedado en cómo ellos ahora enseñan a sus propios doctorandos.

En la Universitat de Barcelona, a la que llega en enero de 2012 con un prestigioso puesto de Profesora de Investigación de la Institución Catalana de Investigación y Estudios Avanzados (ICREA, por sus siglas en catalán), se siente plenamente vinculada y comprometida con la misión de las dos instituciones y continúa aplicando a sus nuevos doctorandos y doctorandas sus técnicas de transmisión del conocimiento.

En tan solo once años, la profesora Díaz-Andreu ya cuenta con siete alumnos que han acabado sus tesis doctorales y ahora ejercen, uno, como experto de patrimonio mundial en la Casa Batlló estando integrado en la plantilla de tal institución, además de la Sorbona en París, otra como profesora de la Universidad de Durham, una como profesional independiente, y otros tres como investigadores post-doctorales en las Universidades de Verona y  de Edimburgo, o, el último, como investigador post-doctoral para un conjunto de universidades chilenas, incluyendo la prestigiosa Pontificia Universidad Católica de Chile. Por otro lado, en la actualidad dirige a siete doctorandos y doctorandas y a cuatro post-doctorales, además de tener a tres asistentes en sus proyectos, un conjunto de siete hombres y siete mujeres.

Los alumnos de Díaz-Andreu que ya han acabado, recordando estos años, comentan su compromiso con la formación de futuros investigadores y docentes al más alto nivel. Uno de sus primeros alumnos declara que “se comportó de la manera más profesional durante los años de mis estudios doctorales y cuando trabajé con ella en uno de proyectos”.

Otro afirma que “hasta el día que presenté mi tesis doctoral, la doctora Díaz-Andreu fue considerada, abierta al diálogo y tratándome con reciprocidad. Nunca me faltó el respeto o me pidió cuestiones que no estuviesen dentro de lo que se espera según las normas y de las actividades académicas normales en una investigación doctoral”. Una última alumna de Durham expone que “fue muy comprensiva y amable. Me proporcionó la orientación necesaria para proseguir mi investigación, siempre me animó… En la fase final del doctorado, la doctora Marga fue crucial para que estuviera redactado y revisado a tiempo para su presentación”.

Las apreciaciones tanto de ellas como de ellos se multiplican, y entre sus ya doctoradas por la Universitat de Barcelona se nos remarca su responsabilidad y esfuerzo, ya que fue “una directora tesis atenta, reflexiva e inspiradora” que, como alude otra, “siempre me proporcionó comentarios puntuados y detallados sobre cada capítulo/trabajo que escribí […] solía recibir comentarios detallados sobre cualquier trabajo académico que le enviaba en un plazo de 24 horas”.

Uno de sus últimos doctorandos afirma que “el seguimiento para entregar a tiempo las entregas parciales para llegar a los indicados tiempos fue permanente. Esto favoreció la implantación de la metodología de trabajo necesaria para todas las fases de la investigación, especialmente con énfasis en los aspectos éticos de la investigación en grupos sociales. El nivel de detalle de revisión de las entregas por parte la profesora era extraordinario tanto en forma como en contenido y con una permanente comunicación conmigo como estudiante, lo que también era práctica habitual con otros compañeros y compañeras dentro del programa de doctorado”.

Varios de sus actuales estudiantes subrayan su dedicación y espíritu de ayuda, siempre con una palabra amable para fomentar su crecimiento intelectual. Varios de los de antes y los de ahora destacan su calidad humana y señalan que se sienten afortunados por haber tenido la oportunidad de redactar su tesis doctoral bajo su dirección. De esta actitud de ayuda y apoyo dan también fe varios investigadores que conocen a la doctora Díaz-Andreu desde hace ya décadas.

Exigencia y rigurosidad

Lo cierto es que esta entrega también está acompañada por exigencia y varios de los comentarios que hacen quienes se han formado con ella indican que es una directora rigurosa, lo que agradecen como indica eficazmente esta declaración sobre que hace “críticas constructivas e incisivas… pero yo no esperaba menos… Muchos de estos comentarios exigían volver a redactar por completo o empezar de nuevo un capítulo. Sin embargo, nunca me sentí menoscabada o atacada personalmente, ni cuestionada en mi capacidad para desarrollar mi proyecto de investigación”.

Otra exalumna explica que “Díaz-Andreu nunca se pasa de la raya porque, como investigadora de éxito, es muy consciente de las dificultades de los jóvenes investigadores”. Finalmente, otro de los dirigidos por ella advierte que “el nivel de exigencia de la profesora era de agradecer porque nos colocaba en los niveles más altos de los estándares de investigación”.

Es, precisamente, ese nivel de exigencia el que explica el éxito de una gran proporción de los que han sido dirigidos por Margarita Díaz-Andreu, que en la actualidad continúan con su carrera académica o se convierten en profesionales de su campo, algo nada habitual en las humanidades. Y esto es porque la formación no se centra exclusivamente en corregirles los capítulos de sus tesis doctorales, sino que va más allá.

Esta actitud de formación integral de la doctora Díaz-Andreu hacia sus doctorandos y doctorandas se ve corroborada por una de estas últimas: “me animó a asistir a conferencias académicas, solicitar becas, publicar artículos académicos y participar en proyectos de investigación internacionales”. Y otro de sus antiguos doctorandos indica que le incitaba “a realizar estancias internacionales, asistencia a congresos en el extranjero y publicar en revistas indexadas de alto impacto». Esto, continúa este antiguo doctorando, “más que generarme stress o ansiedad, me animaba a mejorar mi nivel de investigador, comunicador y divulgador de las ciencias sociales y mi investigación”.

El rigor y la exigencia, además, son un elemento clave de responsabilidad con los fondos públicos o privados que se invierte en investigación, porque la malversación de los mismos por la negligencia o la falta de esfuerzo de los alumnos. La gran mayoría de los doctorandos acceden a este tipo de formación a través de becas concedidas tanto por organismos públicos como privados que exigen el máximo aprovechamiento de los recursos económicos entregados.

Esa es la causa por la que la exigencia va implícita porque el dinero público tiene que ir acompañado de resultados, no se puede invertir en personas o instituciones que sólo buscan un título, sino que, precisamente, esa titulación vaya acompañada de un bien para la colectividad, independientemente de la materia o el ámbito profesional del que se trate. 

Estudios de género

Uno de los campos en los que la labor investigadora de la doctora Díaz-Andreu se ha implicado en su carrera han sido los estudios de género, siendo un artículo de síntesis sobre este tema uno de los más citados a nivel mundial, habiéndose traducido en diversas versiones a varios idiomas.

Este interés lo traslada a su quehacer formativo. De los doce doctorandos que con ella han acabado sus tesis doctorales, seis son mujeres, cinco de ellas (y quizá también la sexta) trabajando en la disciplina. Actualmente dirige siete doctorandos, cuatro de ellas mujeres. De los quince post-doctorales que ha tutorizado a lo largo de su carrera ocho han sido mujeres (más dos en la actualidad) y tres hombres (más otros dos hoy en día). Entre ellas se cuenta una actual catedrática y vicerrectora de Igualdad, Inclusión y Sostenibilidad y varias de las otras han seguido sus carreras post-doctorales en otros centros. Entre ellos hoy hay un científico titular del CSIC y un catedrático de universidad.

En la actualidad uno de sus proyectos que ha tenido más éxito propone la rehabilitación para las crónicas arqueológicas de biografías de mujeres arqueólogas, habiendo recuperado, según se puede ver en la página web de este proyecto, más de ciento cincuenta biografías de mujeres que nunca se citan en las historias de la arqueología al uso.

El equipo del proyecto se compone por mujeres y también hombres, y entre todos están realizando una tarea más que necesaria de reintegración de la mujer en la memoria disciplinar. Y las y los colaboradores/as voluntarios, unos cuarenta (de los cuales trece son hombres), realzan el éxito de su empeño de que romper este silencio sobre el papel femenino en la profesión no sea solo una preocupación de mujeres, sino de todo el colectivo profesional, se considere del género que considere.

La importancia de la conciliación

La enorme labor que la doctora Díaz-Andreu ha realizado a lo largo de su carrera profesional, con múltiples proyectos, una enorme obra escrita en forma de libros y artículos y formando a gran número de investigadores e investigadoras, no es fácil y, como comenta una antigua doctoranda, de ella aprendió un lema que ahora sigue a pesar de haber dejado atrás sus años de relación más cercana con la doctora Díaz-Andreu: “Hay que organizarse. De hecho, una de las lecciones más importantes que aprendí de ella es cómo armonizar mi vida familiar y mi trabajo”.

Y es que, como toda mujer que vive sola con su hijo o hijos y trabaja a tiempo completo intentando compatibilizar su carrera profesional con la carrera académica, Díaz-Andreu tuvo que ajustar su vida docente e investigadora a un calendario y horario organizado que incluyera tanto su labor profesional como su vida personal haciendo uso, en su época de Durham, de guarderías, que acababan a las 6 de la tarde, mientras que ella tenía que dar clase algunos días hasta más tarde, o hasta las 3 de la tarde al llegar a la etapa escolar.

Hubo un sinfín de canguros, muchas de ellas estudiantes (no dirigidas por ella y todas pagadas) durante aquellos años en Durham, algunos compartidos con otras compañeras. En Barcelona, hasta que su hijo tuvo casi 16 años, tuvo a alguien viviendo en su casa con la condición de que ella se quedara al cargo cuando Díaz-Andreu tuviera que viajar por congresos. En los dos años siguientes solo ocasionalmente animó a su hijo a hacer alguna actividad con alguno de sus doctorandos o doctorandas, como dice una de estas: “ocasionalmente, acompañe a su hijo, pero siempre de forma voluntaria y porque me sentía parte de la familia”.

En otro orden de cosas, en la actualidad para permitir la conciliación familiar e investigadora en grandes proyectos como el que ahora tiene del Consejo Europeo de Investigación (ERC, European Research Council), en las reuniones de proyectos se organizan y pactan las vacaciones y no ha habido ningún problema con esto siempre que se respeten los días de descanso que impone la Universitat de Barcelona, que cierra sus puertas varias semanas en agosto.

Parte del éxito de los y las formadas por ella que ahora son profesionales proviene del ambiente creado durante sus años bajo la dirección de la doctora Díaz-Andreu. Según lo que explica una de sus antiguas doctorandas, “en ocasiones iba más allá del mero papel de directora de tesis. Por ejemplo, hacía lo posible por recibir a los estudiantes en su casa, durante las vacaciones y los periodos lectivos, como forma de reunión para fomentar la interacción y el intercambio de experiencias entre sus varios estudiantes. Siempre atesoro esos momentos como una oportunidad para mezclarse fuera del trabajo y la investigación, un lugar para hablar de la vida, de las preocupaciones mundanas, de los acontecimientos cotidianos y las bromas, y del mundo fuera del mundo académico”.

Una de sus doctorandas actuales afirma que “cuando almorzamos juntos, todos hablamos libremente y el ambiente es relajado” y también afirma que nunca ha habido ninguna obligación. De su ayuda constante y comprensión de las dificultades, a veces económicas, que pasan los y las que experimentan en estos primeros momentos de su carrera investigadora también hay testimonios: “A menudo, la profesora Díaz-Andreu ha acogido a estudiantes en su casa cuando no tenían una beca para vivir. Lo digo por experiencia personal, porque yo mismo disfruté de su hospitalidad durante un mes entero”.

Estrés, salud mental y pandemia

Dada esta visión de la profesionalidad y entrega a la formación a nivel doctoral y post-doctoral, ¿cómo puede haberse divulgado una versión tan diferente en determinados medios? Hay que explicar que es cierto que a finales del año 2021 comenzaron a presentarse problemas con algunos de sus investigadores e investigadoras. El contexto pandémico sirve en parte para comprender la situación: según nos indican los expertos y expertas, el covid ha traído grandes problemas mentales en todas las profesiones, y la de investigadores no es una excepción.

Este es, evidentemente, un tema pendiente en las universidades, que han continuado su labor sin plantearse las consecuencias que especialmente el confinamiento y el medio al contagio ha tenido entre su personal y, en concreto, entre el colectivo investigador. En este caso, ha sido habitual que el profesorado universitario se haya visto, sin preparación ninguna, con una serie de investigadores e investigadoras afectados. Como explica un estudio, ante la pandemia, las personas, tanto las contagiadas por el virus como las que no, pero todas ellas implicadas en el confinamiento domiciliario, “han desarrollado alteraciones psicológicas como ansiedad, depresión, estrés e ideas suicidas”.

Dada la confidencialidad de este tipo de datos de carácter personal, es difícil asegurar al cien por cien que algunos y algunas investigadores de la doctora Díaz-Andreu se vieran afectados, pero las fechas del comienzo de los problemas, finales de 2021, y determinadas experiencias tenidas en aquel momento y en los dos años siguientes, parecen indicar la alta probabilidad de que así fuera.

Como comentan los expertos: “la crisis provocada por la pandemia del coronavirus SARS-CoV-2 (Covid-19) está afectando a todos los países del mundo. El nivel de propagación y la gravedad de la enfermedad ha supuesto un gran impacto psicológico para la población. Estos se deben a los numerosos cambios repentinos que afectaron a diversos ámbitos personales. Aparentemente, los expertos y expertas opinan, una de cada cinco personas se ha visto afectada a nivel mundial”.

A los problemas derivados del covid hay que añadir la presión a la que los investigadores e investigadoras se ven abocados por un sistema extremadamente competitivo: se pretende que los y las que tienen contrato pre-doctoral también impartan docencia, y, dado que para quien comienza una hora de docencia significa diez de preparación, esto les aboca a intentar compatibilizar lo que ya es una semana completa a pesar de que cuatro horas de clase no suenen a mucho, con realizar su tesis doctoral.

Si, además, esta docencia les cae de improviso cuando ya disponen de una agenda bastante marcada, el estrés está prácticamente garantizado. Los problemas mentales entre el colectivo investigador pre-doctoral es algo ya denunciado desde hace años y estudiado entre otros campos, en el de la arqueología mismo.

A los presuntos efectos del covid y el estrés generalizado hay que añadir las circunstancias que crean las dinámicas grupales: una vez que varios elementos se ven por una razón u otra en la espiral de ansiedad, está casi asegurado que otros se contagien. 

Las dificultades de unos y otras se transmiten a través de conversaciones, actitudes, alimentando el malestar psíquico general en el grupo y generan estrés en el mismo. Esta es la situación ante la que, presuntamente, se encontró la doctora Díaz-Andreu, intentando sin preparación ninguna para estas circunstancias tan anómalas, capear el temporal.

Todo este cockail de circunstancias puede llegar a ser explosivo si añadimos la teoría del rumor. ¿Qué es el rumor? “Cualquier afirmación o proposición que tenga un contenido específico no verificado”. Para que un rumor sea tal se tienen que dar al menos dos condiciones: la primera que sea relevante, y ciertamente el acoso, sobre el que ha comentado la misma doctora Díaz-Andreu en varias de sus publicaciones, es una preocupación para la sociedad. Por otra parte, la información ha de ser ambigua y limitada, sin muchos detalles para que se dé rienda suelta a la imaginación de quien la recibe. Los rumores, ciertamente, van cambiando a lo largo del tiempo, alimentan nuestra imaginación y la entretienen de una manera que la fría verdad racional, la información verificada no lo logra.

El periodismo se basa en hechos verídicos y comprobados, no en rumores. Las redacciones están repletas de hecho sin contrastar que pueden ser el inicio de una investigación o el hilo del que tirar para conseguir una noticia, porque pueden hacer mucho daño, sobre todo si se demuestra que el rumor no era más que, como decía Javier Krahe, «un burdo rumor». Y esto, con los testimonios en primera persona de varios de los y las investigadoras que han trabajado y trabajan con la doctora Díaz-Andreu, es el modo de trabajar una información desde un nuevo estilo de periodismo eficaz y creador de opinión entre la ciudadanía.

El nuevo periodismo y la seguridad desde la comunicación integral e inteligente renace desde la justicia justa

Gran parte de los medios y profesionales de la comunicación, con todo respeto, basan su modelo de éxito más en la multiplicación del mensaje, tenga este la factura que tenga y en los impactos computables, que en la naturaleza de lo transmitido.

A lo mejor los métodos INDOCHAR nadan contra corriente de los intereses de muchos socialmente descomprometidos. No obstante, en él está la seguridad de la verdad y el beneficio social de la comunicación libre e independiente y no la sometida, por ello reivindicamos siempre la comunicación del periodismo de reflexión cuya vitalidad actual y futura tienen más vigencia que nunca. Como también rechazo el entetanimiento como solución para que las personas desvíen la atención de las cosas que les interesan. Precisamente por esas formulas tecnológicas con las que se pretende suplantar el pensamiento, la utilización del conocimiento y la inteligencia, en suma:  Información, Documentación, Conocimiento, Historia (de lo que forma parte un hecho), Análisis y Reflexión desde el pensamiento. La justicia solo es real cuando es justa. 

No puedo aceptar la libertad sin dignidad, y jamás aceptaré el excesivo poder de los medios desinformados. Asumo la información solo desde la razón y el respeto, alejada del idealismo del apasionamiento fanático y de la intolerancia.

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