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Feijóo se apunta a la xenofobia

El líder del PP endurece su discurso antiinmigración y ya no se distingue en nada del que esgrime Vox

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análisis

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Feijóo se ha subido al carro de la xenofobia, descaradamente, para arañar votos y escaños en Cataluña. El gallego se ha olido que la inmigración es un problema acuciante en aquellas tierras convulsas y que, con Vox y Aliança Catalana removiendo los instintos más bajos de la sociedad contra el extranjero, lo que toca es abrazarse a la ideología trumpista. Así es la moda política de hoy, un traje para cada ocasión: moderado en la temporada otoño-invierno, radical en la de primavera-verano, coincidiendo con las elecciones.

La inseguridad ciudadana, los okupas y el mantero, se han convertido en ejes centrales de la campaña, desplazando a la amnistía, de la que la derecha ya no habla, cosa lógica por otra parte: no se puede comparecer ante las urnas en Cataluña con la porra del 155 en la mano y diciendo que vas a meter en la cárcel a cientos de ciudadanos que tomaron parte en el referéndum del 1 de octubre. No es una buena idea, no es un buen negocio. Así que, como alguien tiene que pagar el pato, la demagogia política (muy provechosa en los tiempos que corren) la paga el eslabón más débil de la sociedad, el forastero, el migrante, el esforzado galeote de la patera.

La campaña electoral entra en su recta final y todos los partidos endurecen sus discursos. Puigdemont proponiendo una segunda fase del procés, el retorno al “lo volveremos a hacer”; Aragonès amenazando con retirarle el apoyo al Gobierno si no le da el referéndum; y Salvador Illa rescatando al mayor Trapero (el policía que pasó de héroe del independentismo a villano), del vertedero de la historia (el candidato socialista ha prometido rehabilitarlo en su cargo si llega a la Presidencia de la Generalitat).  

Feijóo es un moderado fijo discontinuo, como diría él mismo. Su discurso ultra que vincula inmigración con inseguridad ciudadana (“Cataluña tiene los índices de criminalidad, de robos, de hurtos y de reincidencia de los más altos de España”) está fuera de la realidad y entra de lleno en el territorio de la patraña. Más madera para la máquina del fango. Este país envejece a marchas forzadas (ya está a la cola en índice de natalidad entre los países occidentales), las pensiones peligran y falta mano de obra con urgencia en sectores como el primario, mayormente el campo, al que ningún jornalero español quiere ir ya porque hace mucha caló, duele la espalda y salen callos en las manos. Necesitamos mano de obra con urgencia, que ya estaría aquí de no ser porque Santi Abascal ha intoxicado a las gentes del agro, de la España Vaciada, con su descabellada “teoría del gran reemplazo”, un bulo más según el cual los españoles blancos, católicos y patriotas están siendo sistemáticamente sustituidos por pueblos no europeos como árabes, norteafricanos y subsaharianos. Este delirio es una reminiscencia del pasado, un miedo ancestral que anida en las clases nobles desde los tiempos inmemoriales de la Reconquista cuando, con los berberiscos asomando por todas partes, se puso de moda aquel nefasto dicho de “no hay moros en la costa” que ha llegado hasta nuestros días.

Abascal promueve la xenofobia porque la siente, la transpira por cada poro de su piel, es un rasgo esencial de carácter que forma parte de lo más íntimo de su ser. Sin embargo, Feijóo no es ese tipo de político. No lo vemos nosotros cubriéndose con un capirote y una sábana blanca, antorcha en la mano, en plan Ku Klux Klan. En su psicología profunda no hay un hombre atávico y cavernícola con un miedo irreprimible e irracional a que un africano contamine su sangre. Es algo muy diferente pero no menos siniestro. Él pertenece a la estirpe del amoral sin escrúpulos que no cree en nada ni en nadie, aunque aparente serias y arraigadas convicciones políticas. Se le seca la garganta dando lecciones de justicia, de separación de poderes y de democracia, pero en realidad ve en el Estado de derecho un camuflaje para aquellos individuos que, como él, quieren manipularlo, tal como advirtió Jung. Si el líder del PP fuera un hombre justo, defendería los derechos del pueblo palestino frente al genocidio israelí; si fuese un admirador de Montesquieu se sentaría a renovar el Poder Judicial; y difícilmente se puede considerar un demócrata a alguien que da luz verde a leyes profranquistas de memoria histórica.

Feijóo es un aprendiz de manipulador de masas, un populista en ciernes. Hoy aparece en el escenario con el traje de moderado, mañana se enfunda la camisa azul falangista y cara al sol. Él se queda aparte y al margen de la historia, mientras las masas, esas sí fanatizadas, se mueven según los vientos que van soplando. Ahora le ha dado por derribar gobiernos desde la calle, promoviendo una manifestación cada domingo. Jung, al que ya hemos citado anteriormente para analizar la psicología de este personaje, creía que los actos escenificados de patriotismo eran comparables a demostraciones religiosas. Así, las marchas musicales, las banderas, las fanfarrias y pancartas, los desfiles y las concentraciones de proporciones monstruosas no se diferencian en principio de las procesiones, rogativas y ceremonias para expulsar a los demonios (en este caso el demonio sería el inmigrante demonizado).

Feijóo está utilizando un truco tan viejo como el descubrimiento del fuego: agitar el miedo al otro sustituyendo la religión por el Estado nacionalista. Cuanta más España, menos democracia real y ética moral. Cuanta más exaltación nacional contra el inmigrante, menos derechos humanos, más individuos psíquicamente manipulables y mermados, más odio, más recelo y más marginalidad con problemas de integración racial. Feijóo ya no necesita un exhaustivo programa electoral para concurrir a unas elecciones. Le basta con una servilleta sucia y usada con un eslogan escrito a boli contra el Gobierno socialcomunista que da “paguita, piso y trabajo” al inmigrante. No es el Mein Kampf, pero empieza a parecerse tanto que da miedo.  

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5 COMENTARIOS

  1. No se confundan…Feijoo nos ha dado lucidez para conocer al que es el verdadero Feijoo; y estamos en el verdadero, que conocen muchos gallegos…clasista, xenófobo y agudizado por la rivalidad en cubierto con Ayuso.

  2. Resulta que el asunto de la inmigración preocupa al 70% de la población, pero los políticos tienen un pacto de silencio: el primero que lo mente xenófobo. Si hacen falta personas en Europa que vengan con luz y taquígrafos. La inmigración de cayuco y saltar verjas demuestra que la UE es un chiste.

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