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España paga décadas de diplomacia deplorable con Marruecos

La incompetencia del franquismo en política exterior nos ha legado un problema enquistado con Marruecos

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análisis

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Durante los peores años de la posguerra y el aislamiento internacional, la España de Franco intentó mantener una cierta relación de proximidad con los países árabes, entre ellos Marruecos. Esa política internacional se prolongó a partir de 1952, cuando el ministro de Asuntos Exteriores, Martín-Artajo, se embarcó en un viaje por el mundo musulmán tratando de recabar alianzas. Con la comunidad internacional dando la espalda al régimen franquista, el Caudillo entendió que podía ser una buena idea estrechar lazos de amistad en el norte de África.

Sin embargo, ese aperturismo hacia las puertas de Oriente iba a suponer un tiro por la culata para el general golpista aupado al poder en 1939. La política de hermanamiento con el musulmán (Franco sentía especial afinidad y sentimentalismo por una tierra árabe que le había visto crecer militarmente y que le había ayudado con tropas en sus propósitos rebeldes) fracasó estrepitosamente cuando se planteó la cuestión de la independencia de Marruecos. La propia transformación de la sociedad marroquí derivó en un movimiento nacionalista antiespañol que hundía sus raíces en un pasado no tan lejano.

En efecto, en 1947 el rebelde Abd-el-Krim, que tantos quebraderos de cabeza había dado al ejército español, huyó de la prisión francesa en la que había sido recluido y se escondía en Egipto, donde fue acogido como refugiado y donde hizo propaganda subversiva y anticolonialista. España reclamó la extradición del líder guerrillero revolucionario, pero nunca lo consiguió.  

Desde el país de las pirámides, Abd-el-Krim encabezó el Comité de Liberación del Magreb, una nueva pesadilla para el gobierno de Franco. Curiosamente en 1956, tras la independencia de Marruecos, el rebelde rifeño rechazó la oferta del rey Mohammed V de regresar con honores a su patria marroquí y finalmente murió en El Cairo en 1963, poco después de ver completa la descolonización del Magreb tras la independencia de Argelia.​

Desde los años 50, la política exterior española en el África septentrional fue un perfecto desastre. En 1952 Madrid concedió cierta autonomía a la población indígena de su protectorado, pero chocó con los intereses franceses en la zona. En 1956 Francia reconocía la independencia de Marruecos y España se veía obligada a ratificarla. Se abría el principio del fin del imperio colonial español en el norte de África. No solo fue un duro golpe para Franco por sus lazos emocionales africanistas sino que a partir de ese momento empezarían las constantes reivindicaciones de la monarquía alauí sobre las plazas españolas en la zona.

Marruecos, Ifni, Sáhara

En 1957 hubo enfrentamientos armados en la zona de Ifni, que fue una provincia española hasta el 30 de junio de 1969, fecha en la que se produjo la cesión al Reino de Marruecos. En 1968 España perdió la zona de Tarfaya mientras que el Sáhara, Ceuta y Melilla, corrían serio peligro. Tanto Franco como Carrero Blanco cometieron graves errores de cálculo al tratar de conspirar contra Francia en la cuestión del protectorado y al intentar retardar un proceso descolonizador que resultaba prácticamente irreversible. Fue tal la cerrazón del dictador español, que en el año 1960, cuando los franceses ya habían abandonado la zona, el régimen franquista aún mantenía una guarnición en territorio marroquí. Un auténtico disparate militar y diplomático, pero así son las dictaduras, siempre arrastradas por sus delirios de grandeza.

Desde hace décadas se han ido tejiendo conexiones fraternales entre Washington y Rabat ante las cuales nada pudo hacer la inoperante maquinaria diplomática franquista

Para intentar retener sus últimas plazas en África, Franco hizo llegar a la OTAN, a través de Portugal, repetidas notas informativas alertando del posible peligro de infiltración comunista en los países independizados del Magreb. El alto mando de la Alianza Atlántica no se tragó el anzuelo. En esas, los Estados Unidos movieron ficha y empezaron a rearmar al Reino de Marruecos, desestabilizando el frágil equilibrio en la zona y poniendo bajo amenaza la integridad territorial española. España, que en el momento de la independencia marroquí había asumido la representación diplomática del nuevo país en Hispanoamérica, empezaba a sentir las consecuencias de la conocida como “tradicional política de amistad de Norteamérica con los países árabes aliados”.

Los lazos yanquis con el socio marroquí (cuyos tratados de amistad se remontan más de dos siglos hasta la fundación misma de los Estados Unidos de América) fueron estrechándose cada vez más, mientras el régimen de Madrid quedaba fuera de juego. En noviembre de 1957, el rey Mohamed V viajó a Washington en visita oficial para ser recibido por el presidente Eisenhower.

Dos años más tarde, el vicepresidente Richard Nixon devolvió la invitación y se desplazó a Rabat para reunirse con el monarca alauí. En 1961, el rey Hassan II, sucesor de Mohamed V, realizó la primera de varias visitas diplomáticas a tierras estadounidenses para entrevistarse con el presidente John F. Kennedy. Hassan viajaría sucesivamente a Washington para reunirse con los presidentes Lyndon B. Johnson, Jimmy Carter, Ronald Reagan, George H. W. Bush y Bill Clinton.

Desde hace décadas se han ido tejiendo conexiones fraternales entre Washington y Rabat ante las cuales nada pudo hacer la inoperante maquinaria diplomática franquista ni tampoco la algo más engrasada cancillería española de la democracia. Todavía hoy seguimos pagando el precio de aquel trato preferente del amo del mundo hacia Marruecos y aquellos menosprecios de los norteamericanos hacia el dictadorzuelo español.

Las consecuencias de todos esos antecedentes históricos las estamos comprobando estos días de crisis migratoria en la frontera sur y en aguas del Tarajal. Cuando ha estallado el conflicto entre Madrid y Rabat, el Tío Sam se ha terminado posicionando, abiertamente, de lado de su “amigo” marroquí. La nota de prensa emitida por el Departamento de Estado lo dice todo al respecto al destacar “la importancia de la sólida relación bilateral y el papel clave de Marruecos en el fomento de la estabilidad en la región”. Ni una palabra de apoyo a España. Está visto que la fascista herencia de Franco nos sigue pesando como una losa.

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1 COMENTARIO

  1. El problema de España es que a que rascas un poco sale el franquismo que sigue en su ADN. Se siguen creyendo un país colonialista y con derechos sobre las antiguas colonias. Por cierto el emérito no era el segundo padre del actual monarca de Marruecos? A que espera el preparado para mediar con su hermano?
    Por cierto Tele-rociito 5, la SECTA y Antena Ibex 35 que sólo hablan de las fuerzas de seguridad y no del drama de la misèria que tenemos tan cerca

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