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1932: ¿dentro de siete años?

Boaventura de Sousa Santos
Boaventura de Sousa Santos
Sociólogo. Profesor catedrático jubilado de la Facultad de Economía de la Universidad de Coímbra (Portugal). Profesor distinguido de la Universidad de Wisconsin-Madison (EE.UU.)
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análisis

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Traducción de Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez

¿A cuántos años estamos de una nueva guerra mundial?

1932 no era un año de paz. Por el contrario, había varias guerras en el mundo: la guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay (1932-1935), la guerra de Leticia entre Colombia y Perú (1932-1933), la invasión de Manchuria por Japón (1931- 1932), la guerra entre el Tíbet y China (1930-1932), además de muchas guerras civiles. Pero el espectro de una nueva guerra mundial avanzaba en el por entonces centro del mundo, Europa.

En 1932, el Instituto Internacional de Cooperación Intelectual de la Liga de Naciones hizo un llamamiento a los intelectuales para que intercambiaran opiniones sobre «los problemas que la civilización enfrentaba». Uno de los primeros intelectuales contactados fue Albert Einstein, quien eligió a Sigmund Freud como su interlocutor. En su carta, Einstein abordó el problema de la guerra y planteó algunas preguntas. ¿Es posible liberar a la humanidad de la amenaza de la guerra? Reconociendo que la abrumadora mayoría de la población desea vivir en paz, se preguntaba: ¿cómo es posible que la voluntad de una pequeña minoría prevalezca sobre la voluntad de la mayoría? ¿Qué artimañas utiliza esta minoría para despertar un entusiasmo salvaje por la guerra hasta el punto de justificar el sacrificio de vidas? Como se dirigía a Freud, añadió una pregunta de naturaleza psicológica: ¿es posible controlar la evolución mental de manera que neutralice la psicosis del odio y la destrucción? Por qué los estratos más cultos, la llamada «Intelligentsia», ¿son los más vulnerables a estas desastrosas sugestiones colectivas?

Freud, que ya había abordado previamente el tema de la guerra, respondió dos meses después con una extensa carta. Típicamente freudiana, su respuesta es compleja: hace referencia a la relación dialéctica entre el derecho y la violencia, a la imposibilidad de generalizar sobre la guerra y a la precariedad de las soluciones, ya sean pacíficas o bélicas. También menciona la coexistencia de dos instintos contrarios, pero mutuamente necesarios: el instinto erótico de preservar la vida y el instinto agresivo de destruirla.

Después de pintar esta «imagen desagradable de la mente humana» y temiendo que «el molino muela el grano tan lentamente que la población muera de hambre antes de que llegue la harina», Freud pregunta: «¿Por qué usted, yo y tantos otros estamos visceralmente en contra de la guerra?». La ciencia no es suficiente para responder. Son los horrores de la guerra los que hacen que él y Einstein sean pacifistas. Asumida esta posición ética, la ciencia puede ser de ayuda: el progreso civilizatorio (que para Freud equivale al progreso cultural) conduce al desplazamiento y a la restricción de los instintos. El intelecto se fortalece en relación al gobierno de los instintos, al tiempo que la agresividad de los instintos se interioriza. La guerra es la negación más cruda de la
civilización. Reconociendo que su esperanza es utópica (y tal vez desesperada), Freud concluye que solo el progreso de la civilización podrá liberar a la humanidad del horror de la guerra (1)

Casi un siglo después, la conclusión a la que nos vemos obligados a llegar es una de dos: o bien no ha habido progreso alguno en la civilización y, por el contrario, hemos retrocedido, dado lo delirante del camino hacia la guerra; o, perversamente, es el propio progreso de este tipo de civilización lo que cada vez más nos lleva a la guerra y la destrucción. En suma, el argumento civilizatorio no nos ayuda. De ahí el interés en escuchar otras voces que en el mismo período se angustiaban ante la posibilidad de una nueva guerra, poco tiempo después de que otra hubiera terminado dejando un inmenso rastro de destrucción.

En ese mismo período, Romain Rolland, que ya se había alzado (casi en solitario entre los intelectuales franceses) en contra de la Primera Guerra Mundial, vislumbró un nuevo peligro de guerra en el horizonte, en la idea de una “Paneuropa”, la idea de la unión de Europa que excluia a Rusia y avanzaba ciegamente hacia la guerra, tal y como en 1914. En un texto titulado «Europa, ¡ensánchate o mueres!», 2 Rolland denuncia una prensa vendida a los intereses del capital y de la guerra, y se burla de los corifeos del himno «Europa, mi patria», entre los cuales podemos reconocer a los predecesores de Josep Borrell.

Surge un nuevo tipo de nacionalismo que, tras haber humillado a Alemania en 1919 mediante el Tratado de Versalles, aspira a desarrollarse sin la colaboración de Rusia y se cierra al emergente mundo asiático. Al examinar las reflexiones de Rolland y contemplar la situación actual, es innegable concluir que ya hemos visto esta película antes. Y al igual que Rolland hace un siglo, si esta es la Europa en gestación, ¡hoy me declaro antieuropeo!

Al igual que hoy, el espectro de la guerra se asoció con el espectro del fascismo. Y aquí también las analogías entre ambos períodos, separados por casi un siglo, son aterradoras. El espectro del fascismo fue lo que más insidiosamente eludió a los intelectuales, incluidos los mejores. Este es el caso de Rabindranath Tagore, y la correspondencia entre él y Rolland vuelve a ser esclarecedora, una correspondencia prolongada (1919-1940), compuesta de admiración mutua y algunos desacuerdos profundos (3)

Tagore visitó Italia en junio-julio de 1926. Recibido con todos los honores de Estado y halagado por la acogida, Tagore se declaró fascinado por Mussolini, a quien comparó con Napoleón o Alejandro Magno. Rolland, consciente de que a menudo los intelectuales confunden a amigos y admiradores con aduladores y manipuladores, se sintió tan angustiado por este “desliz” de Tagore que escribió 50 páginas en su diario denunciando el escándalo de que Tagore hubiera sido el invitado oficial de alguien “que encarna la más brutal, más opresiva y más letal tiranía”. Fue bajo la presión de Rolland que Tagore publicó una larga carta en el Manchester Guardian disipando el error de su supuesto apoyo a Mussolini. El 11 de noviembre de 1926, Rolland escribe a Tagore: “Me siento culpable por perturbar su paz al desviarlo de la fe que tuvo en su anfitrión italiano. Pero mi único interés es proteger su gloria, que es más preciosa para mí que su paz”. Y añadió poco después en una carta a un asistente de Tagore: “Entiendo que la Europa actual –tan manchada de sangre– es un territorio peligroso para un extranjero que lo visita con curiosidad, pero sin precauciones suficientes”. Cien años después, lo que podemos decir es que la Europa actual es un territorio peligroso para los propios europeos y, especialmente, para quienes intentan señalar las precauciones necesarias.

Hoy de nuevo, entre la guerra y el fascismo

La historia no se repite, pero los humanos se esfuerzan por hacerlo. Y se esfuerzan tanto que lograron añadir un nuevo espectro a los dos que había el siglo pasado, que hace que estos sean aún más aterradores. Me refiero a la inminente catástrofe ecológica. Es un triángulo de la muerte, un triángulo sin enigma ni esperanza, a diferencia del triángulo masónico (sin propaganda para la masonería). Recientemente, al rendir homenaje a un antiguo líder nazi de Ucrania, el Parlamento canadiense combinó la apología del fascismo con la apología de la guerra. Al hipotecar su futuro en una guerra eterna que le encomendaron, Europa ha perdido para siempre el liderazgo en la transición climática. Por el contrario, Europa se convirtió en un enorme laboratorio de pruebas de nuevas tecnologías bélicas. En un artículo reciente de la revista del ejército estadounidense sobre las lecciones de la guerra de Ucrania, se hace un llamado a una “inflexión estratégica” resultante, entre otros factores, de la falta de combatientes para reemplazar a los que mueren (4).

Según los autores, se estima que se producen 3.600 “ocurrencias” diarias (entre muertos, heridos y enfermos) y que a este ritmo será imposible mantener un nivel adecuado de combatientes. La solución pasa por el uso de la inteligencia artificial, en combates terrestres con vehículos no tripulados. ¿Será este el tipo de experimentación tecnológica que marcará el futuro de Europa?

Es muy posible, como informó el autorizado Wall Street Journal el 26 de septiembre, en un texto con el subtítulo «Los fabricantes de armas están recibiendo pedidos de armas para ser probadas en el campo de batalla», que «la guerra en Ucrania es una feria gigante de armas». Todo esto en un contexto en el que, según el New York Times del 28 de septiembre, la línea del frente ha cambiado poco desde principios de año y las tropas rusas habrán conquistado 500 kilómetros cuadrados más que las ucranianas. ¿Tanta muerte, tanta devastación para esto? ¿Y por cuánto tiempo más? ¿Una nueva guerra eterna como la lucha contra el terrorismo en el corazón de Europa? ¿O a la vuelta de la esquina, en el Mediterráneo oriental, donde Israel acaba de encontrar el pretexto que buscaba para la «solución final» para el pueblo palestino? ¿»A la vuelta de la esquina»? No, en el corazón de Europa. Sin alma ni memoria, Europa es incapaz de ver la similitud entre las imágenes de muerte y destrucción en el gueto de Varsovia durante el desesperado levantamiento judío del 19 de abril de 1943 y las imágenes procedentes de la Franja de Gaza.

Gaza es Europa aquí y ahora.

1.- El intercambio de correspondencia puede leerse en The Standard Edition of the Complete Psychological Works of Sigmund Freud. Vol XXII (1932-1936). London: The Hogarth Press 1964, 197-215.

2.- Romain Rolland, Quinze Ans de Combat (1919-1934). Paris: Les Edtions Rieder, 1935,112-126.

3.- Bridging East and West: Rabindranath Tagore and Romain Rolland Correpondence (1919-1940), editado y traducido al francés por Chinmoy Guha. Oxford: Oxford University Press, 2018.

4.- Katie Crombe & John A. Nagl, “A Call to Action: Lessons from Ukraine for the Future Force”, The US Army War College Quarterly: Parameters 53: 3 (Autumn 2023) 21-31.

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