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Grandes empresas financian los intentos de golpe de Estado de los ultras

El 6 de enero de 2021 una horda fanáticos seguidores de Donald Trump formada por integrantes de organizaciones de extrema derecha asaltaron el Capitolio para impedir que se diera validez al resultado de las elecciones. El pasado domingo sucedió algo parecido en Brasil, donde simpatizantes de Jair Bolsonaro asaltaron el Congreso para evitar que Lula da Silva sea el presidente

José Antonio Gómez
José Antonio Gómez
Director de Diario16. Escritor y analista político. Autor de los ensayos políticos "Gobernar es repartir dolor", "Regeneración", "El líder que marchitó a la Rosa", "IRPH: Operación de Estado" y de las novelas "Josaphat" y "El futuro nos espera".
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análisis

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La democracia está en peligro por el crecimiento de los movimientos populistas de extrema derecha en el mundo. Ya han pasado a la acción en 2 ocasiones. El 6 de enero de 2021 una horda fanáticos seguidores de Donald Trump formada por integrantes de organizaciones de extrema derecha asaltaron el Capitolio para impedir que se diera validez al resultado de las elecciones. El pasado domingo sucedió algo parecido en Brasil, donde simpatizantes de Jair Bolsonaro asaltaron el Parlamento para evitar que Lula da Silva sea el presidente.

Para que estos movimientos contrarios a la democracia actúen de este modo se necesita financiación. Mover a decenas de miles de personas no es barato y, por esta razón, sólo aquellos que se encuentran entre el 1% de la población mundial que controla el 75% de la riqueza tienen capacidad para financiar a estos movimientos.

Habrá quien se pregunte por la razón que lleva a las grandes fortunas y a los gigantes corporativos a financiar a estos movimientos. Siempre se ha dicho que el dinero es cobarde y que lo único que quiere es estabilidad. Sin embargo, para estos privilegiados un poco de revoltura les llega a beneficiar siempre y cuando obtengan sus objetivos.

Cuando personajes como Trump y Bolsonaro alcanzaron legítimamente el poder a través del voto libre de la ciudadanía, los ricos y las grandes corporaciones se sintieron aliviadas porque de las primeras medidas que adoptaron fue una reducción significativa de impuestos e, incluso, indultos por delitos económicos.

Por eso les interesa que sigan en el poder. Los movimientos populistas favorecen a los poderosos sin tener en cuenta las graves consecuencias que eso tiene para las clases medias y trabajadoras que ven cómo los servicios públicos se deterioran por la falta de recursos públicos.

En Estados Unidos, por ejemplo, tras el asalto al Capitolio muchas grandes empresas dejaron de realizar donaciones a los congresistas trumpistas que seguían afirmando que el resultado de las elecciones de 2020 había sido manipulado.

Sin embargo, pasado el tiempo han vuelto a financiar a esos políticos. Más de 30 compañías que se encuentran en el índice Fortune 100 que se comprometieron a detener las contribuciones después del asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021 están donando millones de dólares a los miembros del Congreso que votaron en contra de certificar las elecciones presidenciales de 2020, un grupo al que se ha denominado como el «Caucus de la sedición».

Empresas como Pfizer, Home Depot, Lockheed y Walmart defendieron sus contribuciones a los negacionistas electorales con el argumento de que «son solo negocios». Por ejemplo, Home Depot afirmó que la empresa «apoya a candidatos y organizaciones en ambos lados del pasillo que defienden posiciones pro-empresariales y pro-minoristas».

Muchas grandes corporaciones buscaron reconocimiento por detener el gasto político después del 6 de enero de 2021 y luego reabrieron silenciosamente el grifo del dinero a los seguidores de Trump cuando pensaban que nadie les estaba prestando atención. Estas empresas, que decían ser aliadas por la democracia, ahora están pagando millones a los líderes políticos que intentaron acabar con lo que empezaron los sublevados. Por tanto, han demostrado que nunca fueron en serio. Para muchos directores ejecutivos, comprar influencia política sobre los políticos extremistas claramente superó todo lo demás, sin importar lo que hicieran para dañar la democracia.

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3 COMENTARIOS

  1. En realidad lo que tenemos es la sustitución de la política por un nuevo marco en el que este no rece para la economía, que las diferentes necesidades sociales que en aquella se pueden negociar como el reparto y redistribución, el derecho del trabajo y las obligaciones sociales, desaparezcan en el mercado para que, en el del trabajo, se puedan contar con salarios y relaciones laborales precarias, así como sustituir los impuestos por beneficios y aumentar estos reduciendo el costo de la mano de obra. Es lo que tiene un capitalismo descarnado que trata de imponerse en el marco social sustituyendo a la política en lugar de ser una herramienta del mismo.

  2. No es que sea una idea nueva. Tras la segunda guerra mundial construida sobre el fracaso de liberalismo de laissez-faire, se encontró en la redistribución de la riqueza la manera de limitar los conflictos sociales que desestabilizaban la vida cotidiana. El acuerdo entre el liberalismo keynesiano y la social democracia, sirvió para proporcionar las vías del mayor desarrollo económico, y sobre su base, social de todos los tiempos. Pero los más ricos no estaban contentos ni con sus enormes beneficios ni con sus impuestos y ya, por los 60 en las revistas Commentary y The Public Interes, consideraban que se estaba cayendo en un “el abismo de la igualdad” y un “exceso de democracia” insoportables. Aun tardaron en conseguir sus fines pero sobre los 80 su revolución conservador (Thatcher/Reagan)construyeron el giro al neoliberalismo hegemónico que desde entonces no se agota en el intento de volver a una nueva forma de colonialismo esta vez de la producción y la riqueza esta vez del proceso económico y las instituciones, no son los territorios lo que colonizan con ejércitos militares a su servicio sino los procesos productivos desde el control de las instituciones y el dinero, para lo que necesitan colonias de esclavos esta vez en sus propias metrópolis además de en los países subdesarrollados y emergentes. Todo les vale

  3. ¿Y la extrema izquierda española rodeando el congreso? ¿Ya no nos acordamos? ¿Y Pablo Iglesias con su «Alerta AntiFascista», cuando se echaron a los corruptos socialistas de Andalucía? Un poco de imparcialidad en el análisis de una noticia por parte de un medio de comunicación sería de agradecer, a no ser que le unten las mismas grandes corporaciones que critica, o algo peor, que se financien con dinero de todos los ciudadanos con las subvenciones y publicidad del Gobierno de España.

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