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Médicos de baja colectiva

“La ansiedad es un mecanismo de defensa natural del organismo frente a estímulos externos o internos que son percibidos por el individuo como amenazantes o peligrosos”

Federico Relimpio
Federico Relimpio
Nacido en Sevilla (España) en 1965. Estudia Medicina en la Facultad de la misma ciudad. A partir de 2009 adopta un punto de vista crítico hacia la medicina contemporánea que repercute en su ejercicio profesional y en su actividad pública. Desarrolla posteriormente una actividad literaria que compatibiliza con colaboraciones en prensa generalista y en blog personal, reivindicando un ejercicio profesional más próximo al paciente y sus necesidades. A fecha de hoy, compatibiliza su labor literaria y el articulismo con el ejercicio profesional.
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análisis

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En los últimos tiempos, hemos visto la emergencia de un nuevo fenómeno en Sanidad Pública: un grupo concreto de facultativos que, de modo colectivo o colegiado, se da de baja, frecuentemente aduciendo ansiedad.

El fenómeno es inquietante, por cuánto comporta un menoscabo significativo en la función encomendada al servicio o unidad y, por tanto, a los derechos de la ciudadanía.

Por ello, no pocos recelan de estos movimientos, suscitando la sospecha de que, en realidad, se trata de una huelga encubierta, limitada a un lugar, servicio o unidad. Un fraude de Ley en toda regla, con repercusiones lesivas para la ciudadanía.

Hay razones para esta sospecha. En primer lugar, el colectivo médico es particularmente ineficaz a la hora de organizar una protesta colectiva. Lo lastra la miríada de consideraciones que atomizan al colectivo y que le impiden actuar de forma solidaria. Y lo lastran aun más las severas limitaciones impuestas al mismo por unos servicios mínimos que casi siempre son “máximos” y que revientan cualquier intento de protesta.

La consecuencia de lo expresado en el párrafo anterior es un colectivo crucial para el ciudadano, hipercualificado, pero inerme a efectos laborales. La segunda consecuencia de ello es la perpetuación de unas condiciones laborales deleznables y la creación del campo abonado para el acoso laboral.

¿Cabe pensar, por tanto, que una baja colectiva por ansiedad encubra una medida colegiada de presión? Cabe, en pura lógica.

Pero… ¿Y si se tratara de lo contrario? ¿Y si se tratase de que se han creado en tantos lugares condiciones de trabajo verdaderamente insufribles? ¿Y si hace décadas que se traspasó lo humanamente razonable para tantos clínicos? ¿Y si, perdida toda esperanza de aliviar la penosidad, estando uno o una aún lejos de la jubilación, una buena mañana se reconoce íntimamente que no puede más? ¿Y si la claudicación del compañero que trabaja a tu lado se convirtiera en el detonante que uno o una buscaba desesperadamente? ¿Y si el infierno laboral hiciera de ello una reacción en cadena?

La agresión al profesional sanitario va mucho más allá de la coz o el exabrupto del descerebrado. La agresión proviene sobre todo de la propia institución, a través de la perpetuación de la asistencia sanitaria pública basada en la masificación, la intimidación y el “te las apañas como puedas”. La negativa institucional a adentrarse en el intenso malestar de los facultativos, hecho enfermedad crónica, es política. La que lleva a hacer del Sistema Público de Salud un lugar oscuro, terrible y disfuncional. Y, sin embargo, ahí sigue, funcionando contra todo pronóstico. Ignoro por cuánto tiempo más. Y cómo.

Lectura recomendada: “Cuando ya no puedes más. Viaje interior de un médico”. Enrique Gavilán.

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