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Feijóo se pega un tiro en el pie a menos de una semana para las gallegas

Inquietud en el PP por las filtraciones sobre su negociación con los independentistas de Puigdemont y Esquerra

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análisis

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En Génova hay canguelo total por si el entorno de Carles Puigdemont sigue filtrando información sensible sobre los presuntos contactos entre PP y Junts. Recuérdese que ambos partidos se reunieron de cara a la posible investidura de Alberto Núñez Feijóo como presidente del Gobierno, que al final resultó fallida por falta de apoyos. Fueron los días en que Esteban González Pons, portavoz del Partido Popular en el Parlamento Europeo, moduló radicalmente el discurso sobre Junts, de modo que quienes antes eran peligrosos enemigos de España pasaron a ser de la noche a la mañana, y por arte de birlibirloque, herederos de Convergència, un partido con sentido de Estado y con el que se podía hablar de todo.

Hoy, cuando el CIS advierte de que los populares pueden perder el poder en las próximas elecciones gallegas, Puigdemont entra en campaña con sus dosieres, en los que Feijóo queda en evidencia por su doble cara como político. A estas alturas, el dirigente popular sigue siendo un misterio. Nadie sabe cómo es realmente este hombre, ni su auténtica ideología, ni sus planes para España. Unas veces se presenta como un líder moderado a la inglesa capaz de llegar a consensos con todos. Otras, se abraza al trumpismo Qanon más conspiracionista, antisistema y descerebrado para no quedarse atrás en su competición a cara de perro con Vox (para muestra su última comparecencia en el Congreso de los Diputados, donde llegó a quejarse del “dogmatismo ambiental” del Gobierno, o sea, un negacionista climático de manual).

Entonces, ¿a qué atenernos cuando hablamos de Alberto Núñez Feijóo? Nadie lo sabe, y lo que es todavía peor, en España empieza cundir la idea de que no es alguien de fiar (también entre los suyos, y no solo del sector ayusista). De modo que el líder que critica a Pedro Sánchez por entregarse a los separatistas solo para mantenerse en Moncloa es también un ambicioso sin escrúpulos dispuesto a venderse al mejor postor; el líder que veía terroristas catalanes en todas partes, en realidad piensa que los autos del juez García-Castellón al final quedarán en nada; y el líder que en su día dijo no a cualquier tipo de pacto o de acuerdo con los separatistas, en el fondo estaba deseando avanzar en la “reconciliación” con Cataluña, tal como repite Sánchez desde hace más de cuatro años. Ni el doctor Jekyll y el señor Hyde.

No se han recuperado aún los prebostes genoveses del soponcio del pasado sábado, cuando el entorno de Feijóo deslizó que era necesario virar hacia posiciones más moderadas en el asunto de los indultos y el perdón a los encausados por el procés o de lo contrario no volverán a gobernar España por falta de apoyos de las minorías periféricas. Es tal la confusión (e incluso el pánico) que Ayuso ha tenido que salir a la palestra para tranquilizar a la parroquia diciendo que a los indepes “ni agua”. Pero, lógicamente, la lideresa castiza aún no es la Giorgia Meloni del PP, así que quien tenía que salir a dar explicaciones sobre el volantazo de timón a la estrategia era el propio Feijóo. Y lo ha hecho para recoger cable una vez más. “No acepto, ni aceptaré”, ha asegurado, descartando cualquier tipo de medida de gracia para los procesados. Y acto seguido, la misma propaganda demagógica de siempre: “Yo no soy Pedro Sánchez, que lleva cinco meses intentando colarnos una amnistía ilegal”.

A esta hora, en el partido se considera poco menos que un desastre la errática estrategia de Feijóo a menos de una semana para las gallegas. Estamos pues ante un suicida electoral que cada vez que se acercan unos comicios se pega un tiro en el pie. Si de lo que se trataba era de lanzar un globo sonda sobre el nuevo plan de acercamiento a Junts, llevando a cabo una voladura controlada de la táctica ultra que ha venido manteniendo el PP en los últimos tiempos (o sea, manifestación al canto cada domingo, bloqueo sistemático y discurso duro voxizado contra los enemigos de España), al gallego le ha salido el tiro por la culata. Solo ha conseguido inquietar a sus huestes y, lo que es aún peor, ha removido el avispero catalán y ahora también Esquerra está cantando por soleares sobre sus negociaciones secretas con el Partido Popular. Marta Rovira, secretaria general de los republicanos catalanes, ha revelado que los populares les propusieron un pacto para hacer presidente a Feijóo y que rechazaron la invitación alegando que ellos no se sientan con “el partido de la política patriótica”. Rovira incluso pone nombre y apellidos al emisario enviado por la dirección nacional del PP para cerrar el supuesto trato: el diputado Carlos Floriano. Desde Génova, ya se han apresurado a negar cualquier tipo de negociación o contacto con los de Junqueras, una vana excusa que no convence a nadie, ya que tras las últimas revelaciones todo el mundo en los mentideros políticos de Madrid empieza a sospechar que Feijóo estaba dispuesto a todo para ser presidente, incluso a bajarse a los infiernos para pactar con el mismísimo Diablo, o sea Otegi.

Por descontado, todo este ruido metalúrgico en el PP ha dado un respiro al Gobierno, que llevaba meses acorralado por la ofensiva derechista contra la amnistía. El lapsus de Feijóo a pocos días para las gallegas da munición a Sánchez, que a buen seguro va a utilizar el material en sus próximos mítines, donde tratará de darle un revulsivo al partido socialista de Galicia, algo mustio en las encuestas. Los socialistas gallegos también se nos están haciendo soberanistas (en este caso del BNG, que va como una moto en los sondeos), un proceso de radicalización –bien por hastío de las políticas del PSOE, bien por la propia polarización de los tiempos–, que ya se ha consumado en el País Vasco con Bildu y en Cataluña con Esquerra.

De cualquier manera, en el PP contienen la respiración. Puigdemont amenazó con que se sabría toda la verdad sobre las negociaciones para formar Gobierno y la verdad empieza a conocerse. Feijóo exigía transparencia a Sánchez en sus cambalaches indepes y transparencia está teniendo. Justicia poética. La pregunta es: ¿cuánto material le queda a Puigdemont en la mochila, esa mochila que se llevó a Waterloo cuando salió echando leches y poniendo pies en polvorosa? Es más que probable que bastante veneno. Habrá que estar atentos a los siguientes capítulos porque esto promete.

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