El año ha comenzado con la demostración de que la ciudadanía tiene el sentido común para auto gestionarse en situaciones de crisis, y de paso poner en evidencia la paralización que provoca la falta de sentido comúnde los protagonistas de la pugna política. Unos por poner todos los palos posibles para que descarrile un Gobierno que, aunque ya no lo verbalicen con tanta soltura, siguen considerando ilegítimo; otros por su circunstancial posición de fuerza que tienen que airear ante sus parroquianos llevando al límite al Ejecutivo; y otros por el sentimientofóbico contra quienes auparon a la cima política, sin mirar cómo dilapidaron el poder que tuvieron en el pasado por errores propios: por creerse el rey del mambo.
Así, unos y otros intentan paralizar la acción no solo del ejecutivo central, sino de los gobiernos autonómicos, por el pensamiento obsesivo y cerril de desgastar al que consideran enemigo político, por encima del bien de sus administrados: IDA es el ejemplo. De ahí que el Ejecutivo tenga la necesidad de jugársela a cara o cruz en cada envite, fiado en que sus socios de legislatura necesitan sacar su cuarto espadas para hacerse notar, pero que todo quedará en una bravata de titular de prensa, porque la otra opción les dejaría sin amnistía, y a otros con menos peso político del que ya tienen, ganado a golpe de autoritarismo egocéntrico de su líder proverbial.
El resultado de este sinsentido lo paga la ciudadanía que, con el sentido común que sus representantes arrumban en una esquina, vuelve a usar las mascarillas para protegerse en las aglomeraciones de personas y en centros sanitarios, consciente de que es una medida de prevención necesaria ante la evidente expansión de la gripe, la nueva cepa del Covid, y las afecciones respiratorias; mientras quienes deberían adoptar medidas siguen a la greña sobre la aplicación, general y puntual, de la obligatoriedad de utilizarlas en los centros de salud y hospitales, por un mero afán desgastar políticamente a la otra administración.
Otra muestra del sinsentido de la pugna política entre administraciones públicas, la tenemos desde hace semanas en Galicia, donde han llegado a sus costas millones de micro plásticos, que, si bien no son tóxicos para la salud humana, si lo son para el medio natural y la cadena trófica que termina por repercutir en lo que comemos. Las imágenes de ciudadanos y ciudadanas limpiando las playas de un contaminante que, por sus dimensiones y mimetización con el medio supone una tarea muy esforzada, sin contar, hasta ahora, con el apoyo de la administración encargada de la vigilancia de playas y costas gallegas, reflejan ese abandono.
Ineficacia que pone en solfa la gestión del problema por la Xunta de Galicia, enredada en acusaciones con la administración central sobre el retraso en comunicar la tragedia medio ambiental, que recuerda todo a lo sucedido con la nefasta gestión del chapapote expulsado por el Prestige que inundo las playas gallegas. Error craso en plena precampaña electoral,que convierte en ridícula la excusa del Presidente gallego, Alfonso Rueda, al afirmar que las críticas de la oposición son porque están ya en campaña: que él convocó el veintiuno de diciembre. Debería tomar ejemplo de la rápida actuación del Gobierno del Principado de Asturias, ante la llegada de los <<pellets>> a sus playas.
Entonces, como ahora, es la ciudadanía la que sale al rescate en Galicia, y en el resto del estado con el uso preventivo que hace de las mascarillas sin necesidad de que se lo ordenen, mostrando que el sentido común está de su parte, y el abandono en el que quedan cuando vienen mal dadas. Éste es el efecto más grave para la sociedad de la deriva de confrontación política absurda y altisonante, basada en una estrategia de vuelo gallináceo y la pugna de egos que subyace por conseguir el poder.
