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El problema de los constitucionalistas

Nuestra Constitución es, pues, un pino al que le queda el tronco y poco más. No porque se haya hecho vieja, que ciertamente el país ha avanzado mucho estos años, hablamos del la “Constitución del destape”, sino porque del 85 al 90 por ciento de sus derechos y obligaciones han cambiado de titular

Josep Jover
Josep Jover
Abogado especializado en Derechos Humanos de Tercera Generación y gestor de conflictos. Es uno de los juristas más importantes en Derecho de la Unión europea donde ha llevado frente al TJUE novedosos casos
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análisis

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Varias veces he comentado que uno de los pasajes que más me impresionó de La Vida del Buscon Don Pablos, fue cuando, como sirviente, éste se aloja en una mísera pensión y convive con unos abogados en ciernes. Dichos estudiantes, miserables también, van vestidos a la moda de entonces, de negro, que era el color de los ricos y nobles. Pero la pluma del autor nos cuenta cómo, en realidad, visten todos de harapos y retales, pero bien cosidos y colocados tal que, de lejos, llegan a engañar a quien los mira, aunque no, de cerca, por supuesto. Y al que dude de su nobleza, salen tras él con la espada desenvainada.

Esto es exactamente lo que nos está pasando con los que se autodefinen como “constitucionalistas”. A la menor excusa, discurso real o acto que pudiera ser tergiversado, salen en tromba defendiendo la indisolubilidad de la Patria, el español y la intocabilidad de la Constitución. Y además presumen de ser europeístas, como si eso fuera la pertenencia a un club de moda, que a lo único que se les obliga es a llevar la chaqueta azul, el día que hay partido de golf.

Pero la realidad es muy otra. Europa, la Unión Europea, no es el club donde se juega al golf mientras se arreglan unos negocietes. De ello que, España, o mejor dicho su gobierno y sus clases dirigentes , se lleven sonoros topetazos en Luxemburgo. La Unión Europea se parece más al usurero Sylock del Mercader de Venecia, que a Phileas Fogg. Y un usurero ahoga, pero nunca mata a sus víctimas; y éstas, como los abogados de Quevedo, vestidos de harapos, aún aparentan ser hidalgos.

La cosa funciona de esta manera. Cada mes, con bombo y rueda de prensa, nuestro presidente acude al Consejo de Europa; allí, día sí día también, llama a la ventanilla de la pagaduría que tiene Bruselas. A cambio de activos y otros favores, los estados ceden competencias, competencias, digo soberanía, que quedan definitivamente en manos de la UE. Y así, mes a mes, año a año, década a década.

Imaginemos que en 1976 nuestra Constitución era un frondoso árbol. Cada mes el presidente de gobierno, sierra una de las ramas y se la lleva a Bruselas para cambiarla por algo que el gobierno necesita, activos, acceso a las empresas españolas a bienes y servicios, respetabilidad o ayuda a un problema interno. Y así, mes a mes, año a año, década a década, la soberanía se ha ido traspasando a la Unión Europea.

Y volver atrás, ya es imposible. Según una reciente valoración, el Estado Español ha recibido 3.000 Euros por habitante y año desde 1986. Si hacen esa operación en una calculadora de las usuales, verán que se les vuelve loca. Así pues, treinta y seis años más tarde la vuelta atrás es imposible. Sólo pueden salirse los países que han pagado más de lo que han recibido. Hablamos de los países nórdicos, que son los que imponen las condiciones, porque son los que pagan.

Nuestra Constitución es, pues, un pino al que le queda el tronco y poco más. No porque se haya hecho vieja, que ciertamente el país ha avanzado mucho estos años, hablamos del la “Constitución del destape”, sino porque del 85 al 90 por ciento de sus derechos y obligaciones han cambiado de titular.

Y entre las cosas que ya no se deciden en Madrid está, por ejemplo, la política laboral en mayúsculas; y entre ellas el índice de interinidad. Otra cosa es que los interinos aún no han asumido que en Bruselas está Sylock y no el “Capitán América”,

Pero la realidad es que hay muchísima gente que vive, y bien, “del cuento” de la Constitución. Y no solo son los políticos. Centenares de catedráticos y profesores universitarios “de constitucional” que no se dan por aludidos y continúan elucubrando sobre realidades paralelas, magistrados que ven peligrar el estar en la cúspide de la pirámide, funcionarios con bula, curas con concordato, militares a los que se les hunde su mundo autárquico y, sobretodo, aquellos que se benefician del Boletín Oficial del Estado, aquellos que tienen privilegios e inmunidades heredados de la dictadura y quieren conservarlos a toda costa.

Y nadie ha abierto la boca, porque les va en ello “el negocio”.

Al igual que los “hidalgos de pega” del Buscón de Quevedo, creen que aparentando y saliendo con la espada desenvainada nadie va a notar que viven de harapos y del recuerdo de una grandeza que nunca existió, al menos para los ciudadanos normales.

Y es que no es un problema de los constitucionalistas, los constitucionalistas son el problema.

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4 COMENTARIOS

  1. Tate! Bien expresado y adornado como está parece en vez de un pino un árbol de Navidad. Pero la realidad es que cuando en fin te acercas no hay siquiera pino, la trampa es genial, tanto que nadie se queda para aplaudir tal prestigio.
    Un ilusionista no crea ilusión; la mata.

  2. Los antivacunas niegan la validez de las vacunas, los tierraplanistas niegan que la tierra sea redonda, y los nacionalistas se obstinan en que España es lo peor.

    Pero la realidad es otra; las vacunas son eficaces, la tierra es redonda y España es la 22 democracia del mundo. Una «democracia plena» por delante de Francia, Italia, o Bélgica «democracia imperfecta» que ocupa el puesto 36 en el índice de «The Economist» de 2020.

    Que ocupemos el puesto 22 como «democracia plena» sobrepasado 14 puntos a Bélgica (puesto 36) se lo debemos principalmente a nuestra Constitución.

    • Ortiz:
      Una pregunta: ¿qué tiene que ver los tierraplanistas, expresión de ignorancia? con una opción política que defiende el derecho de autodeterminación de los pueblos. A ningún poblador del territorio del Estado español se nos preguntó si queríamos formar parte de él. Nos impusieron un chantaje: Barbarie clerical-fascista del franquismo o monarquía boubónica, y ahí continuamos. Es de aguardar que las nuevas generaciones rompan el timo y la extorsión de lo que significó la «Transacción»

  3. La Justicia belga da la razón a Valtònyc y deniega su extradición a España. ¡Algo huele a podrido en el reino boubónico de España! Que unos funcionarios por oposición dicten lo que es posible o no expresar, pues: ¡manda carallo! con la libertad en España.

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