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Israel trabaja con un único plan: la anexión de Palestina

Los políticos ultranacionalistas judíos sueñan con consumar el viejo sueño del Gran Estado israelí

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análisis

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La imagen de Netanyahu arengando a sus jóvenes soldados antes de lanzarlos a la batalla en el infierno de Gaza es calcada a aquella escena de Senderos de Gloria, de Stanley Kubrick, en la que un general pasaba revista a la tropa, en las trincheras, preguntando a cada recluta aquello de “¿dispuesto a matar alemanes?”. Poco o nada ha cambiado la especie humana desde las atrocidades cometidas en la Primera Guerra Mundial.

Israel se ha propuesto destruir Gaza hasta que no quede un solo terrorista de Hamás vivo. Ahora bien, ¿qué piensa hacer el Gobierno ultra de Tel Aviv después de su sangrienta venganza que ya lleva cosechadas más de 3.000 víctimas, la cuarta parte de ellas niños, muchos de ellos recién nacidos? Supongamos que el Ejército hebreo lleva a cabo, por fin, su anunciada invasión terrestre, una operación por la que tendría que pagar un elevado precio en vidas humanas. Y supongamos también que logra controlar la Franja de diez por cuarenta kilómetros, lo cual quizá sea mucho suponer, ya que aquello se ha convertido en una ratonera de ruinas, escombros y túneles donde los guerrilleros de Hamás pueden hacerse fuertes durante años, probablemente décadas. Hasta el propio Netanyahu ha reconocido que la guerra será larga.

En el caso de culminarse esa “pacificación” por la vía de la fuerza militar (un escenario idílico en el que no confía ni el más optimista de los políticos ultraortodoxos) Israel dispone de planes expansionistas o de anexión. Unir Palestina al Estado de Israel es el viejo sueño bíblico de las facciones judías más ultranacionalistas. Los que así piensan, ideólogos que apuestan por un Israel mucho más grande y fuerte, están convencidos de que aumentando el número de asentamientos y comunas agrícolas (los famosos kibutz) lograrán mantener a raya a sus enemigos, garantizándose la supervivencia del Estado hebreo. La idea no es solo tomar por la fuerza la Franja de Gaza, sino ampliar fronteras también por Cisjordania, donde no gobierna Hamás sino Fatah, el partido mucho más moderado de Yasir Arafat. La prueba es que en las últimas horas también se han recrudecido los combates en aquella zona, lo que viene a confirmar que acabar con el terrorismo de Hamás no es lo importante para Israel, sino agrandar su espacio vital.

Sin embargo, si algo demuestra la historia es que la estrategia de la conquista territorial, si bien alivia el problema en un primer momento, no suele dar resultado a largo plazo, ya que con el tiempo la potencia invasora se debilita y debe volver a ceder terreno ante los movimientos de resistencia popular (en Gaza viven dos millones de personas). Israel podrá liquidar los últimos reductos de Hamás, de la Yihad Islámica, del Frente Popular para la Liberación de Palestina y hasta de La Guarida de los Leones, pero eso no servirá para acabar con el problema. Surgirán otras células que se irán reproduciendo metastásicamente y que con el tiempo (y con el apoyo financiero y armamentístico de naciones fundamentalistas como Irán) tendrán capacidad militar suficiente para golpear a Israel en su corazón mismo. El pueblo judío jamás vivirá tranquilo; habrá de dormir con la máscara de gas bajo la almohada para siempre.

Una invasión con usurpación de territorio, clavando la bandera blanca con la Estrella de David en la sede gubernamental de la Autoridad Palestina y en los cuarteles de Hamás, es una seductora tentación para los lobbies religiosos, políticos y militares más ultras y fanáticos de Israel, que son los que en realidad controlan de facto el Gobierno Netanyahu, pero no deja de ser una falsa utopía. Lo que estamos viendo estos días no es una operación policial o militar para descabezar Hamás, en realidad es un movimiento de tropas a gran escala para culminar la ocupación de un país por la vía de los hechos consumados. Y en esa lógica, la limpieza étnica del pueblo palestino ocupa un lugar preferente en el macabro plan. Las evidencias que nos dejan estos días de horror demuestran que se trata de liquidar a la mayor cantidad posible de población palestina. Solo así se entiende que Israel haya ordenado a los vecinos de Gaza que abandonen la ciudad y se dirijan al sur para ponerse a salvo mientras su artillería somete a los refugiados a injustificables bombardeos. Solo así se comprende que los misiles caigan sobre hospitales, sobre panaderías, sobre edificios residenciales (más de la cuarta parte de los bloques de pisos y casas ya han sido arrasados). Y solo así se infiere que la ciudad palestina haya sido completamente cercada y sometida a un bloqueo cruel, convirtiéndose en un gueto o jaula humana sin luz, sin comida, sin agua ni medicinas. Ya no queda combustible para mantener los quirófanos y los médicos están operando sin anestesia. Solo un pueblo que ha decidido exterminar a otro se comporta de esa manera y con esas tácticas constitutivas de graves crímenes contra la humanidad. La invasión suele ir acompañada del genocidio.

Israel debería abandonar la senda delirante que está marcando Netanyahu, otro carnicero como en su día lo fue Ariel Sharon en los campos de refugiados de Sabra y Shatila. Anexionar territorio solo traerá más odio en el mundo islámico, más guerra y más atentados en suelo israelí. No se resolverá el problema, solo contribuirá a agravarlo. La única salida posible es la vuelta a la mesa de negociación y la Solución de los Dos Estados, es decir, dos países soberanos, uno palestino y otro israelí que convivan pacíficamente y en paz, tal como recogen las resoluciones de la ONU, la Liga Árabe, la Unión Europea, Rusia y Estados Unidos. Lamentablemente, ni los ultraortodoxos judíos ni los yihadistas de Hamás están por la labor. Los duros del Likud porque han visto la oportunidad ideal de ganar territorio de este a oeste y de norte a sur. Los talibanes musulmanes porque no reconocen al Estado de Israel ni lo harán nunca. La Solución de los Dos Estados es la preferida por los pueblos palestino y judío, según las últimas encuestas. Un referéndum en ambos países sería la última esperanza. Algo que no contempla Netanyahu, un hombre cegado por el odio que ya solo piensa en matar palestinos. Como el personaje aquel de la película de Kubrick.

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1 COMENTARIO

  1. Yo propongo: que se lleve EEUU a los judíos a alguna zona de su país que se asemeje al desierto donde viven ahora, con eso se soluciona el problema. Recordemos, palestina es una tierra histórica, los iraelitas nunca han tenido patria.

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