“No me voy, me voy a quedar”, dijo la ex presidenta madrileña Cristina Cifuentes poco antes de dimitir de su cargo en abril de 2018 tras filtrarse un video de 2011 donde se la veía hurtando unos productos cosméticos en un supermercado. La comparecencia de la actual presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, en Leganés este miércoles para alentar sin tapujos el victimismo y la teoría de la conspiración desde Moncloa sobre su pareja y ella, mantiene un paralelismo llamativo con aquel momento de su predecesora, ya que solo unas horas después se ha sabido que su novio, lejos de únicamente haber sido inspeccionado por Hacienda como sostiene Ayuso, es un delincuente fiscal confeso de tres delitos: dos por fraude fiscal y otro por falsificación documental, además de comisionista de dos millones de euros por haber aprovechado los meses más duros del inicio de la pandemia para negociar con las ansiadas mascarillas.
Esta situación política insostenible de la presidenta madrileña, que se ha enrocado en el cargo tras mentir sin rubor para encubrir la trama delictiva de su pareja pese a conocer todas las circunstancias del caso, y que apuntó también a la fiscala que lleva la investigación por haber ocupado un cargo en el gobierno del socialista José Luis Rodríguez Zapatero, lanza directamente la pelota al tejado del líder nacional del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, que al igual que toda la cúpula del partido ha venido alimentando hasta ahora la teoría de la conspiración de Moncloa.
En las manos de Feijóo está el ser o no ser del líder de un partido al que el asunto de la corrupción le ha estallado de nuevo en las manos, y otra vez con la familia y allegados de Ayuso como protagonistas, cuando se las frotaba pensando que Koldo y sus secuaces le estaban poniendo la caída de Pedro Sánchez a tiro de piedra.
En sus manos tiene Feijóo la posibilidad de no acabar como Casado para regocijo de Ayuso, que ahora también constatamos que sabe mentir con descaro y sin el más mínimo recato
El predecesor de Feijóo, Pablo Casado, aún se lame las heridas mortales que le dejó el caso del hermano comisionista de Ayuso, también con las mascarillas de por medio en plena pandemia mundial. Feijóo y Génova al completo tienen un serio problema si siguen avalando sin complejos la teoría de la conspiración desde Moncloa en un caso que se aclaró hace ya más de un mes y medio, cuando el pasado 2 de febrero el abogado del novio de Ayuso reconoce los delitos fiscales de los que le acusa la Fiscalía y se ofrece a abonar lo defraudado y la multa correspondiente con el objetivo de evitar la cárcel a toda costa. La denuncia sigue su curso y da paso a una investigación judicial, aunque el fiscal se abre al acuerdo.
Pese a todos estos trámites judiciales reconocidos por el propio novio de la presidenta madrileña, Ayuso opta deliberadamente por mentir y tirar de victimismo, arrastrando con ella de momento al propio líder nacional del partido y a toda la cúpula popular, con el correspondiente apoyo sin desmayo de todos los medios de comunicación afines.
Así las cosas, a Ayuso se le está poniendo cara de Cifuentes en toda regla, pero no es menos evidente que Feijóo también siente en sus propias carnes un cierto paralelismo con los momentos políticos finales de su antecesor en la presidencia del PP. En sus manos tiene la posibilidad de no acabar como él para regocijo de la presidenta madrileña, que ahora también sabemos que sabe mentir con descaro y sin el más mínimo pudor.
