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Daniel Ricciardo entra en la leyenda

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análisis

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“No power, no power”.

La voz metalizada y rasposa a través de la radio. Ricciardo hablando con su equipo. “No power, no power”. Los espectadores del mundo entero tragan saliva, incrédulos. No puede ser. Apenas han transcurrido 28 vueltas de carrera, aún faltan 50 giros para el final, ¡no puede ser! Ricciardo lo había hecho todo perfecto, iba sobre railes a conseguir un Gran Chelem. ¿Y ahora le falla el maldito motor?

Acelera Sebastián Vettel que está detrás de él, a escasos segundos: el olor de la sangre, no hay nada más estimulante para un luchador, un competidor, un rival: el olor de la sangre ajena.

La luz del Red Bull de Daniel Ricciardo se enciende cada vez que enfila una recta: la parte eléctrica del motor ha dejado de funcionar, son casi doscientos caballos menos, como mínimo perderá dos segundos vueltas. A Sebastián Vettel se le dilatan las aletas de la nariz: a por él, a por su antiguo compañero de equipo, el hombre que le humilló, el primer compañero de equipo que le derrotaba en su historia como piloto de F1. Se ríe, se siente feliz y salvaje, Sebastián, je jé.

Acelera Vettel, ruge el motor Ferrari borracho de deseos de venganza y frenesí. Está a menos de medio segundo del Red Bull. Vettel va a volver a ganar en Mónaco otra vez: él es el rey.

Ricciardo habla con sus ingenieros: no hay nada que se puede hacer. Y Vettel llega, está ahí. Las marchas del Red Bull también están fallando, no puede utilizar ni la séptima ni la octava, sólo le quedan al hombre que aspiraba al Gran Chelem, a su primer triunfo saliendo de la pole en una carrera, seis marchas. De la una a la sexta, eso equivale a perder mucha velocidad al final de las rectas. Y 185 caballos de potencia menos. Ricciardo está perdido.

No hay nada que se puedas hacer, le repiten desde el muro. Pero Ricciardo en lugar de alarmarse, ponerse hamiltoniano y “desechica de los nervios”, pregunta cómo van los neumáticos de su compañero, Crazy Boy Verstappen. Le dicen que van muy bien, que degradan menos que ningún otro equipo. Aunque ¿para qué pregunta eso Daniel? Si no hay nada que hacer.

Ricciardo aplasta a Verstappen, cuali GP Mónaco 2018

¿Nada que hacer? Claro que hay algo que se puede hacer: conducir. Y eso es lo que hace Daniel Ricciardo durante las siguientes 48 vueltas, conducir con seguridad, inteligencia y fe.

Y gana la carrera, nada menos que Mónaco. Sólo se le escapa la vuelta rápida para lograr el Gran Chelem. Pero lo que consigue es más que un Gran Chelem. Lo que consigue, consiguió porque esto ya es historia, Daniel Ricciardo en el Gran Premio de Mónaco de 2018 es entrar en la leyenda, convertirse en uno de esos poquísimos pilotos a quienes no se olvidará jamás.

¿No se puede hacer nada? La magia de algunos seres excepcionales siempre piensa que sí, que algo, de un modo u otro, siempre se puede hacer.

 

Otro burbon, por favor (con tantas emociones es imposible mantener mis buenos propósitos de dejar de beber).

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