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Formato malo y mentiras por verdades

Vicente Mateos Sainz de Medrano
Vicente Mateos Sainz de Medrano
Periodista y Doctor en Teoría de la Comunicación de Masas.
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análisis

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Pedro Sánchez no estuvo a la altura de la expectativa creada. Sin duda. No importa que no cometiera errores, porque la imagen que ha calado es la de no haber respondido con la misma eficacia al ataque desaforado con el que Feijóo comenzó el debate. Esta diferencia entre lo que se esperaba de uno y la inesperada desenvoltura del otro, ha decantado la visión mediática que ensalza al líder popular como vencedor del mismo; aunque el 70% de los ciudadanos consultados sobre el debate —según la mayoría <<tracking>> realizados— considera que no ganó ninguno de los dos, como confirman los datos de esos mismos muestreos al señalar que apenas se ha movido la intención de voto: uno o dos escaños arriba o abajo entre las diferentes fuerzas políticas en competencia.

Valoración de los ciudadanos que vieron un debate —el menos seguido de las últimas campañas electorales— que se convirtió en un lodazal por el ataque furibundo con el que arrancó Feijóo, que desvió la pugna dialéctica al y tú más impidiendo la exposición de propuestas para la próxima legislatura. Estrategia que desnortó a Pedro Sánchez que se vio incapaz de replicar la sarta de mentiras con las que Feijóo fundamentó su ataque. Mentira sobre mentira dichas en secuencia, para no dejar pensar al oponente una respuesta coherente que Pedro Sánchez no supo dar con la eficacia acostumbrada, por un formato de debate en el que, desde el minuto uno, no se sintió a gusto.

Por la mesa que le obligaba a estar sentado—su discurso funciona mejor de pie ante un atril— en una silla baja que permitía ver cómo sus piernas no encontraban acomodo por falta de espacio, al final tuvo que estirarlas, transmitiendo la imagen de malestar por el movimiento continuo en la silla; mientras que Feijóo, apenas las movió por ajustarse mejor a su tamaño. Hechos no menores en un debate donde lo fundamental es no traslucir incomodidad que el espectador asocia con inseguridad. Kennedy ganó el primer debate televisado de la historia a Nixón (1960), porque este sudaba sin fin de manera visible para los espectadores.

También contribuyó al fracaso del debate unos moderadores que estuvieron desaparecidos y se mostraron incapaces de cortar —porque no quisieron o no supieron—, las continuas interrupciones que Feijóo aprovechó mejor, conocedor de la mayor capacidad discursiva de Sánchez, para torpedear los desmentidos a sus mentiras. Moderadores que hicieron un magnífico ejercicio de lo que no es el periodismo. Primero, dando por buenas las mentiras que lanzó el candidato del PP, haciendo dejación del principio básico del periodismo: no propagar ni facilitar la difusión de mentiras que, así, pasan por verdades para el espectador. Segundo, por no replicar al candidato del PP, para recordarle que no había respondido a la pregunta directa sobre si creía en la existencia de la violencia de género. ¿Dónde queda el periodismo aguerrido del que hacen gala esos profesionales?

Pedro Sánchez, ante el temor a que Feijóo no aceptara ningún debate, aceptó su celebración en un medio que no brilla por su neutralidad, y pago las condiciones que se le impusieron; y cayó, por desconocimiento, en las garras del más artero y <<sanguinario>> de los asesores políticos, MAR, que la mañana del debate se presentó en Génova dónde estuvo reunido a solas con Feijóo en su despacho, por varias horas. Entre los asesores del líder del PP, nadie sabe que se dijeron ni la contrapartida que éste pago a MAR, por comprarle su consejo de que la mejor defensa es el ataque desde el minuto uno: que Feijóo cumplió a rajatabla.

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