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Dialogantes pero tozudos

Julián Arroyo Pomeda
Julián Arroyo Pomeda
Catedrático de Filosofía Instituto
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análisis

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Hablando se entiende la gente (parlant la gent s’enten) sí, pero la tozudez se empeña en demorarlo todo. Y esto está pasando ahora en el diálogo político. Nadie se fía de la palabra dada, hay que hacerlo por escrito, pues hagámoslo de una vez, porque la cosa se está agotando y el tiempo se acaba. Además, todos estamos cansados.

El diálogo necesitaba de ciertas características, como tener una intención y un lenguaje parecido al de la conversación. Hablar solo porque ahora toca, o porque hay que llenar el espacio concedido, es perder un tiempo muy valioso. Ser ampuloso o rebuscado, tampoco contribuye al verdadero diálogo. Ante todo, tiene que ser eficaz.

Para ello hay que escuchar. Se habla con el otro o con la otra y, por tanto, hay que atender. Importa mucho ofrecer informaciones, que sean concretas, para no tener que repetir. Debe haber motivos o razones para hablar y comunicarnos.

Vamos a ser precisos. Ya sabemos lo que quieren unos y lo que se les puede dar. Pues acabemos ya la conversación. ¿Les darán más por alargarla? Creo que no, ya que se ha dicho de todas maneras posibles, pero no para la murga del traca traca: esto se llama tozudez.

Lo que no se puede hacer es seguir empleando la dialéctica de la crispación, del insulto, feas palabras o insultantes. Sabido es que la oposición no desea que lleguen a ningún acuerdo, si no que se convoquen nuevas elecciones para ganar.

Se puede entender, pero no se diga que es para romper España, ni para estimular a que no haya españoles, ni tampoco para destruir la unidad. Ahora viene la amenaza del terrorismo. Como no se aumente el nivel de seguridad, este país lo pagará. Una vez más la introducción del miedo, que alimente las preocupaciones de la gente.

Si ya estamos con inquietud diaria de que no vamos a poder comer. El mercado de alimentación sube cada día más, los comedores escolares se restringen y a las madres solteras se les niega la beca de comedor para sus hijos en Madrid. ¿Qué es eso? Parece un castigo moral. Como si no tuvieran bastante las madres sin pareja o, sencillamente, que no la quieren tener y renuncian, igualmente, a casarse, o a formar una pareja de hecho. Ellas son el ejemplo manifiesto de que se matan a trabajar para que sus hijos salgan adelante y los quieren como nadie.

Entonces, lo que sí merecen es un premio. Además, ¿qué autoridad tiene un mandatario político para imponer sus órdenes morales a los demás? Parecen arrogarse un poder divino, como sí hubieran sido investidos con carácter sagrado. En otras palabras, volveríamos al poder divino de los reyes de siglos anteriores. Qué horror pensarlo solamente.

Para solucionar todas estas gravísimas deficiencias y otras más, se necesita un gobierno seguro y dispuesto a caminar por la línea del progreso. Todo se está resistiendo por su ausencia. No podemos estar con semejante falta. Así no avanzamos.

No vale eso de que con tal de salvarme yo que se hunda el Estado. Esto es una provocación casi absoluta, se está echando un pulso a la máxima autoridad. Qué barbaridad.

Que hay diálogo es un hecho, pero por eso mismo habría que ceder y no pedirlo todo. Es decir: yo dejo esto para otra ocasión, si tú estás dispuesto a concederme esto otro. Una especie de do ut des. ¿Si no cedo me resultará mortal de toda necesidad? No, que no estamos en semejante situación.

No se trata de ahora o nunca, sino de establecer el camino a seguir para que pueda ir impregnándolo todo o lo suficiente con el fin de mantenerse dispuesto. Estos son cambios fundamentales, que no es posible conseguir de la noche a la mañana. Esto no es un supersónico.

Está en las manos de unos seres humanos, dispuestos a resolver los problemas que se vayan presentando, de la manera más inteligente posible. Lo que importa es que no se venga abajo después, porque entonces ya no tendría arreglo. Todo debe seguir en pie y cada vez más firme.

Estas son nacionalidades, que se encuentran dentro de una nación. Hay que buscar el encaje definitivo y convencer a la otra parte de que eso sería mejor para todos. Difícil conseguirlo, pero no imposible.

Vamos a ello sin más dilación. Y, suponiendo que no sea posible, habrá que dar el paso siguiente. Cualquier cosa antes que inmovilizarse y aceptar a las personas que dicen que España está parada. Lo que hace es pensar cuál es la solución mejor. Deberíamos contribuir todos a ello.

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