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Encuestas, Sondeos, «Israelitas» o «tracking»

Vicente Mateos Sainz de Medrano
Vicente Mateos Sainz de Medrano
Periodista y Doctor en Teoría de la Comunicación de Masas.
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análisis

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Ya estamos en plena marea de muestreos electorales por el inicio de la campaña electoral, que reciben diferentes denominaciones según el número de opiniones recabadas a los electores, y la velocidad con la que se realizan y elaboran. Marea como metáfora del aturdimiento y desorientación que produce el volumen ingente de datos, diversos y contradictorios, que lanzan los medios de comunicación a los destinatarios; y marea pesante por el objetivo que esconden de orientar el voto del elector.

Sin duda que la demografía es una ciencia necesaria, también la electoral, aunque en un marco de pugna política el problema son los muestreos elaborados por empresas privadas a las que persigue la sombra del sesgo interesado de los datos que ofrecen, conforme al objetivo de quien las paga. Es decir, que son más susceptibles de ser <<cocinadas>>, como se dice en el argot profesional, a gusto del cliente. Muestreos en los que, con frecuencia, los medios ocultan al destinatario el dato del margen de error que oscila, por regla general, entre el 2 y el 3%, lo que condiciona el valor de los porcentajes que ofrecen; como tampoco suelen aportar el índice de indecisos que es determinante a la hora de valorar la credibilidad de los guarismos finales de la muestra.

Si a estos hechos añadimos que los medios presentan sus muestreos no como la foto de un momento determinado; sino como hechos <<casi>> consumados, el resultado es la escasa fiabilidad de los mismos. Cocina de datos que aumenta cuando el resultado es incierto, para estimular a los propios y reducir las posibilidades del contrario. Aunque, en demografía electoral también está constatado que el cocinado constante y machacón de las cifras, puede tener el efecto contrario de movilizar al oponente. Por eso los muestreos se deben valorar como el reflejo de la tendencia de fondo que existe en el electorado. Tendencia que tampoco es un avance del resultado final, porque las acciones y mensajes de los líderes más significados en campaña, pueden darle la vuelta en cualquier momento por los errores en los que puedan incurrir.  

De ahí que lo importante, como estrategia ineludible, sea no cometer errores: el que más cometa pierde. Y para no cometer errores no hay que dejarse apabullar por la presión, y tener las ideas, estrategia y proyecto claros que no estén sometidos al vaivén de los acontecimientos ni se vendan por un plato de lentejas para alcanzar el poder, pues conduce a contradicciones en el discurso que los electores castigan. Por ejemplo, los pactos de la vergüenza con la ultraderecha que obligan a retorcer el discurso y a decir <<Digo dónde dije Diego>>, al aceptar un ideario que —supuestamente—no es el tuyo. O insistir en lemas que terminan por hacerse cansinos por estar vacíos de contenido: derogar el <<sanchismo>>; que luego te tienes que comer cuando desde Europa llega la reprimenda para que se mantengan las reformas aprobadas en ésta legislatura recomendadas desde Bruselas: reforma laboral o medias contra la emergencia climática, por ejemplo. Y no rehuir el debate con el oponente porque la idea que se traslada el electorado es de inseguridad y desconfianza en tus propias fuerzas y proyecto.

Así pues, bueno será analizar con juicio ponderado los datos de los muchos muestreos que vamos a recibir en estos días, incluso diarios, en la idea de que no son una foto fija, sino que solo marcan tendencias que siempre se pueden revertir, conforme a lo que hagan en campaña los actores principales de la obra.

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